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Entrevista

Daniel Bernabé: “Si un gobierno no puede ni regular el precio del alquiler, es pertinente preguntarse de qué vale votar"

Daniel Bernabé, autor de 'Ya estábamos al final de algo' y columnista de este periódico.

Daniel Bernabé (Madrid, 1980) tiende –como escritor que es– a la explicación elocuente mediante ejemplos, comparaciones, metáforas. Imágenes. He aquí tres imágenes, las tres tomadas de su último libro, Ya estábamos al final de algo. El origen de la crisis de la posnormalidad (Bruguera, 2021), que podrían servir como resumen de su contenido. La primera es la compra de Manhattan a los indios por un baúl lleno de bisutería. ¿Qué representa? El modo en que la clase trabajadora ha ido renunciando a la vida "estable, segura y fiable" que le daba el pacto de posguerra a cambio de las ensoñaciones individualistas del neoliberalismo. La segunda es una bicicleta sin pedales. Su significado lo escribe Bernabé: "La adecuación de la administración pública, del tejido productivo y del sector financiero a lo neoliberal recuerda mucho a una bicicleta a la que alguien le quitó los pedales con la excusa de que tampoco íbamos a necesitarlos, porque siempre circularíamos cuesta abajo". Lo que pasó es que la bicicleta se encontró con la cuesta de 2008, primero, y la de 2020, después, de modo que "se le agotó la inercia y, sin pedales, nos fuimos al suelo". Los pedales inexistentes debieron haber sido "un sector público fuerte y distributivo", un "tejido empresarial con un mínimo industrial" y un sector financiero que "facilitara la inversión expansiva".

La tercera imagen es la más dramática: un edificio en ruinas. El mundo covid, pensará el lector. No. El mundo precovid. He ahí la clave del ensayo de Bernabé. Para desentrañar su origen hay que ir más de un año atrás en el tiempo. Enero de 2020, todavía en era pre-pandemia. Un hecho detona el interés de Bernabé. Estados Unidos mata al general iraní Qasem Solemaini, líder de la fuerza de élite de la Guardia Revolucionaria. Trump, tras supervisar la operación desde su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, reivindica el asesinato colgando en Twitter la imagen de una bandera de barras y estrellas. Una celebración desafiante. Al diablo cualquier diplomacia. El Congreso no sabe ni ha decidido nada. No hay casus belli. Ni firmeza en la condena. Básicamente, impunidad total. El acontecimiento, aunque resultó pronto triturado por la maquinaria de la actualidad, impresionó profundamente a Daniel Bernabé. Le pareció que se rompía algo. Que aquello no era una barrabasada más del presidente naranja. Que era un síntoma de que algo tocaba a su fin. Quizás, incluso, toda una era. Así lo reflejó en su cuenta de Twitter.

Hacía tiempo que Bernabé venía barruntando una crisis de época, producto de una ruptura en cadena de paradigmas culturales, políticos y económicos. Hoy aquel asesinato, expuesto de forma chulesca por el presidente de la primera potencia mundial, le sirve al escritor para recordar que la desintegración de lo anterior ya estaba en marcha antes del covid-19. Dicho de otro modo: el guión que terminó en el asalto al Capitolio, corazón de la democracia estadounidense, empezó a escribirse mucho antes de la pandemia. El virus no es el origen de la degradación de la democracia liberal. Tampoco inventó el triunfante capitalismo de plataformas, ni el modelo laboral rider, ni la incertidumbre vital, ni la ansiedad generalizada...

El virus sólo echó leña a un fuego ya encendido. Esta es la tesis que desglosa Bernabé en Ya estábamos al final de algo, un ensayo urgente salpicado de ilustraciones, escrito con pretensión popular y vocación de llamada a la acción, que defiende que la crisis actual no es la crisis del coronavirus, o al menos no únicamente, porque ya había antes una crisis en marcha, de proporciones históricas. Ahora lo que toca es decidir cómo afrontarla, reta Bernabé. El escritor, aunque poco complaciente en el diagnóstico, rechaza el pesimismo y "el todo mal". Es incluso insistente en el rechazo al fatalismo. "Es que se tiene de mí una imagen de pesimista. He cogido complejo de pájaro de mal agüero. Luego gente cercana a mí me dice: 'Pero si tú no eres así, si tú tiendes a ver el lado bueno de las cosas'", explica Bernabé, que cree que las sociedad española está aún "en situación de poder elegir". "La cuestión –escribe– es saber cuál es la forma que adoptarán los cambios: es decir, si serán beneficiosos para una mayoría, igualitarios y democráticos o si servirán para profundizar el actuar estado de cosas". La disyuntiva se resumiría así: ¿Intentamos salir unidos o sálvese quien pueda?

La pandemia como “coartada”

Bernabé, obviamente, elige la opción A. Pero esta tiene cómo requisito previo un relato colectivo sobre qué ha pasado."La pandemia es utilizada como coartada, como si todo lo que falla ahora fuera culpa del coronavirus. Pero no es así. El coronavirus hace evidente algo que ya estaba ahí. Es como si se hubiera retirado el telón y de repente pudiéramos ver toda la tramoya", afirma Bernabé, que escribe cada miércoles en infoLibre. Su nuevo trabajo se publica menos de un año después de La distancia del presente, una crónica de la década pasada que pretende hilar una secuencia comprensible de la “convulsión” que siguió a la Gran Recesión. ¿Dos libros en tan poco tiempo? Tiene su explicación. No es sólo que el nuevo sea más popular y accesible, es que la década a examen en La distancia se cerró con un acontecimiento, el covid-19, que merecía al mismo tiempo un tratamiento aparte y un engarce con su contexto y sus antecedentes.

A ello se afana Bernabé, que intenta dar sentido al caos al tiempo que evitar las trampas de la ingenuidad y el cinismo. "Me molestaba –explica ahora– cómo pasamos en poco tiempo del 'vamos a salir mejores' al '¡pero cómo vamos a salir mejores, es imposible!'. Y todo como si no tuviéramos nada que decir al respecto. Nos convertimos en meros espectadores que exigen trama y guión, que aplauden o critican, siempre muy ingeniosos. Y no debemos quedarnos en eso. Como ciudadanos debemos intervenir. La realidad no es una serie de Netflix de la que somos espectadores. Debemos ser actores de lo que ocurre".

Crisis económica, ecológica y cultural

Esa crisis precovid que la pandemia acelera contiene a su vez cuatro crisis, siguiendo el relato de Bernabé. 1. Crisis económica. La resultante de un modelo que ha puesto la "especulación por encima de la producción". 2. Crisis ecológica. Global, innegable, urgente hasta tal punto que Bernabé descarta el recetario individualista y el pon tu granito de arena: "Puede sonar paradójico, pero creo que en realidad ni siquiera vale la pena angustiarse, porque, desde un punto de vista individual, no podemos hacer más de lo que ya estamos haciendo". 3. Crisis cultural e identitaria. Esta merece párrafo aparte, porque con la cultura y la identidad entramos en el territorio que más en detalle ha mapeado Bernabé.

El ensayo más conocido del autor, La trampa de la diversidad, denunciaba una pérdida de la clase social como referencia básica de la izquierda, sacrificada en el altar de las identidades y las guerras culturales. El autor apuntaba el dedo hacia unas fuerzas de izquierdas que habían –a su juicio– cedido al empeño neoliberal de fragmentar a la clase trabajadora en grupitos con identidades en competencia. La controvertida tesis convirtió a La trampa en un éxito editorial, con más de 15.000 ejemplares vendidos, cifra difícil de alcanzar en un ensayo político de un autor sin padrinos, pero también tuvo encendidos detractores. Bernabé, que además es analista político y no huye del jaleo en Twitter, se convirtió en un personaje polémico. Para bien o para mal, polémico.

Tres años después de La trampa de la diversidad, Bernabé ya no se centra en la crítica a la deriva identitaria de la izquierda, pero tampoco rehúye la cuestión cuando hay que abordar la crisis cultural. "La izquierda, que se pretendió durante el siglo XX republicana, igualitarista y universal, ahora camina sin rumbo, convertida en un progresismo que sólo presta atención a las representaciones, la diversidad y el relativismo", escribe Bernabé, que protesta por la degradación del debate público, reducido a un reparto de "etiquetas punitivas": señoro, terf, radical, boomer... Algo de eso le ha tocado sufrir. 

El papel de la izquierda

Bernabé es crítico con la izquierda. Pero en su análisis se detiene por separado en el Gobierno, con el que se muestra duro pero comprensivo, y la izquierda social, a la que vuelve a ver errada en sus prioridades. Aquí están sus dos respuestas:

– Gobierno. "El Gobierno tiene un problema, los estrechos límites que la ortodoxia neoliberal impone a la política. Si un gobierno socialdemócrata no puede ni intervenir en los precios en alquiler, no hablo ya de expropiar vivienda ni de nacionalizar un sector, sino de algo tan sencillo como regular los precios del alquiler como se hace en otros países, la pregunta que puede hacerse es: '¿De qué vale votar?'. Y lo digo como defensor de la política, la democracia y el voto. Pero esa pregunta es pertinente. Creo que sí hubo un cambio notable tanto en el Gobierno como en la Unión Europea [con respecto a la anterior crisis], pero transcurrido ya más de un año desde el inicio de la pandemia creo que hace falta un golpe en la mesa, que sería el desmontaje de la reforma laboral. Porque no puede ser. No se puede racanear cada medida social".

– Izquierda social. "No he visto demasiado músculo. Ha habido cosas admirables, como los bancos de alimentos en los barrios... Pero a mí me decepciona que en el momento más duro de la crisis, el año pasado, lo máximo a lo que aspiraba la izquierda alternativa era a denunciar a la policía de balcón, a inventarse una distopía dentro de la propia distopía que era la realidad. Dentro del maremágnum en el que estábamos, ¡me parece algo tan pequeño! Cuando estaba acabando el estado de alarma escribí que aquellas siete semanas tan duras nos habían pelado la vida hasta el hueso, demostrando cuáles eran los temas fundamentales. Decía: 'No nos dejemos arrastrar otra vez por la espiral de conflictos identitarios, que no nos llevan a ninguna parte'. Y lo decía porque ya en aquel momento empezaba a salir un nuevo conflicto identitario, el adultocentrismo, que si había adultos a favor y en contra de los niños... ¿Pero de verdad otra vez con esto? Es desesperante. Ahí fuera hay una avidez vital muy fuerte. Creo que ahora hay cuatro temas básicos: vivienda, trabajo, salud, seguridad. Bueno, pues al final, en los últimos meses, hemos vuelto con la Ley Trans. Es como si tuviéramos ya el pastel hecho y fuéramos a ponerle la guinda. ¡Pero si no tenemos ni la base de la tarta! Luego llegan las campañas electorales y nos volvemos a acordar de los barrios. Pero en medio... Si no se hace bandera de la clase social, pasa desapercibida. En Madrid, ahora se habla. Pero es como esos partidos de fútbol en los que en la prórroga, en el último minuto, el portero sale a rematar el córner".

Cuando parece que va a cerrar diagnóstico, Bernabé se matiza con un "bueno, es verdad que hay de todo". Y regresa al Gobierno, para detenerse en Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, un nombre propio que –a su juicio– sobresale. "Una figura que sale reforzada de este año y pico. La que hemos visto hacer un trabajo muy visible y muy útil", afirma.

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El valor del voto

Habíamos recorrido ya las crisis económica, medioambiental y cultural. Queda una crisis más, también previa al covid: 4. Crisis de legitimidad de la democracia liberal. Aquí Bernabé pone el énfasis en una idea: si la economía queda al margen de la intervención de la política, cada vez más pensarán que la democracia no sirve para nada, lo cual deja el camino expedito para una respuesta reaccionaria del propio sistema.

"Nos estamos jugando la legitimidad de la democracia, eso es de lo que no se quieren dar cuenta los liberales, incluidos los liberales progresistas. En 2020 hubo una suspensión del neoliberalismo por la pandemia. El Estado, aunque raquítico, tuvo que volver. Ahora, si no proporcionamos a la gente un mínimo de certeza vital, no digo ya de bienestar, sino de certeza vital, si dejamos a la gente si horizonte vital, sin visión, quedamos expuestos a una regresión autoritaria. Con ingeniería social y pastoreo de la opinión pública, no se puede mantener a una sociedad cada vez más inestable", concluye.

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