Ley trans

FAES, de la mano de Lidia Falcón, contra la Ley Trans y "los que mueven los hilos de esta conspiración"

Lidia Falcón, Eugenio Nasarre, Josep Carles Laínez y Javier Zarzalejos, participantes en el debate sobre la Ley Trans organizado por FAES.

"El debate más fructífero que vamos a poder presenciar en este tema". El tema es la Ley Trans y las expectativas las lanza Javier Zarzalejos, eurodiputado y director de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES). La fundación presidida por José María Aznar entraba este miércoles de lleno en uno de los debates más candentes de la actualidad y lo hacía bajo la promesa de arrojar luz sobre los "peligros y derivas" que provienen del proyecto legislativo. Al otro lado de la pantalla, el político conservador Eugenio Nasarre, acompañado por una de las principales voces que han tomado partido en el conflicto: Lidia Falcón. A los mandos de la moderación, Josep Carles Laínez, escritor, filólogo y teólogo.

A media tarde del miércoles asomaban en directo los semblantes de los cuatro intervinientes. Serios, cargados de solemnidad, esperando con paciencia su turno. Más que un debate alimentado por voces diversas, el diálogo que se anunciaba tomaba enseguida forma de charla amistosa entre iguales: los argumentos de las partes se reforzaban y complementaban sin apenas disenso. Al comienzo, el propio moderador asestaba el primer golpe a la norma que prepara el Ministerio de Igualdad. Un proyecto que "pretende imponer una agenda de control social" sobre la población y "hacer pasar como realidad lo que son relatos personales". Como si en el fondo, añadía, hubiera "algo religioso" en el sentido de la norma.

Una percepción compartida por Lidia Falcón, la primera ponente en intervenir, la líder del Partido Feminista que todavía arrastra la polémica de haber participado recientemente en un acto sobre este mismo asunto organizado por la entidad ultra Hazte Oír. "Estoy encantada de que me hayáis invitado", se apresuró a decir. La feminista histórica volvía a sacar su artillería contra la ley. "Se le llama Ley Trans de una manera genérica a un proyecto de ley que es transgénero". El matiz es importante: ya no se trata de una ley pensada para personas transexuales, sino que entran en juego quienes se identifican como transgénero. A ellos va dirigido el primer dardo. Aquellos que "aseguran que el sexo es un invento, quieren abolir la realidad" y en consecuencia "legalizar la fantasía".

Una pretensión especialmente peligrosa, a juicio de la invitada, cuando "el cambio es de varón a mujer". Entonces brota un riesgo, hordas de "señores de aspecto masculino que aparecen y dicen 'yo me llamo Rosa, me tienes que hablar en femenino'". Participan, estas personas, en "todos los aspectos de la vida social que consideran femeninos", un conflicto que se ensancha "a medida que estos personajes se muestran muy agresivos cuando se les niega esta condición y exigen que se convierta en ley". Los artífices de esta norma no buscan sino "colar, sobre todo a la ciudadanía que no está informada, este cambio humano".

De lo humano habló largo y tendido Eugenio Nasarre. "Cuando sucede que unas ideas enloquecen, la sociedad se convierte en un manicomio", introducía en su particular soliloquio. Las ideas que han enloquecido, aclaraba a continuación, no son otras que "dos basamentos de la civilización de las democracias liberales: la igualdad y la libertad". Dos pilares que "hay que comprender bien, porque si las desfiguramos se convierten en ideas locas". Igualdad y libertad, proclamaba, pero no de forma "desbocada, desmesurada". Igualdad y libertad pero con límites. Y los límites tienen que ver con el género y la libre determinación.

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Enseguida hizo acto de presencia en el coloquio un invitado estrella: la teoría queer, una escuela filosófica marginal que trata de desvincular el lazo entre el género y el sexo biológico. "La doctrina queer es una pretensión de la abolición de los sexos, de la condición binaria del ser humano, determinada por la naturaleza", asentía Nasarre. Una teoría con las garras afiladas que pretende "la configuración de una sociedad en la que las relaciones heterosexuales se rechazan, incluso las homosexuales, la monogamia tiene que ser abolida –lo llaman poliamor– y en la que la personalidad es fluctuante". Algo así, completaba Lidia Falcón, como "la distopía, el disparate".

¿Quién mueve los hilos?

Pero al calor del debate sobre la autodeterminación de género nacía otro interrogante: ¿qué intereses hay detrás? ¿Por qué esta ley ha copado de forma tan rotunda la atención mediática? ¿Quién se beneficia? Las preguntas sobrevolaban conforme avanzaba el debate, anidando en las intervenciones de cada ponente. "Hay muchas conspiraciones", susurraba Lidia Falcón y puntualizaba que no todas las que se difunden son ciertas. Otras, sin embargo, sí están cargadas de sentido. Ella misma fue la encargada de introducir otra pregunta más: "¿En qué medida aquí hay una conspiración económica, política e ideológica?". La propia participante se reconoció incapaz de dar respuesta, pero sí llamó a la reflexión. "Afirmar que el triunfo de estas teorías deriva solo del gran trabajo de activismo de los transexuales no me convence", así que conviene, a su juicio, tratar de resolver una última incógnita: "¿Quiénes son realmente los que mueven los hilos de esta conspiración?".

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