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"Aspecto de leopardo" y otros micromachismos en política: las mujeres del PP gallego se plantan contra la discriminación

Las diputadas gallegas del Partido Popular este martes.

José Tomé, presidente socialista de la Diputación de Lugo, no tardó mucho en darse cuenta de que sus palabras habían sido, cuanto menos, desafortunadas. "Por lo que respecta a la señora [Elena] Candia, con su vestimenta, con su aspecto de leopardo que tenía ayer, sinceramente, daba la imagen del vaquero que entró en el Capitolio en Estados Unidos". Las pronunció el viernes en rueda de prensa y el mismo sábado se disculpó con la diputada conservadora, aunque reprochó a sus contrincantes hacer una interpretación "perversa" de sus palabras. El Partido Popular ha cerrado filas y ha tildado el comentario de "machista y misógino". Este martes, las mujeres del partido han expresado su rechazo de una manera simbólica y visual: portando alguna prenda con estampado de leopardo en el Parlamento de Galicia.

Los conservadores han reaccionado contra un comentario aparentemente inocente y no han tardado en identificarlo como señal inequívoca del machismo que impregna la política. Se trata de gestos, comentarios, acciones que siempre han estado, pero que han pasado desapercibidos a los ojos de la gran mayoría de líderes políticos. Paula Prado, diputada autonómica del Partido Popular, explica en conversación con este diario que las palabras del socialista lucense "refuerzan ciertas actitudes machistas que no son tan inocentes", por lo que este tipo de comentarios "no se pueden normalizar", especialmente cuando parten de responsables políticos. Prado pone el acento en una cuestión clave: las críticas a su compañera, que se encontraba participando en una concentración de líderes del PP frente a la Diputación de Lugo, podían haber sido por su acción política. Pero no fue así, los dardos se dirigieron a su vestimenta.

No hace falta ir muy lejos para recuperar algunos ejemplos similares. En los últimos días, la polémica partió de Madrid. Andrés Rodríguez Almeida, diputado de Vox, insistía en llamar "señora presidente" a la parlamentaria socialista Sandra Guaite, al frente de la Comisión de Industria del Congreso. Un episodio que lejos de ser anecdótico, constituía a juicio de la afectada un "acto irresponsable contra la presidencia de la mesa cuando está presidida por una mujer". El mismo diputado había protagonizado anteriormente la misma polémica, llamando también "señora presidente" a Rosa María Romero, líder de la Mesa de Sanidad y Consumo. Hace un mes, el propio Iván Espinosa de los Monteros se dirigió a Carmen Calvo tratándola como "vicepresidente".

A finales de marzo, el diputado conservador Diego Movellán decía que las mujeres de Podemos "sólo suben en escalafón si se agarran bien fuerte a una coleta". Lo afirmaba dirigiéndose a la ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, quien pedía una rectificación y tildaba aquellas palabras de "impropias" y muestra de "un ejercicio claro de machismo". Con la incorporación de Lilith Vestrynge a las listas de Unidas Podemos para los comicios madrileños que se celebrarán el 4 de mayo, la formación morada denunció también una campaña de ataques machistas que incluían suposiciones sobre su vida privada en redes sociales. Irene Montero, ministra de Igualdad, lo enmarcaba en una suerte de "violencia política contra las mujeres que ocupan el espacio público".

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El listado de descalificaciones machistas y comentarios fuera de lugar es inabarcable. En 2014 el periodista Alfonso Rojo llamaba "gordita" a Ada Colau y dos años después el tertuliano tinerfeño Pepe López no dudó en calificar a la ahora exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, de "vieja ridícula". Durante el mismo año, el secretario general del PP en Galapagar arremetió en redes sociales contra la entonces portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, al comentar que se había "comido toda una fábrica de bollos" y se estaba "poniendo fondona". Hace algo más de diez años, el alcalde de Valladolid Javier León de la Riva (PP) acaparaba titulares al afirmar, sin ambages, sobre Leire Pajín (PSOE): "Cada vez que veo los morritos de Leire Pajín pienso lo mismo".

Marisa Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres, recuerda que parte de estos comentarios demuestran un profundo rechazo a la presencia normalizada de mujeres en puestos de representación. Y recalca que se trata de un fenómeno transversal: mientras que "en el ámbito de la ideología política hay una línea clara entre las posturas conservadoras y progresistas, en cuestiones de convivencia la línea se diluye". Lo completa Yolanda Besteiro, al frente de la Federación de Mujeres Progresistas, remarcando que el cuestionamiento de las mujeres en el plano político, haciendo uso de elementos superfluos como su vestimenta, tienen por objeto hacer creer que "están usurpando un puesto que le corresponde a un hombre" y que por tanto constituyen "algo extraño". Cuando en vez de poner el foco en opiniones o acciones políticas, se sitúa la lupa en la apariencia física de una mujer "la destruyes como referente intelectual y político".

Los comentarios no suelen ser aislados, casuales o inocentes: tienden a enmarcarse en un entramado mucho más amplio. Suelen ser síntoma de algo más. Ocurrió hace unos días con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien asistía a una reunión con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Un fallo en el protocolo impidió que la líder europea pudiera sentarse junto al dirigente turco y junto al jefe del Consejo Europeo, Charles Michel. Para ella sólo quedaba un espacio: el sofá reservado a líderes de menor rango. Un trato, en este caso, que trasciende lo anecdótico y que escala a un problema de relevancia internacional. Otro gesto en apariencia liviano fue el que tuvo que soportar la diputada andaluza Teresa Rodríguez, quien denunció a un empresario por abalanzarse sobre ella y simular un beso en los labios. El empresario, que fue condenado por abuso, trató de justificarse con el pretexto de que no era más que una broma. Los tribunales, en cambio, determinaron que aquello era un delito.

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