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4M | Elecciones en la Comunidad de Madrid

Los expertos recomiendan debatir con la extrema derecha y desmontarla con datos, pero hacerle el caso justo

Pablo Iglesias se marcha del debate electoral de las elecciones del 4M en la Ser.

No hay fórmula mágica ni existe evidencia empírica sobre qué funciona y qué no en clave general en la lucha contra la ultraderecha. Influyen muchos factores. Desde su estado de implantación en un determinado territorio hasta las particularidades de cada una de las formaciones que conforman este complejo fenómeno. Lo que puede funcionar en un país, puede no dar los resultados esperados en otro distinto. En España, Vox ha sido capaz en los tres últimos años de consolidarse como partido y echar raíces en la mayor parte de las instituciones. Hasta tal punto que ha conseguido meter cabeza en el Ejecutivo murciano y sus escaños, según indican todas las encuestas, podrían ser claves para el sostenimiento del PP en la Puerta del Sol tras los comicios del próximo 4M. Un grado de implantación que dificulta un combate en el que, según los expertos, es fundamental plantar cara planteando políticas públicas concretas, confrontando con datos y zafándose del marco que trata permanentemente de imponer la formación liderada por Santiago Abascal.

El debate de este viernes en la cadena Ser ha mostrado a una extrema derecha fuera de control. La cabeza de lista de Vox, Rocío Monasterio, ha evitado por todos los medios condenar de forma rotunda ante los micrófonos las amenazas de muerte –con balas incluidas– que han recibido en las últimas horas tanto el candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, como el ministro del Interior y la directora de la Guardia Civil, Fernando Grande-Marlaska y María Gámez. Una situación que ha terminado desembocando en el abandono del líder de los morados y la posterior suspensión del debate, el último que se celebra en campaña. La postura de la ultraderecha cruza una de las últimas líneas rojas sobre retroceso democrático que recogen expertos como Yascha Mounk, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en Cómo mueren las democracias (Ariel, 2018) o El pueblo contra la democracia (Paidós, 2018), dos de las obras de referencia sobre el ascenso de los iliberales. En concreto, la de la tolerancia ante la violencia.

Cristina Monge cree que el abandono de Iglesias del debate fue un error. "Vox está jugando a hacer de outsider, a coger el voto de cabreo con el argumento de que solo quedan ellos porque los que decían eso hace un tiempo ahora son casta. Yo creo que lo que ha sucedido esta mañana les refuerza en este sentido porque, al final, refleja dos equipos: el de ella y el de los que se van. Fortalecerles en ese papel les va bien", reflexiona la politóloga y socióloga al otro lado del teléfono. No lo tiene tan claro, sin embargo, el sociólogo Guillermo Fernández, autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa. En este caso concreto, considera que puede tener "cierto recorrido" el hecho de que con su reacción el candidato morado sea capaz de visibilizar el "peligro importante" de "violencia social", "fragmentación", "polarización" y "devenir autoritario" que puede traer la extrema derecha. 

Pero más allá de este caso concreto, ambos expertos consideran que, de forma general, es fundamental confrontar a nivel político con la extrema derecha. "O discutes o van a seguir creciendo", dice Monge. Hace tres años, cuando se trataba de una fuerza residual, podría haberse obviado. Pero no se hizo, ganó cada vez mayor protagonismo mediático y engordó hasta tal punto que metió de golpe una docena de diputados en el Parlamento de Andalucía. Ahora, es la tercera fuerza política a nivel nacional, con 52 escaños en el Congreso de los Diputados y cientos de concejales repartidos por toda la geografía. Es decir, forma parte del paisaje, y sus mensajes resuenan por Cámaras nacionales, autonómicas, municipales, televisiones, periódicos, radios... "No es lo mismo combatirla en este momento que cuando apenas tenía penetración", asevera la politóloga y socióloga.

"No dejarse ganar" la "batalla del marco"

La clave está en la forma de afrontar ese enfrentamiento. Para el filósofo Daniel Innerarity lo fundamental es "no dejarse ganar" la "batalla del marco". Porque no se puede entrar al terreno de juego contraponiendo el ya tan famoso "comunismo o libertad" acuñado por la propia presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, con un "democracia o fascismo". "Es un marco mental que les permite escaquearse de hablar de cosas concretas", argumenta Innerarity. Otro error para los expertos es lanzarse a la batalla en términos "éticos o morales". "La bola de nieve de la reacción moral es un efecto que no dura y, a medio plazo, facilita la victimización de la derecha radical. Les permite seguir construyendo esa caricatura de una élite progresista que pontifica lo que está bien y lo que está mal frente a unos ciudadanos que no tienen ningún problema en decir lo que piensan", dice Fernández.

Entonces, ¿cuál es la estrategia a seguir cuando, por ejemplo, ponen en una céntrica estación de trenes de la capital un cartel que criminaliza a los menores extranjeros no acompañados? El sociólogo cree que es un error centrar únicamente el enfoque en la "demonización moral" de Vox por situar el foco en estos muchachos vulnerables, por muy despreciable que sea, porque eso "facilita su marco y lo asienta". En vez de eso, se puede abordar, por ejemplo, recordando que no defienden tanto a los mayores –como trata de reflejar en parte ese cartel– "cuando han planteado una privatización del sistema de pensiones" y explicando lo que eso implica para este colectivo. En definitiva, sabiendo trasladar a la ciudadanía "lo socialmente regresivas o elitistas que son sus propuestas" y haciéndoles caer en sus contradicciones. Por ejemplo, si se agarran a los sueldos de la clase política, recordándoles que forman parte de la misma. Y si hablan de las subvenciones a los partidos, poniendo sobre la mesa que ellos no han renunciado a ingresarlas.

Monge, además, plantea confrontarles con las cifras en la mano. "Desmontas su argumento y le quitas fuerza", explica. En el caso de los menores no acompañados, por ejemplo, señalando que lo que hace realmente la extrema derecha –que se niega a decir de dónde ha sacado ese dato– es retorcer las cifras comparando un pago directo con el coste de un servicio de atención que presupuesta el Ejecutivo madrileño para los menores. O recordando que en el caso de Madrid estos muchachos representan una cantidad ínfima en comparación con el total de población: 269 sobre siete millones de personas. "Esto es útil en un sector de la población que es sensible a los datos", opina Innerarity. Sin embargo, el filósofo cree que aunque las cada vez más comunes pruebas de verificación –conocidas como fact checking– pueden ser buenas, no se puede fiar toda la batalla a eso.

Políticas concretas

El periodista Xavier Rius, especialista en extrema derecha y autor de un blog de referencia en la materia, enfriaba en un reportaje de infoLibre de noviembre de 2019 el poder liberador de la verdad. "Yo seguí mucho a [Josep] Anglada [exlíder del partido ultraderechista Plataforma per Catalunya], cuando sacó 67 concejales en 2011. Recuerdo que en Vic, salió un concejal y desmontó una a una todas cosas que había dicho Anglada, según el cual la mayoría de las ayudas eran para extranjeros. Lo desmontó todo. Y entonces Anglada dijo: 'Ya, pero es que los inmigrantes tienen DNI español'. No era verdad, pero no había tiempo para desmontarlo. Ellos siempre siembran una nueva duda", relataba.

Por eso, otra de las claves que ponen sobre la mesa los expertos pasa por taponar las fuentes de votos de las que beben este tipo de fuerzas. "Hay que entender por qué convencen a alguna gente e intentar que no convenzan a más", resume Monge. "Hay que generar marcos propios y un discurso propio", dice Fernández. Y eso pasa, añaden, por poner sobre la mesa "políticas públicas claras". En materia social, de igualdad o de protección y seguridad, que es uno de los carriles por los que circula buena parte del discurso de la extrema derecha. "Si no somos capaces de generar dispositivos sociales que den seguridad, seguirá persistiendo un sentimiento de inseguridad que generará miedo, algo que favorece a este tipo de discursos autoritarios", apunta la politóloga en conversación con este diario. 

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La atención mediática

En este combate contra la ultraderecha juegan un papel fundamental los medios de comunicación, que, por lo general, no solo no han sido capaces de filtrar sus mensajes electorales sino que han contribuido a su éxito electoral. Los expertos, de nuevo, consideran imprescindible que periódicos, televisiones o radios eviten que formaciones como Vox les impongan la agenda. "Está comprobado con estudios empíricos que hay una relación causal entre el auge del crecimiento del apoyo electoral y la cobertura mediática, sobre todo en relación con la agenda política", señalaba en noviembre en este diario Carolina Plaza, investigadora en Ciencia Política en la Universidad de Salamanca. "Se concede una atención excesiva a los mensajes estridentes, quizá porque nos llaman más la atención a los ciudadanos. Se forma así un círculo vicioso que es difícil de solventar", reflexiona Innerarity.

¿Deben, por tanto, los medios de comunicación practicar un apagón informativo sobre la ultraderecha? ¿Hay que evitar que estén presentes en los debates o se les debe entrevistar? Son algunas de las cuestiones que llevan años ya sobre la mesa. Los expertos consideran que un veto impulsaría esa victimización a la que tanto se agarran. Les permitiría seguir, dicen, con ese halo de misterio, con esa condición de outsider. "No creo que su presencia en el espacio público les normalice, sino que más bien puede contribuir a que queden retratados", dice el filósofo. La clave está, según Monge, en la manera de informar. Porque una entrevista, por ejemplo, puede servir para desmontar uno a uno sus argumentos. Igual que puede ocurrir en un debate. 

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