4M | Elecciones en la Comunidad de Madrid

La normalización de Vox reduce el impacto del miedo a la ultraderecha como movilizador del voto de izquierdas

El presidente de Vox, Santiago Abascal, participa en una concentración convocada este sábado en Madrid con motivo del Primero de Mayo.

Abril de 2019, campaña de las elecciones generales. Vox es un fenómeno emergente que acaba de estrenarse en las instituciones consiguiendo representación en el Parlamento de Andalucía. Pedro Sánchez sitúa en el centro de su estrategia el temor a la extrema derecha: “Os necesitamos a todos en esta causa”, apela el candidato socialista desde el escenario de un mitin en Alicante a pocos días de la cita con las urnas. “Hay que movilizar a la mayoría de España para que nuestro país mire al futuro y no al pasado” añade, en clara referencia al desembarco de Abascal y los suyos en la política española. La izquierda ganó ampliamente esas elecciones con el índice de participación más alto en 15 años.

Ahora, en la recta final de la campaña 4 de mayo para las elecciones en Madrid y a raíz de la reacción de Vox tras el envío de amenazas de muerte al candidato de Unidas Podemos, el PSOE ha cambiado su estrategia y hasta su lema para volver a agitar ese miedo. El eslogan de Ángel Gabilondo ha pasado de ser “Hazlo por Madrid” a “No es solo Madrid. Es la democracia”. También en Podemos han fijado el eje político en la dicotomía Fascismo o democracia. ¿Sigue funcionando el miedo a la ultraderecha como elemento movilizador del votante de izquierdas?

Madrid no es España

Lo primero que hay que tener en cuenta, a juicio de los expertos, es que las dinámicas movilizadoras no son las mismas en el conjunto de España que en el caso particular de la Comunidad de Madrid. “La foto de Colón no sirve para gobernar España pero sí puede servir para gobernar Madrid”, expone el sociólogo y presidente de GAD3, Narciso Michavila. Los datos lo avalan. Y no solo porque la derecha lleve gobernando 26 años de manera ininterrumpida en la Comunidad de Madrid. En aquellas generales de 2019, por ejemplo, el bloque de PP, Cs y Vox sacó en Madrid 20 de 37 escaños. Es decir, la derecha se impuso a la izquierda por tres escaños y en un contexto de victoria electoral del bloque progresista en el conjunto del país. Primera conclusión: si la partida se juega en el ámbito estatal (y gracias en gran medida a la pluralidad política a la que contribuyen vascos, catalanes y gallegos), el voto útil ante la extrema derecha puede funcionar. En la capital no. O, al menos, no tanto.

Vox ya no es novedad

Pero desde aquellas generales han pasado ya dos años. Y casi dos años y medio desde que Vox pasara a formar parte de nuestro paisaje político acumulando representación en parlamentos e incluso condicionando la gobernabilidad de algunos territorios. ¿Se ha normalizado la presencia de la extrema derecha? Para Pablo Simón, politólogo y editor de Politikón, no hay duda. “Vox ya ha emergido, lleva dos años diciendo las barbaridades que dice y por eso cada vez sorprenden menos. Sus posiciones no son ningún secreto. Y por eso el efecto miedo tiene un impacto más limitado”.

Esa pérdida de impacto del miedo es constatable también con los datos en la mano. El propio Simón recuerda que “si comparas las elecciones generales del 28 de abril de 2019 con la repetición del 10 de noviembre ya se nota. En abril el temor a la extrema derecha fue leitmotiv de la campaña de la izquierda y sirvió como canalizador del voto útil, hubo muchísima movilización. En noviembre Vox acabó siendo tercera fuerza y se asumió con normalidad”.

Hay quien también señala directamente al PP en ese proceso de normalización. Es el caso de Pablo Perpinya, director de campaña de Más Madrid: “La propia Ayuso reconoce que se sentiría cómoda gobernando con ellos. Y hasta cierto punto es normal, han sido compañeros de partido. Vox no es más que un brazo particularmente activo de la derecha de toda la vida”.

La normalización del discurso

Durante la actual campaña electoral del 4 de mayo, Vox ha protagonizado incidentes de orden público en Vallecas, ha señalado a menores inmigrantes, ha utilizado cifras falsas en sus mensajes de campaña, ha llamado “rata” a Pablo Iglesias y ha calificado de “amargada” a la candidata de Más Madrid, Mónica García. ¿Cómo es posible que esa forma de hacer política tenga un impacto limitado en la movilización ciudadana y no genere un rechazo masivo? La respuesta la da Raúl Magallón, experto en fake news fake news y profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid: “Hay una normalización de los procesos de desinformación que afectan a todos los ámbitos de la sociedad. Desde la ciencia a, por supuesto, la política”.

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Lo que implica esta explicación es que, antes incluso de que nos hayamos acostumbrado a que la ultraderecha habite en el panorama institucional, se han normalizado sus formas de actuar, de expresarse y de comunicarse. “Por eso ganan fácilmente el combate dialéctico en la calle cada vez entre más gente. Porque desde la provocación, lo irracional o lo identitario es mucho más fácil dar respuestas a problemas complejos que desde los datos, la reflexión o los argumentos”, apunta el profesor.

Magallón pone el ejemplo de las fake news durante la primera ola de la pandemia: “Circularon miles de mensajes de amigos o de familiares por Whatsapp, por Facebook o por Twitter. Todo el mundo los reenviaba cientos de veces. Seguramente con la mejor de las intenciones, pero estaban difundiendo bulos”.

Muchos de esos bulos se hicieron virales. Como el vídeo en el que se denunciaba que el gobierno ocultaba miles de muertos en bolsas de basura o como el tuit que señalaba que los ministros tenían respiradores disponibles en las puertas de sus casas mientras la gente se moría sin ellos en los hospitales. Cargos públicos de Vox y perfiles afines a la extrema derecha en redes sociales difundieron esos bulos. Muchas de las personas que los reenviaron después no eran, probablemente, seguidores de ultraderecha. Aunque, sin saberlo, contribuyeron a la normalización de la mentira como una manera más de hacer política.

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