Diez años del 15M

Isa, Nacho o María, del 15M a las instituciones: "Las ideas de las plazas se discuten hoy en el Consejo de Ministros"

Imagen de archivo de una manifestación del 15M ante el Congreso de los Diputados.

En el año 2011 el salario mínimo interprofesional en España era de 641 euros a jornada completa. Por repartir periódicos en las bocas del metro de Madrid entre las 6 y las 8 de la mañana, a Miguel Ángel le pagaban 102 euros brutos, unos 90 limpios al mes. Algunos días echaba más horas. Algunas veces le pagaban en negro. Tenía 22 años.

Cuando terminaba de trabajar se iba a la facultad a estudiar Sociología. Una mañana de mediados de mayo le llamó la atención la primera página de uno de los periódicos que repartía. Hablaba de indignados, de una acampada en la Puerta del Sol. Y allí se fue. “Fui por curiosidad, a echar un ojo. Me llamó la atención escuchar a tanta gente desconocida hablando de política. Me quedé porque lo que me encontré era justo lo contrario de lo que contaban los periódicos que yo repartía. Aquello no era un grupo de jóvenes aburridos tocándose la nariz”.

A los pocos días de llegar le encargaron la misión de convertirse en “enlace”: ir de comisión en comisión trasladando informaciones logísticas o estratégicas del 15M para sortear a los agentes de la policía que había infiltrados en el campamento: “Por eso no nos comunicábamos por whatsapp, para evitar darle toda la información a la poli que acampaba allí con nosotros. No hacíamos nada ilegal, pero era mejor cubrirse las espaldas por si se complicaban las cosas”.

Se involucró tanto en ese trabajo que muchos días se le olvidaba hasta comer: “Había dos mujeres que algunas tardes me recordaban que no había comido en todo el día. Eran una madre y su hija, ya mayor, que vivían allí en la acampada con nosotros”. Miguel Ángel Cea tiene hoy 32 años, es asesor laboral y está en paro. Ha trabajado de administrativo en un sindicato, en un banco, ha sido camarero. De todo. Antes de empezar la entrevista se disculpa y avisa de que si lo llaman por teléfono tiene que cogerlo. Podría ser una oferta de empleo.

Han pasado diez años y sigue convencido de que el 15M supuso un antes y un después: “Aquello sirvió para romper una barrera que impedía que en este país se hablara de política en la calle. Yo no sabía si mis padres eran de izquierdas o de derechas hasta el 15M. Y nos juntamos para compartir lo que nos pasaba, para hablar de que nos estaban engañando, de que había cosas que se podían hacer diferente.”

"Un proceso destituyente"

Lucía Lois también estuvo en la Puerta del Sol. Es trabajadora social en una ONG de ayuda humanitaria y coincide en esa idea de catarsis colectiva: “Fue el despertar político de una generación a la que le habían explicado que la Historia estaba terminada. Que había dos partidos grandes, una transición modélica y un sistema económico basado en la propiedad privada y en el turismo. Y nos decían que, aunque la crisis lo hubiera arrasado todo, nosotros que éramos las víctimas no teníamos nada que opinar”.

Lucía define como “proceso destituyente” aquella movilización masiva de gentes de todo tipo que se reunieron para denunciar las consecuencias de esa crisis y para señalar sus causas y a los responsables. “Nos plantamos allí para repensarlo todo: qué sistema democrático teníamos, qué sistema de partidos, quién mandaba de verdad, por qué había corrupción y no pasaba nada”.

Precisamente por eso, Óscar Rivas considera injusto decir que todo aquello no tuvo consecuencias: “No solo las tuvo sino que siguen siendo visibles a día de hoy”. Él participó en la manifestación que acabó en Sol el 15 de mayo. Al caer la noche se le ocurrió una cosa. “Le dije a los que estábamos allí que nos quedáramos. Que no se podía perder todo aquello, aquellas vibraciones y aquella emoción. Me acerqué a la policía y les expliqué que pasaríamos la noche allí. Que no nos movíamos”.

En su opinión, se ha “intelectualizado demasiado” el 15M, pero tiene claro que hoy España ha cambiado en muchas cosas gracias a lo que pasó en las plazas: “Del 15M nació una intolerancia a la corrupción que ha marcado a la política y a todo lo que pasó después. Allí nació el 15M paRato, que llevó a un vicepresidente del Gobierno ante los tribunales. Allí nacieron las plataformas antidesahucios. Allí nació una manera de organizarse que aún perdura”.

Óscar no ha tenido después ninguna vinculación con organizaciones políticas, Lucía es militante de base de Más Madrid y Miguel Ángel salió huyendo de IU y de Podemos. “En IU solo me querían para pagar la cuota y mandarme propaganda. De los procesos municipalistas de Podemos me fui un poco espantado al ver a tanta gente tarifando por un trozo del pastel en las listas”. Ninguno de los tres ha desarrollado una carrera política “profesional”.

De las plazas al Consejo de Ministros

Nacho Álvarez, sí. En 2011 era uno de los portavoces de la comisión de economía del 15M y hoy es secretario de Estado de Derechos Sociales en el Gobierno de España: “Lo relevante no es que personalmente hayamos decidido hacer política institucional o no. Lo importante es que parte de aquel movimiento haya llegado a las instituciones y aquellas ideas se discutan hoy en el Consejo de Ministros de este país”.

El también responsable económico de Unidas Podemos cree que el 15M cambió profundamente España: “Surgieron actores políticos nuevos, se tomó una conciencia colectiva ante la corrupción que ha terminado expulsando del Gobierno a los que protagonizaron esa corrupción. El impacto político es enorme”. Y pone ejemplos concretos: “Yo me acuerdo de que en la comisión de economía de la Puerta del Sol discutíamos sobre los recortes. En el Gobierno acabamos de revertir los recortes del PP en ayuda a la dependencia y se ha subido el salario mínimo un 23%. Todo eso viene del 15M, que fue una respuesta a la gestión de una crisis que hizo pagar las consecuencias a los ciudadanos. En la crisis del coronavirus se ha hecho justo lo contrario”.

Isa Serra estudiaba en Roma en 2011 y cuando vio los periódicos españoles de mediados del mes de mayo cogió el primer vuelo a Madrid y se fue a Sol: “La primera vez que llegué a la plaza tuve la sensación de que habían conseguido parar el reloj del país. Todo el mundo nos miraba, todo el mundo estaba pendiente de lo que decíamos y de lo que pedíamos”.

Ahora es diputada en la Asamblea de Madrid y miembro de la dirección de Podemos. Explica lo que pasó hace diez años como “la expresión del rechazo a una clase política que no protegía los intereses de la gente y que trabajaba al servicio de los poderosos”. Su análisis es que, de aquella indignación, nació algo nuevo: “Aquello se convirtió en una demanda de hacer las cosas de otra forma. En una mayor exigencia a los políticos en su quehacer diario. Ahora hay primarias en todos los partidos, por ejemplo. Y esa demanda se concretó después en la llamada nueva política, de la que Podemos forma parte”.

Diez años del 15M, el movimiento que cuestionó el sistema político español de arriba a abajo

María Pastor tenía dos trabajos a media jornada en 2011. Por la mañana, como trabajadora social en una asociación de pacientes con enfermedades mentales. Por la tarde, en una beca de orientación profesional. Por las noches, se iba a la acampada: “Fui por la sensación de abandono. Era una impotencia no sentirme representada por nadie ni sentir que a nadie le preocupaba mi falta de oportunidades”.

Ella también es hoy diputada en la asamblea madrileña por Más Madrid. Su conclusión, a diez años vista, es que el 15M enseñó “que es posible transformar las cosas de manera colectiva. Lo que nació en las plazas luego se fue a los barrios y de los barrios nacieron movimientos municipalistas que acabaron gobernando los ayuntamientos más importantes de este país. Y vinieron la PAH y la marea blanca y también el 8-M”.

Miguel Ángel, Lucía, Óscar, Nacho, Isa y María coinciden en dos cosas. La primera, que sin el 15 de mayo de 2011 en este país no hubieran cambiado muchas cosas. La segunda, que la mayor parte de los objetivos que se plantearon en las plazas están aún por alcanzarse. Miguel Ángel recuerda que, cuando se levantó el campamento, las dos mujeres que le recordaban por las tardes que tenía que comer no querían marcharse. “No lo sabíamos pero las habían desahuciado el 13 de mayo y habían llegado allí para refugiarse porque no tenían dónde ir. Hace diez años de eso, pero esta misma semana también se ha desahuciado a gente en mi barrio. Eso es frustrante”. Al menos, cuando suene el teléfono nadie podrá ofrecerle un trabajo de 90 euros al mes como el de entonces. El salario mínimo hoy está en 950.

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