Cumbre del clima de Glasgow

El primer borrador de la COP26 llama a eliminar el apoyo a combustibles fósiles pero sigue cojo en justicia climática

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Durante la madrugada del martes al miércoles, la presidencia de la cumbre del clima de Glasgow, que le corresponde a Reino Unido, publicó un primer borrador de acuerdo final. No es definitivo, como es obvio, y probablemente, como ha pasado en otros encuentros, sea mucho menos ambicioso que el texto que se pueda pactar en unos días, pero sí es un buen reflejo del estado de las negociaciones. La propuesta es razonable, según varios observadores, en términos de mitigación: llama a los países a mejorar sus objetivos a corto plazo antes de 2022, ante la abrumadora evidencia de que la actuación temprana es vital para evitar el caos. Sin embargo, los países emergentes y vulnerables llevan un mes reclamando más y mejor financiación para los retos que tienen que afrontar, y el texto sobre la mesa no está a la altura.

Por otro lado, una novedad positiva, que reconocen hasta los activistas más exigentes: por primera vez desde hace años, el documento "llama a las partes a acelerar el fin del carbón y los subsidios a los combustibles fósiles". Es llamativo que una mención al petróleo, al gas o al carbón en un acuerdo de una cumbre del clima sea una novedad, pero el listón está bajo. Sin embargo, la redacción es genérica y corre peligro por la presión de países como Arabia Saudí (potencia petrolera) o Australia (adicta al carbón y ya clásico boicoteador), según alertó durante la mañana del miércoles la directora de Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan. "Esperamos que esta mención se mantenga, fortalezca y amplie a la necesaria desaparición de todos los combustibles fósiles en las próximas décadas", afirma Ecologistas en Acción. 

En cuanto a la mitigación, la propuesta de acuerdo llama a revisar durante el año que viene los objetivos a 2030 y a mantener una cumbre de alto nivel antes de la próxima cumbre para mejorar las metas nacionales. Sin embargo, tanto las economías emergentes (China, India, Brasil) como las más vulnerables (África, naciones insulares) han repetido en numerosas ocasiones que no permitirán una obligación para actualizar sus contribuciones si no se aborda de manera satisfactoria la financiación. Es una cuestión de justicia: los países desarrollados son los más culpables del cambio climático y tienen que ser tanto los que más esfuerzos hagan como los que aporten recursos al resto para ejecutar las transformaciones necesarias. Y eso no ha pasado. 

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El texto "acoge con satisfacción" las promesas de los países desarrollados que mejoran esta financiación. Pero se limita a "reconocer, con arrepentimiento" (sic) que el objetivo de aportar 100.000 millones de dólares anuales de 2020 a 2025 no se ha cumplido, y urge a hacerlo en 2023 pero sin ninguna obligación concreta. En cuanto al apartado de "pérdidas y daños", analizado aquí, que pretende dar recursos a los países que ya están sufriendo la subida del nivel del mar o el impacto de huracanes, ciclones e inundaciones más fuertes... no hay cifra sobre la mesa y el texto reconoce que las negociaciones siguen su curso, aunque el lunes, el día dedicado a ello, no se produjo ningún anuncio significativo. 

"Los países del Norte global deben de asumir la responsabilidad colectiva de proveer de los recursos que sean necesarios. Es inadmisible un borrador de texto tan de mínimos como el que han presentado esta madrugada", asegura el responsable climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz. Desde los países más pobres, el enfoque es similar. Al habla Mohamed Adow, director de Powershift Africa: "El texto es muy pobre en los apartados que abordan las demandas clave de los países vulnerables. Sobre la ayuda a estos países para adaptarse a los impactos climáticos y hacer frente a las pérdidas y daños permanentes, la redacción es confusa y vaga. Ni siquiera se menciona la fecha límite para los 100.000 millones de dólares prometidos de financiación climática de los países ricos". 

Varias revelaciones conocidas durante la segunda semana de la cumbre del clima desanimaron a los pocos optimistas que quedan en la acción climática. Por un lado, Climate Action Tracker enmendó la plana a las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía: las promesas actuales, tanto a corto como a largo plazo, siguen siendo incompatibles con la meta del Acuerdo de París y nos llevan a 2,4 grados de calentamiento global a finales de siglo. Pero no solo basta con promesas firmes: también son necesarias políticas realistas acordes a esos objetivos. Y, por otro lado, una investigación de The Washington Post mostró que esos compromisos están basados en datos irreales, sobreestimando la capacidad de absorción de carbono de los bosques y la tierra. El margen entre lo estimado y lo real es equivalente a las emisiones de toda China. La COP26 necesita un giro radical para estar a la altura del reto.

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