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La Pequeña Edad de Hielo, la última vez que La Tierra se enfrió más de la cuenta

Pieter Brueghel el Viejo pintó, en 1565, Paisaje de invierno con patinadores y trampa para pájaros. La obra retrata una escena de la vida cotidiana en una aldea —casi con total seguridad— cercana a Amberes (Bélgica). La nieve y el hielo cubren las calles, los tejados de las casas y las copas de los árboles. En otras palabras, en el cuadro de Brueghel hace frío y fuera de él, en aquel invierno del siglo XVI, también. Desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX (aunque la NASA sitúa el período entre el XVII y el XIX), en la Tierra —especialmente, en el Hemisferio Norte— tuvo lugar la denominada Pequeña Edad de Hielo, el último gran proceso climático a escala planetaria, previo al actual calentamiento global, tal y como explican J.J. González Trueba, R. Martín Moreno y E. Serrano en su trabajo El glaciarismo de la Pequeña Edad de Hielo en las montañas ibéricas. Se trata de un período en el que varios factores produjeron un descenso drástico de las temperaturas que condicionó sobremanera la vida de los pobladores de varias regiones del globo. En los últimos tiempos se había especulado con que el planeta pudiera tener que enfrentarse a una Segunda Pequeña Edad de Hielo, pero los científicos de la NASA lo han desmentido: aunque se da alguna de las condiciones para que sucediese de nuevo, no se espera, ni mucho menos, una glaciación inminente en la Tierra.

Pero, ¿qué sucedió en el siglo XIV para desencadenar un cambio climático tan radical? Hay dos factores que, a todas luces, se combinaron para generar el último gran período de glaciación global: un aumento en la actividad volcánica y una disminución en el calentamiento solar. Es la combinación perfecta para que se produzca un descenso en las temperaturas. Por una parte, el Sol emite menos calor que de costumbre, un fenómeno que se conoce como como Gran Mínimo Solar —el que tuvo lugar entre 1645 y 1715 recibió el nombre de Mínimo de MaunderMínimo de Maunder— y que se da cuando la estrella presenta menos manchas solares de la cuenta (y, por tanto, menos energía). Por la otra, el planeta experimentó a lo largo de este período una intensa actividad volcánica. Cuando esto sucede, una parte de las cenizas de las erupciones llegan hasta la atmósfera, lo que crea una especie de capa que impide que los rayos de Sol penetren con la misma claridad que en condiciones normales. Con todo, la ya de por sí menor potencia del Sol sumada a la barrera de cenizas volcánicas fueron el escenario perfecto para una Pequeña Edad de Hielo.

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“Lo que ha pasado estos días es una nevada, una ola de frío, y punto”, comenta un vecino en el barrio de Chamberí, “lo que pasa es que, como es lógico, en España no estamos acostumbrados y se colapsa todo”. Y tiene razón. Sin embargo, no fue así toda la vida, especialmente durante el período comprendido entre los siglos XVI y XIX, cuando se registraron “nevadas intensas y un aumento del frío en muchas ciudades españolas”, según González Trueba, Martín Moreno y Serrano. Además, también se formaron glaciares en varias cadenas montañosas, sobre todo en los Pirineos y —quizás lo más curioso— el río Ebro se congeló diversas veces a su paso por Tortosa (Cataluña).

La NASA disipa dudas: no hay peligro de Segunda Pequeña Glaciación

En las próximas décadas, el Sol va a emitir menos energía que ahora. Lo dice la propia NASA y ahí no cabe ninguna duda. Es más, algunos científicos advierten que “la magnitud relativamente pequeña del último ciclo solar es el preludio para un nuevo Gran Mínimo Solar”, algo parecido a lo que sucedió durante la Pequeña Edad de Hielo. No obstante, estas previsiones no han hecho saltar las alarmas de la agencia, que en un artículo fechado en mayo de 2020 explica que “un nuevo Gran Mínimo Solar serviría solo para contrarrestar unos pocos años el calentamiento climático ocasionado por la actividad humana”. Dicho de otro modo, “el calentamiento provocado por la emisión de gases de efecto invernadero es seis veces mayor que el enfriamiento correspondiente a décadas de un Gran Mínimo Solar prolongado”. El efecto del ser humano en el calentamiento del planeta es tan potente que, y esto también lo asegura la NASA, incluso si ese Gran Mínimo Solar durara un siglo, la temperatura global de La Tierra continuaría elevándose. Con todo, no hay riesgo de glaciación —cuando menos, de forma inminente— y, una vez retirado el hielo de estos días, los madrileños podrán volver a guardar las palas quitanieves en el baúl.

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