Sala de visionado

El serieadicto contemporáneo

La aplicación de Netflix en un dispositivo móvil.

Esta columna está dedicada exclusivamente a los serieadictos. La edad avanzada que ya tengo no tiene ventaja alguna. Madurar es una desgracia. No nos engañemos. De lo poco positivo que tiene, está al menos el melancólico recuerdo de lo disfrutado tiempo atrás. Y eso para un serieadicto tiene su valor. Tengo los años suficientes para poder asegurar que he visto, en su momento, con permanente pasión, todas y cada una de las series destacables de la historia de la televisión. Y las he disfrutado. Reconozco mi fanatismo total por las norteamericanas desde los años 60. Haber dedicado miles de horas de mi vida a ver series, sobre todo americanas, es algo de lo que no me arrepiento. El problema de ser adicto hoy en día es que la producción es tan grande que si pretendes seguirlas todas no te queda tiempo para vivir. Otra cosa que aprendes con la edad es que hay muchas experiencias que tampoco pasa nada por no vivirlas.

2015 ha sido sin duda el mejor año de la historia de las series en el mundo. También lo fue el 2014. Y antes el 2013. Así ha sido durante los últimos cinco años. Y casi seguro que el 2016 renovará el título de mejor año de la historia. Todo esto tiene una explicación. La producción de series de alta calidad ha conocido un extraordinario impulso en los últimos tiempos. El motor de esta industria mundial es indiscutiblemente Estados Unidos. Y ha sido allí, donde la televisión ha sufrido un terremoto de alta escala cuyo epicentro está geolocalizado con total exactitud en la producción de nuevas series.

El estallido del mercado de la televisión de pago ha supuesto la mayor y mejor revolución que ha conocido el medio desde los años 80. Ha permitido la llegada de una nueva fuente de financiación sin implicación alguna con la publicidad. Es una fuente de ingresos más libre, sin dependencia con intereses ajenos a la pura capacidad expresiva de los contenidos. La relación entre el suscriptor que paga y el creador de los contenidos es más directa. No hay complicados intereses de por medio. Únicamente la mayor o menor habilidad de los directivos encargados de seleccionar qué se va a producir en cada momento.

El boom que ha supuesto la eclosión de Netflix ha sido el detonante principal. Una antigua compañía de alquiler de películas transformada en una plataforma de OTT (Over The Top) que facilita desde cualquier dispositivo audiovisual acceder a miles de horas de contenidos. Su producto estrella son sus series originales que empezaron con House of Cards hace un par de años. El éxito de su apuesta ha coincidido con el tremendo impulso que en los años anteriores le habían dado a este formato los canales de cable más importantes de EEUU, con HBO a la cabeza. Descubrieron, para arrastrar nuevos suscriptores a la TV de pago, la necesidad de dar mucho más que cine y deporte.

‘Master of none’ (Netflix)

La televisión se ha transformado por completo. En España aún no somos conscientes debido al enorme retraso que las compañías de telecomunicaciones llevan respecto a otros países. Las guerras por el control del mercado de telefonía y del acceso a la banda ancha de Internet han sido su prioridad años atrás. En los últimos tiempos, la situación ha empezado a cambiar y por fin parece que Telefónica está dispuesta a impulsar Movistar+ en serio.Movistar+ De Vodafone-Ono y Orange aún no se conocen estrategias de competencia real en el ámbito televisivo. Habrá que dar un margen de confianza.

Así que ya ha arrancado el 2016. Uno de los grandes cambios introducidos en el nuevo mercado audiovisual es la desaparición del clásico concepto de temporada. La TV de pago necesita estrenar producto durante todo el año para mantener y atraer nuevos clientes. Este fenómeno cada vez afecta más a las cadenas convencionales en abierto que tienden a romper el tradicional modelo de estrenar en septiembre como arranque de temporada y retocar en enero los huecos de rejilla que necesitan sustitución.

Otra gran novedad es el número de episodios de cada serie por año. Convencionalmente, en EEUU se producían 22 episodios cada temporada. Las plataformas de pago prefieren apostar por temporadas más cortas, de 10 episodios, y que estén disponible al completo para competir con el cada vez más obsoleto estreno de un nuevo capítulo cada semana. De esta manera se aportan dos valores decisivos para el teleadicto. Por un lado, se satisface el consumo en Binge TV, término extendido en los últimos tiempos y que hace referencia al placer del atracón televisivo que te pegas cuando puedes pasar un fin de semana o una noche de insomnio sentado frente a la tele consumiendo uno tras otro episodios de tu serie favorita. Y, en segundo lugar, el placer de la renovación permanente. De poderte ver cada semana una serie completa distinta, alternando las nuevas temporadas de tus preferidas con las novedades que van apareciendo.

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