Talento a la fuga

“En España la idea de trabajar y hacer Ciencia gratis está excesivamente arraigada”

“En España la idea de trabajar y hacer Ciencia gratis está excesivamente arraigada”

“Si no me quieren en España, en algún sitio me querrán”. Lo dice Virginia Aparicio, una joven profesora universitaria que vive ahora en Ámsterdam (Holanda), la ciudad en la que tendrá que permanecer al menos quince meses, el tiempo que dura parte de la beca postdoctoral de la que disfruta ahora y que le obligará a regresar a España para terminar su proyecto de investigación. Después, intentará hacerse un hueco definitivo en la Universidad española, a pesar de que intuye que se encontrará con la precariedad de una institución en la que apenas se ha producido un remplazo generacional desde que se inició la crisis y en la que, dice, se ha creado una especie de “fosa común” donde un número cada vez mayor de doctores acreditados aguarda su plaza. Virginia reconoce que su decisión de quedarse en España supondrá, probablemente, trabajar en “unas condiciones peores” hasta encontrar su sitio, uno de los motivos “por los que al final, el talento se acaba yendo”.

“No me da miedo salir de España. Creo que puedo ser feliz en cualquier país que me aprecie y en el que pueda desarrollar mi carrera profesional”, reflexiona Virginia, que acumula estancias como investigadora en Suecia, Hungría, Marruecos y Holanda y que, a pesar de tener un currículum brillante asentado sobre una licenciatura en Ciencias del Deporte y dos tesis doctorales internacionales en el área de la salud, deja entrever el mismo halo de incertidumbre que el de los cientos de investigadores que, como ella, ven una España en la que la idea de “trabajar y hacer ciencia gratis” está excesivamente arraigada. “Eso de que tenemos que sacar los proyectos adelante por amor a la ciencia está demasiado asumido”, remacha. “Una circunstancia que en otros países apenas se produce”, explica.

“Es raro ver a un holandés o a un americano diciendo que tiene que marcharse de estancia”

Tampoco es tan habitual la exigencia de traspasar las fronteras en la profesión investigadora en otros países, según indica. “No es común ver, por ejemplo, a un holandés o un americano diciendo que tiene que marcharse de estancia. En otros lugares no existe la necesidad de completar tu formación en el extranjero porque tienen centros de investigación y universidades potentes. Eso es algo muy español”, explica. ¿Hace esta circunstancia mejores o más competitivos a los españoles? No lo sabe, de lo que sí está segura es de que contribuye a mejorar, rejuvenecer e implantar nuevos modelos de trabajo en la universidad española, anquilosada, según indica, en una estructura organizacional excesivamente rígida y jerarquizada en la que apenas hay espacio para la independencia del investigador.

“¿Qué es lo que he observado yo en Suecia y en Holanda? Que hay otras formas de trabajar mucho más horizontales, que funcionan mejor y que potencian la productividad, el rendimiento y la satisfacción del equipo de trabajo". Y en este sentido, Virginia ve en la salida de tantos profesionales una oportunidad para transformar fórmulas de trabajo cuando retornen. “En el extranjero aprendemos de otras estructuras que quizá nos den la oportunidad de desarrollar”, concluye.

Tras años dedicada a la carrera investigadora y docente, Virginia no puede evitar aplicar su visión científica para diseccionar los males que aquejan a la universidad y la investigación. Males que, como explica, son los mismos que sufre la generalidad de nuestro mercado laboral. La desconfianza en los empleados, la rigidez de las estructuras productivas, la falta de colaboración y la precarización de la mano de obra son algunos de los problemas con los que nuestros investigadores, como cualquier otro trabajador español, se encuentran a la hora de desarrollar su carrera.

Su experiencia en otros países la lleva a apostar por un modelo que deja espacio para que el trabajador disponga libremente cómo organizarse, con la mira puesta en los objetivos: “Confío mucho en el modelo holandés y escandinavo en general y en su forma de entender la investigación. En Suecia, la jornada laboral es ya de seis horas, y en Holanda no se matan a trabajar pero son mucho más productivos. Yo llego a la hora que quiero y me marcho a la hora que quiero porque se da por hecho que buscaré la forma que mejor se adecue a mi rendimiento”.

“En España hay que ser un Superman”

Apuesta, en definitiva, por un modelo que además prime la especialización frente a la extenuante diversidad de tareas que se exige a los profesores universitarios españoles: “En España hay que ser superman o superwoman. Una persona que trabaja en la universidad tiene que ser investigador, docente, gestor, estadístico y buen comunicador. Y hay personas que son muy buenas en investigación, pero luego tienen menor capacidad pedagógica, y hay otras que son muy buenos docentes, pero que sin embargo no les apasiona tanto la investigación. Y a pesar de que esto es algo evidente y que cae por su propio peso, siguen sin diferenciarse los distintos perfiles profesionales que saquen lo mejor de cada uno dentro de la universidad”.

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Virginia, de momento, no sabe si logrará hacerse con una plaza definitiva en la universidad, pero sí que le costará alcanzar su objetivo cuando aterrice de nuevo en su país natal: “He estado dieciséis meses en Suecia, cuatro meses en Hungría, dos meses en Marruecos y ahora voy a permanecer quince meses en Holanda, y aún me sugerían en una evaluación que todavía me tenía que mover un poco más y que me quedaba trayectoria”, explica con la misma ironía con la que da cuenta de cómo con 33 años y tras diez como investigadora, dos doctorados internacionales, la intervención en una veintena de proyectos de investigación y la dirección de dos, además de ser miembro del comité evaluador de revistas internacionales, no han bastado para consolidar su posición en una universidad española en la que se ha impuesto una “tasa de reposición” mínima  y unos recortes presupuestarios que, como en su caso, han dejado a miles de investigadores con sus respectivos proyectos en un purgatorio profesional del que no ven más salida que la marcha al extranjero: “Si das por sentado que los investigadores son mano de obra barata, llegará un momento en que digan 'hasta aquí hemos llegado'. Y si se les valora en Suecia o en EEUU, no se quedarán en España porque, no solo el salario es muy bajo, sino que el reconocimiento a nivel profesional y social también lo es”.

“Se está haciendo una fosa común en la que están cayendo todos”

Mientras tanto, denuncia, los científicos españoles permanecen en “una especie de tierra de nadie donde están todos los doctores acreditados a ayudantes, contratados o incluso titulares de universidad esperando a que saquen plazas. Se está haciendo una especie de fosa común donde van cayendo todos, donde la gente que acaba su beca postdoctoral no tiene salida”. Con la tasa de reposición universitaria limitada hasta el 10% en los peores momentos de la crisis, y solo remontada recientemente hasta un “insuficiente” 50%, Virginia contempla el futuro de la universidad con pesimismo: “Nuestras universidades están envejeciendo y eso es un problema muy serio. Una institución de esta importancia sin la motivación, la frescura y la pasión que da la juventud, está condenada a ir perdiendo puestos conforme pasen los años. Mi pronóstico es que como no se incorpore a la gente joven, si no se mejora esa tasa de reposición de personal, vamos a empezar a bajar en los ranking –que ya estaban mal– porque la gente que investiga, crea, innova y llega con fuerza y ganas, es la gente joven. No esperes que te levanten una universidad los catedráticos, porque no va a ser a así”.

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