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Talento a la fuga

“No quería volver a casa de mi madre y tener que pedirle dinero hasta para tabaco”

“No quería volver a casa de mi madre y tener que pedirle dinero hasta para tabaco”

Regresar a casa de tus padres cuando ya te has emancipado es una decisión casi insoportable, por eso, Victoria García, una granadina de 31 años, decidió hacer las maletas cuando el paro y la precariedad laboral apenas le dejaron otra opción. “Pensé que no era lo mío eso de volver a casa de mi madre con 30 años y tener que pedirle dinero hasta para tabaco”, dice. Así que hizo su maleta y puso rumbo a Inglaterra, el país que la acoge desde el verano de 2014 y del que, de momento, no piensa regresar.

Antigua estudiante de Derecho y Técnico Superior en Integración Social (FP de grado superior), Victoria traspasó las fronteras de su país con la única disposición de trabajar “de lo que fuera”, aunque ello significara renunciar a toda la experiencia laboral que había acumulado en su ámbito profesional. “En España empecé a trabajar en un centro de atención a niños con síndrome de Down y de adultos con deficiencias motrices, luego en la prisión de Albolote (Granada), en un programa social que el Gobierno también cerró, y finalmente estuve trabajando en un centro de salud de unas instalaciones deportivas de Granada”, explica. Después, y entrada ya la crisis, siguió intentando encontrar otro empleo, pero su empeño se vio truncado por los recortes de un sector que, centrado en la integración social de los más desfavorecidos, ya había entrado en la espiral de hachazos impulsados por el Gobierno y las administraciones.

Con el ánimo mermado por la incertidumbre de quien se enfrenta a un terreno y experiencia desconocidos, Victoria se decantó primero por Londres, una de las ciudades europeas que se ha perfilado como destino preferente de la emigración española. Sin embargo, y aunque allí se encontró con numerosos compatriotas, su estancia en la capital fue breve: “Estuve solo una semana. En seguida mi primo me sugirió que me mudase a Bournemouth, una ciudad del sur con playa y mejor tiempo”, explica. Así que volvió a hacer las maletas. Allí tardó una hora en encontrar un empleo en hostelería que más tarde dejaría por otro en la recepción de un hotel.

“Siempre digo que el que no trabaja en Inglaterra es porque no quiere, porque trabajo hay, aunque claro, unos son mejores y otros peores”, aclara. Este primer contacto con el mundo laboral británico le ayudó a mejorar su inglés y a ampliar sus aspiraciones profesionales: “Cuando mejoré el idioma, dejé el hotel y empecé a buscar de lo mío. Me preparaba las entrevistas en inglés a conciencia hasta que al final encontré el trabajo en el que estoy ahora y donde llevo ya siete meses”.

“Soy licenciado y limpio baños en Londres”

Ahora, esta joven granadina trabaja en un centro especializado en la atención de niños autistas. Y aunque todavía no puede presumir de unas condiciones laborales y salariales envidiables, tal y como reconoce, en su tono se atisba la satisfacción de haber logrado el sueño de dedicarse a aquello para lo que se formó. “En España con lo que gano viviría bien, pero aquí voy justita”, asegura. No obstante, Victoria encara el día a día con el ánimo de que sus perspectivas laborales vayan a más: “Estoy a punto de convalidar mi título aquí. Y en unos pocos meses sí que podré a aspirar a un puesto algo superior, porque esta empresa ofrece puestos de promoción interna”.

Con todo, Victoria no deja pasar la ocasión para poner en valor la dureza de un trabajo que desempeña en jornadas de 12 horas, pero al que se entrega con una gran satisfacción personal. “Trabajar con niños autistas es tan bonito como en ocasiones difícil”, señala. “Yo estoy con ellos desde que se levantan por la mañana, para lavarlos y vestirlos, pasando por su periodo de enseñanza, hasta que se acuestan”, explica. Una labor, que asegura, pocos ingleses están dispuestos a aceptar. “Donde estoy, te puedo decir que de cada tres empleados, dos son españoles. Es un puesto que los locales no quieren hacer porque son muchísimas horas, son difíciles, y al final cobras poco”, expone. Y aprovecha para advertir que lo mismo sucede con la sanidad, donde cada vez es más amplio el número de españoles trabajando. “Entre los enfermeros es difícil no encontrarte con algún español”, asevera.

Aunque por ahora Victoria no se ha planteado el regreso, continúa ojeando las ofertas laborales de su sector con la esperanza de regresar algún día, como tantos otros compatriotas que, según indica, comparten ese anhelo. Sabe que ese no es su sitio, pero de momento sigue mirando a España con el pesimismo de alguien que se vio forzado a marchar: “Desde aquí todo se ve igual. Miro a veces lo que se oferta de mi especialidad y sigue sin haber nada. No entra en mi cabeza volver sin trabajo”.

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