Talento a la fuga

“Me da muchísima pena por mi familia y amigos, pero no veo ningún futuro para España”

“Primero me fui de Erasmus y a partir de ahí empecé lo que suelo llamar 'mi ruta del emigrante' de Sur a Norte”, asegura Ignacio, un ingeniero informático de 29 años cuyo itinerario laboral ya ha hecho escala en Italia, Reino Unido e Irlanda, donde finalmente ha recalado en una de las principales firmas financieras del mundo. Y pese a que se sabe de una rama profesional que registra una alta tasa de ocupación en España, reconoce que se marchó para escapar de las largas jornadas de trabajo y las precarias condiciones laborales que también afectan a los informáticos. Implicado en movimientos sociales como Marea Granate, Ignacio da muestras de su apoyo a los compatriotas que peor lo están pasando. Aquellos que, como afirma, no han dejado a su familia y amigos por una mejor oportunidad laboral, sino simplemente para “poder comer todos los días”. Desde la capital irlandesa, la ciudad que se ha convertido en “el Silicon Valley europeo”, Ignacio detalla para infoLibre su experiencia en un país que, pese a la crisis económica sufrida, no ha dejado de apostar por la I+D+i como modelo de desarrollo.

Informático de profesión, Ignacio siempre confió en que al terminar su carrera esquivaría los golpes que la crisis económica estaba propinando sobre la España de los más de cinco millones de parados. Pero seis meses como becario en una de las principales empresas de telefonía española, bastaron para hacerle ver que ni los informáticos, con una de las tasas de ocupación más altas, sortearían los zarpazos de la precariedad que trajo consigo la reforma laboral. “Hay trabajo, pero sin ninguna calidad”, admite Ignacio, que no tardó en poner rumbo al norte con la intención de evitar las largas jornadas a las que dice, se enfrentan sus compañeros de promoción. “Ninguno de mis compañeros de facultad es 'mileurista', sin embargo, la calidad del trabajo y su valoración está muchísimo peor. Además, tengo compañeros que salen a las nueve de la noche como regla, lo que no te deja tiempo para disfrutar de tu vida. También somos personas, y el reto es compatibilizar tu tiempo de trabajo con tu vida personal. No pueden ser ámbitos separados”, concluye.

“Lo cierto es que Dublín se ha convertido en un auténtico paraíso para los ingenieros informáticos” afirma Ignacio, que hace tres años se vio atraído por las condiciones laborales que le ofrecía la capital europea, convertida ahora en sede de las grandes multinacionales de la tecnología. “Debido a que el impuesto de sociedades es tan bajo, todos los gigantes informáticos se han ido a Dublín”, explica. Una realidad que sitúa a Irlanda en la lista de los señalados como “paraísos fiscales” , y que la ha convertido en un verdadero imán para el sector de los informáticos españoles. “Aquí hay muchas oportunidades muy bien pagadas, y sobre todo muy bien valoradas en todos los niveles, así que para una carrera como la mía es ideal profesionalmente”, expone al tiempo que no duda en contraponer la situación laboral irlandesa y española. “Mira los horarios españoles: Gimnasios que abren hasta las doce de la noche porque la gente termina de trabajar a esas horas. El no tener tiempo para ti mismo no solo genera frustración, sino que termina por afectar a la productividad. Eso es impensable aquí en Irlanda”.

Con sus luces y sus sombras, Irlanda ha hecho junto con la reducción fiscal para las grandes multinacionales, una apuesta por la I+D+i que ha salvado una economía que, tras el estallido de su burbuja inmobiliaria, se vio abocada al rescate financiero. “Se ha notado mucho la apuesta por las nuevas tecnologías y la investigación, que han dado un mayor espacio a ingenieros”, explica. Un hecho que, como indica, contrasta con la situación española. “En España, sin embargo, es lo primero en lo que se recortó, tanto en la empresa privada como desde el Estado. Eso hace que se note mucho la diferencia”, concluye.

A pesar de que Ignacio reconoce haber hallado una buena posición en el mercado laboral irlandés, se muestra sensible con aquellos compatriotas que todavía no han recibido ni la misma suerte, ni el reconocimiento profesional que se merecen. Para ellos reclama el título de emigrantes forzados a marchar, una figura en la que él no se reconoce: “Sería una falta de respeto que me pusiera en el mismo grupo que aquellos que han tenido que salir simplemente para poder comer”, manifiesta. Como miembro del movimiento Marea Granate, ha participado en la denuncia de las terribles condiciones de abuso y explotación que han sufrido parte de las au pairs españolas que han buscado una oportunidad lejos de sus fronteras: “He visto chicas con una o dos carreras, con un máster, gente competente convertirse en un cero a la izquierda solo por no tener empleo y no estar en su país”, protesta.

A este empleado de una importante entidad financiera tampoco se le escapan los datos macroeconómicos que le llegan de todas partes del mundo, unos datos que lo acercan a la realidad económica española, cuya recuperación, dice, se asienta en una endeble base: “No solo no me creo el discurso de la recuperación, es que es inexistente. Es solamente una recuperación de factores de mercado global. No tiene nada que ver con nosotros ni con el nuevo modelo laboral”. Y advierte: “Lo primero que se ha recortado es en investigación y desarrollo. Cuando esos factores externos de recuperación se esfumen, volverá la crisis, la recesión y el desempleo. Pero el estado social se ha recortado tanto, que para entonces ya no quedará ningún colchón para soportarla”. Su conclusión es rotunda: “Me da muchísima pena por mi familia y amigos, pero no veo ningún futuro para España”.

Durante los más de tres años pasados en el extranjero, Ignacio no ha dejado de luchar ni un momento por “una vida normal” tanto para él como para aquellos que han salido de las fronteras españolas en busca de una oportunidad. Implicado en la plataforma Marea Granate, protesta por las trabas a las que se ha visto sometido el voto exterior, una circunstancia de la que también dice haber sido víctima. “Me siento robado, lo ponen prácticamente imposible. Cada uno debería ser libre de votar para poder participar de un país mejor y más justo. Es un lujo histórico poder votar y decidir tu futuro”.

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