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“En realidad no me ha importado ninguna de las obsesiones que he aparentado padecer”

Vila-Matas: 'En realidad no me han importado ninguna de las obsesiones que he aparentado padecer'

Jorge Carrión / Sagar Forniés

¿Recuerdas qué preguntabas cuando comenzaste a escribir?

Durante la escritura de mi primer libro estaba en un cuartel en Melilla y por las tardes escribía de forma clandestina, solo me planteaba entretenerme. En el segundo aparecieron muchos problemas, sobre todo de estructura, que están contados irónicamente en París no se acaba nunca.

¿Cómo los superaste?

Al principio, busqué un faro donde guiarme… luego tienes tu propio método. El libro con en que me orienté fue Pálido Fuego de Nabokov, donde las notas construían la historia. Las convertí en un aliciente de la narración que completaban el libro y formaban parte del relato.

En París no se acaba nunca te cuestionas cuál es tu tradición, qué significa Europa, unas preguntas que marcan toda tu obra profundamente. ¿Las tienes presentes desde tus inicios o llegan después?París no se acabanunca

Llegan muchísimo después. Recuerdo que Capote dijo que al principio uno quiere escribir y se entera que para escribir, hay que hacerlo bien. Después se complica cuando descubre que para escribir, es mejor hacerlo muy bien que no bien... Te metes en esto sin saber que es complicadísimo. Y, como en la vida, hay quien empieza antes y quien tarda más en comprender sus propias ideas.

La intuición es tu motor. 

Cuando se presentó Bartleby y compañíaen Alemania, Michael Krüger le dio una importancia al libro tan grande que yo me quedé parado. La verdad, no pensé que el tema fuera tan profundo. Después, con la relectura he comprendido lo que he puesto en juego en mis obras.

El proceso por el que llegas a ciertos temas, ciertos problemas, personajes o conceptos es afín tanto a tu escritura como a tu lectura. ¿Tienes algún sistema?

No tengo una teoría en ese sentido... Creo que hay dos clases de escritores: los que saben lo que van a hacer, como Vargas Llosa, y los que se pierden en un bosque y van saliendo como pueden de él. Mi última novela, Aire de Dylan, por ejemplo, está hecha sin tener ni idea de qué iba a ser o a pasar.

Arriesgado…

Resulta interesante para la estructura, ya que tuve que reorganizarlo todo una vez escrito… cambiar el orden y la aparición de escenas. Cuando lo publiqué, tenía cierto temor porque el anterior libro, Dublinesca, era sólido en cuanto al mensaje, y se entendía.

¿Y ese cambio?

Me molesta que sea tan importante decir: el producto es este y el mensaje es tal… He oído que incluso el título del libro ha de ser descriptivo para que quede claro lo que vendes…

En Chet Baker piensa en su arte dices que te interesa la literatura que no está muy segura de sí misma, que se presenta ante nosotros como un discurso poco estable. 

Hay autores indecisos que exponen sus dudas continuamente, y eso parece crear cierto malestar en mucha gente. Pero a mí me entusiasma. Hay un autor casi desconocido, Sergio Chejfec, que me interesa mucho porque lo que más admiro de él es ese personaje errante que va caminando, cambiando de opinión y contradiciéndose a cada momento… finalmente el libro no trata de nada, sino de una persona que pasea y piensa. Hacer esto tiene sus problemas en el mundo de hoy, porque la gente necesita saber exactamente en la contraportada qué es el libro o recordar algo sobre él para orientarse.

Tu obra sostiene una relación interesante entre ficción y crítica. Aunque sea una parodia de la crítica tradicional o una crítica donde inventas un nuevo modelo. ¿Por qué esa necesidad de inventar formas originales distintas de ejercer algún tipo de crítica directa y convencional?

Mientras decías esto, pensaba que tengo una trayectoria de libros suficiente para mirar atrás. Durante mi recorrido, la crítica ha dicho muchas tonterías y ha cometido errores sobre mi obra, me refiero sobre todo a la española. Pero también hay otros que han percibido ideas de las que yo no era consciente…

¿Algún ejemplo?

Chistopher Domínguez Michael dice que yo sitúo la crítica dentro de la misma ficción, algo poco común en lengua española. Salvando las distancias, argumenta que la ejerzo al modo de Borges, es decir, seleccionando autores de un canon personal lejos del ortodoxo… si Borges lanzó a Stevenson, H.G. Wells y Marcel Schwob, yo también tengo un canon personal, aparte.

En Chet Baker… atacas una vez más al realismo. ¿Ha sido tu enemigo durante toda tu trayectoria?Chet Baker…

No estoy en contra del realismo. Hay un tipo de realismo español campechano, castizo, que lo detesto porque copia todo lo que se ha hecho antes. No crea nada, vive del parasitismo, de aciertos de otros sin mejorar nada y pasa por novedad algo que ya hizo otro mucho mejor.

¿De modo que algo nuevo es posible?

No lo tengo claro porque, al final, las novedades tienen un pasado. Duchamp, por ejemplo, algunas de sus ideas han sido copiadísimas. Además está relacionado con el contexto del arte más contemporáneo… no sé si antes ocurrió, pero uno descubre que ya estaba. Esto no significa que haya que renunciar a lo nuevo, ni mucho menos.

Ahora que lo mencionas, ¿cuál es tu relación con el arte contemporáneo?

Lo sigo más que antes, ya no estoy tan preocupado por escribir únicamente. Acepté participar en Documenta porque significaba entrar en contacto con algo desconocido para mí. Me interesa muchísimo descubrir el arte a través de una obra que no acabo de comprender porque me encuentro con una mirada que no tengo ante la literatura. Es como una mirada inocente, y me encanta porque me permite imaginar lo que es o significa una pieza, aunque al mismo tiempo, recurra a la teoría para entenderla.

Esta relación con el arte contemporáneo empieza con tus proyectos con Sophie Calle.

La colaboración que ella me pidió iba más allá de la literatura y el arte… iba directamente a la vida y eso era peligrosísimo.

¿Por qué?

Sophie Calle me dejó sin poder escribir porque se dedicaba a llevar a la vida lo que yo escribía. Hasta que no lo realizara, yo no podía avanzar y me quedé bloqueado. Si alguien ha conseguido bloquearme durante meses como escritor, algo que tiene mucho mérito, ha sido ella.

¿En qué consistía la idea?

Yo le había escrito que fuera a las Azores a fotografiar a un fantasma y ella tenía que ir a las fotografiarlo en una casa que conozco, junto al mar.

El arte contemporáneo rompe con un lenguaje consolidado durante siglos, ¿crees que ocurre lo mismo con la literatura y la aparición de internet?

Me molesta un poco la actitud de los que dijeron que era una renovación brutal, que comportaba un nuevo lenguaje… yo no lo tengo nada claro. Recuerdo que en mi diario, en mayo de 2002, pone: “Me paso definitivamente al ordenador”. En 11 años, naturalmente he cambiado métodos y maneras de escribir. En esto, el ordenador tiene sus ventajas ya que te atreves a colocar frases que en la máquina de escribir no ponías por miedo a arruinar la página. Ahora puedes corregir con una extrema facilidad. Puede que haya un cambio de lenguaje, pero no lo acabo de ver, ya que por ejemplo las notas a pie de página se pueden concebir a modo de hipervínculos… el problema viene de otro lado.

¿De dónde?

Cada vez se lee menos y me preocupa si la gente está dispuesta a leer 200 páginas con una narración clásica de puntos y aparte, etc. o es mejor simplificarlo como en el formato digital, algo que yo no haría, para que la lectura sea más fácil.

¿Cuál es tu relación con tu página web?

Empezó sin saber qué ocurriría, con solo una página y se ha desarrollado bastante hasta ser infinita. Contiene toda mi bibliografía; los libros están desarrollados uno por uno; he invitado a otros autores a participar; está abierta a colaboraciones porque a veces funciona como revista.

¿Alguna colaboración pendiente interesante?

Eduardo Lago está traduciendo para mi web “Anna Livia Plurabelle”, un fragmento de Finnegans Wake. Ya ha hecho la primera entrega y es algo bastante insólito… ha habido mucha gente interesada e incluso me han escrito preguntando por la segunda entrega.

Esta publicación por entregas recuerda a los capítulos de las series de televisión. ¿Consumes series de ficción?

Me interesan muchísimo para estudiar el lenguaje narrativo. En Aire de Dylan, se nota ese rastro porque hay cierta ficción y ganas de narrar una historia inventada donde sobre todo han influido el cine y las series.

¿Cuáles ves?

Breaking Bad, Mad Men, las más conocidas… la primera me interesa mucho porque emplea un recurso que me gusta utilizar al escribir. Me refiero a ese personaje que empieza de una manera, pero en realidad es otra cosa en potencia, se va transformando hasta que enloquece por completo y al final es un loco absoluto, un asesino, un tipo brutal.

En el prólogo a En un lugar solitario dices que la obsesión por los libros, por la literatura, aparece a causa del vacío lector de tus comienzos. ¿Hasta qué punto la obsesión y la locura son importantes en toda tu obra?

La locura es importante en la literatura porque los personajes muy borrachos o muy locos permiten decir cosas que en un lenguaje tranquilo o correcto no cuajarían. Personalmente, las obsesiones son un pretexto para escribir un libro. Me viene a la cabeza por ejemplo la obsesión por el suicidio de Suicidios ejemplares: una vez escrito el libro, el tema dejó de obsesionarme.

¿Así de fácil?

En realidad no me han importado ninguna de las obsesiones que he aparentado padecer, aunque al mismo tiempo, mi gran obsesión sería la literatura para poder expresarme y saciar mi necesidad de comentar el mundo.

Para acabar, ¿qué preguntas, qué problemas te planteas ahora?

Hasta Exploradores del abismo mi obra se dividió en dos partes. En la primera, creo haber desplegado una intensa indagación sobre el sinsentido. Y en la segunda (en deliberada coincidencia con la tan metaliteraria segunda parte del Quijote) parece que me dediqué a construir un largo comentario que Jordi Llovet calificó de automitográfico. En la etapa tercera en la que probablemente estoy desde Exploradores, busco más que nunca aproximarme a la verdad (siempre hecha, claro, de mis verdades parciales), acercarme a esa verdad que hay en todo camino propio. En el fondo, hacer lo que he hecho siempre: tratar de no traicionarme nunca a mí mismo y trabajar en la oscuridad.

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