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La televisión sigue al mando

La televisión sigue al mando

Mariola Cubells

Hacía tiempo que se me habían acabado todas las ayudas. Mis padres, ya mayores, llevaban varios meses pagando los 540 euros de mi hipoteca. No me salía nada, las expectativas eran muy malas. Recuerdo que estaba en un bar que tenía al fondo la tele puesta. Echaban Españoles en el mundo. Salía un hombre que vivía al norte de Noruega, decía que ganaba 4.000 euros. Se le veía contento al tío. De pronto se tiró al agua de un salto... Y me dije: Paco, allí te tienes que ir”.

Paco es Francisco Zamora, de Murcia. En agosto de 2011, después de tres años en paro, pidió de nuevo dinero a sus padres y se marchó a Bergen con 225 euros en el bolsillo. Otros tantos españoles nombran ese programa cuando se les pregunta por qué eligieron Noruega para salir de la miseria: sus últimas tres entregas dedicadas al país tuvieron más de tres millones de espectadores y el número de españoles inscritos en la Embajada española pasó de 358 en 2010 a 513 en 2011. Tal y como recogió el reportaje sobre este asunto en El País, buena parte de esos españoles tuvo que luchar al llegar con tres cosas de las que no se hablaba en el colorista reportaje de la televisión: el frío tremendo, el idioma y unos precios de escándalo para casi todo, como el alquiler de una sola habitación, por 600 euros.

Valga esta demoledora anécdota (si es que se puede llamar así a la angustiosa situación que aún viven muchos de los españoles que decidieron quedarse en Noruega contra todo pronóstico, y que malviven allí, abrigados, como pueden) para arrancar. ¿Influye la tele? A la vista está que sí. Pero ¿cuánto? Mucho, parece. ¿Es todopoderosa? Podríamos decir que por supuesto. ¿Más que Internet? Sin ningún género de dudas, sí. Lo confirmaba, en un esclarecedor artículo en el número de enero de 2014 de tintaLibre, César Rendueles, doctor en Filosofía y profesor de Sociología de la Universidad Complutense, donde desmitificaba la supuesta influencia determinante de la Red y destacaba la hegemonía de la televisión y la radio.

Veamos algunos datos. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) cerca del 60% de los españoles prefiere informase a través de la televisión y casi el 90% la ve diariamente. El segundo medio es la radio. Y el 99,4% de los hogares españoles tiene televisión. Frente a este dato, otro: 69,8% de los hogares dispone de conexión a Internet. Y dentro de Internet, vamos a otro dato también muy revelador: el 61% de los tuiteros españoles envía o lee tuits mientras miran la televisión, según Kantar Media, la empresa que controla las audiencias en España.

Empresa, por cierto, que en colaboración con Twitter, ha creado Kantar Twitter TV Ratings, para medir oficialmente la audiencia en esta red. Así sabremos los tuits totales enviados, el número de usuarios que ha leído esos tuits, las veces que se ha visto un comentario, los picos de mayor número de mensajes… Una locura, sí, a qué negarlo, pero que demuestra que la televisión, como siempre, sigue dando mucho que hablar: la mayor parte de los ya archifamosos trending topics tienen que ver siempre con contenidos televisivos. trending topics

Público asistente al programa La Voz, de Telecinco.

Así pues, dado que el 87% de la población ve la tele una media diaria de cuatro horas y seis minutos, (lo que equivaldría a dos meses enteros de todo un año frente a la pantalla) y que la sigue viendo cada vez más pese a los gurús que anunciaban su final cuando llegó Internet, la pregunta con la que he decidido arrancar, por que está de rabiosa actualidad, y que he lanzado a colegas periodistas, creativos, expertos, es la siguiente: ¿Podría Pablo Iglesias haber llegado donde ha llegado sin la televisión? Ni uno solo de los consultados ha dudado un momento: por supuesto que NO.

Para la periodista (curtida en la televisión) y directora de El Huffington Post, Montserrat Domínguez, “es indisociable, creo, su talento político con su talante frente a las cámaras. Ha aprovechado cada intervención suya en tertulias y debates para hacer un mitin. Matrícula de honor en comunicación, de verdad”. Coincide en el diagnóstico, otra periodista, también ex televisiva, Julia Otero. “Por supuesto que Pablo Iglesias y Podemos no existirían sin haberse dado a conocer en un medio de masas como la tele. Es una obviedad que ni siquiera admite opinión. Pero, ojo, no le han regalado nada: no hubiera vuelto por segunda vez, tercera, cuarta y así hasta las que lleve interviniendo en televisión. Si hubiera decepcionado o no hubiera contribuido decididamente al buen share de los programas de los que fue colaborador primero, e invitado después. Su talento político para radiografiar la realidad es innegable y la capacidad de conectar con grandes y transversales segmentos sociales, también”.

La suma de tele e Internet 

Este ejemplo vale como algo casi paradigmático: pocas veces se juntan de esta manera el hambre y las ganas de comer. Porque tal y como explica Toni Martínez, creador y director en su día de Las noticias del guiñol, de Canal Plus, y actual responsable del espacio Todo por la radio, de La Ventana, “si el éxito de un político dependiera sólo de su presencia en los medios los líderes de España serían Carlos Floriano o Dolores de Cospedal. Cada día, en todas las radios y en todas las televisiones, vemos una abrumadora presencia de políticos parlamentarios. Supongo que el éxito de Iglesias se debe a que ha ofrecido algo distinto (bueno o malo, ya según cada cual, pero distinto), y estaba en el lugar oportuno en el momento oportuno. Muchos telespectadores se pueden identificar con él: sienten que dice las cosas que tienen ganas de decir ellos”.

Para Risto Mejide, que no requiere presentación alguna (otro ejemplo de que la tele influye: no puede haber nadie que no sepa quién es), es difícil hacer conjeturas sobre si Pablo Iglesias habría llegado a donde está sin la televisión, pero “teniendo en cuenta sus habilidades comunicativas, yo creo que sí, aunque a lo mejor habría necesitado mucho más tiempo. Con lo que seguramente habría llegado tarde”.

El experto en redes sociales y uno de los primeros blogueros de comunicación que empezó en esto, Pablo Herreros, tiene una mirada distinta sobre el éxito de Iglesias. Herreros mantiene que el éxito de Podemos es una suma exacta de tele más Internet, con proporciones medibles. La tele, dice, “hizo mucho pero lo que sí me atrevo a decir es que no habría llegado hasta aquí sin Internet. Eso fue lo que hizo la diferencia: hace varios años que mucha gente en la Red es consciente de que el poder es de las personas y hace esos mismos años que vienen reivindicándolo. Los primeros políticos que han sabido recoger esa demanda gigante de transparencia son Podemos, que además han incluido en su toma de decisiones a la gente, a la que ponen en el centro con herramientas como Appgree, una aplicación para decidir a través de la red, que funciona de manera impecable.

Somos lo que sale por la tele

Dejemos a Podemos. Hay más cuestiones sobre este todopoderoso medio. ¿Puede un modelo televisivo, moldear con el tiempo un modelo de comportamiento ciudadano? Aquí valdría el ejemplo Berlusconi y la berlusconización de la sociedad italiana gracias a la influencia del imperio mediático que tuvo en su poderberlusconización, que es algo tan innegable como los cuatro puntos cardinales. Para Alejandro Perales, presidente de la Asociación de Usuarios de la Comunicación, “la relación entre la sociedad y los medios de masas es dialéctica. La televisión en este sentido no inventa la realidad, se alimenta de materiales de la realidad (tanto en ficción, como en la información o la publicidad) y los integra en relatos que explican esa realidad. Digamos que la tele consolida modelos de comportamiento y sobre todo normaliza modelos que pueden ser minoritarios al principio, pero que al final acaban siendo hegemónicos. Es la profecía autocumplida”. Ejemplo: en la primera edición de Gran Hermano apenas se presentaron unos 5.000 jóvenes, allá por el año 2000. Quince ediciones después, (subrayemos por cierto que somos el único país que ha alcanzado ese récord), al último casting acudieron unos 70.000. Ahí lo dejo.

Ricardo Vaca es algo más que un experto: desde Barlovento Comunicación lleva décadas desmenuzando y analizando detalle a detalle, minuto a minuto, las audiencias televisivas. Y una de sus frases resumen es, “somos lo que sale por TV”. Tiene claro que “la tele es poderosísima, prueba de ello es que todos deseen controlarla para influir en la ciudadanía. Se diría que nadie la quiere, pero todo el mundo la desea. Pensemos que salvo trabajar o estudiar y el tiempo que dedicamos a dormir, ninguna otra actividad es más importante que ver la televisión. Y ese es su poder: su capacidad de convocatoria y de cambiar los marcos de referencia mentales de las personas”.

Una de las primeras personas (prescriptoras de altura) que apoyó a Obama cuando aún no era nadie fue la gran Oprah Winfrey. Muchos analistas coincidieron en asegurar que fue la mujer que lo puso en la Casa Blanca. Sin ella, dicen, sin su poderío, sin su capacidad de entrar y sentar cátedra en tantos hogares norteamericanos, el presidente de EE UU habría sido otro. Cuando Obama ganó volvió a visitarla al mismo plató, esta vez con su mujer Michelle. Los anunciantes llegaron a pagar un millón de dólares por cada 30 segundos de anuncios durante la emisión del espacio.

Otra cuestión es si esa influencia innegable de la televisión es siempre para mal, como se destaca a menudo. En enero de 2010, el titular de portada de la edición española de la revista Foreign Policy era La televisión salvará el mundo. Según explicaba el economista del desarrollo Charles Kenny, “por extraño que parezca, la tele contribuye a crear un mundo más igual para las mujeres, más saludable, mejor gobernado, más unido frente a las tragedias mundiales y más aficionado a votar en las versiones locales de Operación Triunfo, que a disparar contra la gente”.

Se refería, claro, a lugares menos desarrollados que el nuestro, donde la igualdad de oportunidades no siempre está clara. Mejide apunta este símil sobre la capacidad de la tele de influir: “Del mismo modo que un espejo puede incentivarte a hacer dieta… O a tirar la toalla. La tele no es más que el reflejo pero llevado al 98% de los hogares del país. Lo que hagamos con esa imagen depende más de nuestra capacidad de reacción que de lo que hoy por hoy veamos en ella”. Y yo apuntaría que ese es el problema: no todos somos iguales frente a la tele. De ahí que la responsabilidad de los hacedores televisivos sea la punta de lanza en toda esta historia. Es un material sensible con el que no se puede jugar sucio.

Pero, ¿somos conscientes de esa influencia? Luis San Narciso, director artístico de Globomedia, y sin duda uno de los profesionales que más sabe de crear personajes que sientan precedentes (suyos son Blanca Suárez o Mario Casas que han sido dos it televisivos en su momento), tiene claro que la tele puede ser peligrosa si uno no se lo toma en serio. “Como creador tienes una responsabilidad moral, los límites están clarísimos, es una cuestión de corazón y de piel. Yo tengo mentalidad de padre cuando contrato a una persona joven, que sé que va a entrar en las casas”, asegura San Narciso, reputado director de casting, además.

Entrar en casa, ese es el asunto. La tele, decía antes, está presente en el 99% de los hogares españoles y lo que sale por ella nos marca, lo queramos o no. Lo sepamos o no. La pantalla es un escaparate (los especialistas lo repiten como un mantra) donde hay labios pintados, peinados sofisticados, tacones, corbatas, muebles, paisajes, gestos y modales. Y nada es porque sí. La serie Sexo en NY, por ejemplo, cambió para siempre la relación de las marcas de moda con la televisión. Sexo en NYHay una escena que lo ejemplifica. A Sara Jessica Parker, la flaca Carrie, un tipo la asalta por la calle y le pide el dinero, el bolso, todo. Cuando parece que ya no puede robarle nada más le pide: “Dame los Manolos”. Que un ladronzuelo supiera el nombre de los míticos zapatos no fue casualidad. La intención de la serie era darles notoriedad y, de hecho, tras el estallido de esta ficción, la vida del zapatero canario Manolo Blahnik (y su cuenta corriente), nunca fue la misma. La encargada del vestuario de la serie, Patricia Field, tuvo la feliz intuición.

Hagamos de esta anécdota, categoría. En la tele no hay nada de azar, todo está pensado y probado. La televisión crea tendencias, mitos, iconos, conforma pensamientos y comportamientos, pone de moda vestidos y asuntos y los quita después. Lo que sale en la pantalla nos motiva, nos seduce: ropa, casas, escenarios, tramas, corrientes de opinión, inquietudes. El ala oeste de la Casa Blanca, por ejemplo, desató la fiebre de los jóvenes por estudiar Ciencias Políticas en EE UU (aumentaron un 30% las inscripciones). Sucedió otro tanto con las vocaciones para ingresar en Medicina, tanto en EEUU como en España, tras el bombazo de la serie Marcus Welby, doctor en Medicina.

Para Margarita Riviere, escritora, periodista y experta en moda como fenómeno de masas, (su libro La fama es muy clarificador), “en moda, con permiso de las revistas, el cine o Internet, lo que no sale por televisión no existe. Es un escaparate enorme donde se exhiben modelitos: la gente los mira y los escoge y los ama, o los odia y los ignora. La tele (imagen en movimiento más palabra más intromisión en el hogar) logra que las celebrities equivalgan a los trending topics: como ellos, son capaces de influir en la gente, sólo que las primeras son mas perdurables”. Riviere tiene claro que en la tele es “más importante la imagen que lo que se dice”. Un ejemplo malvado: el cuidado estilismo de las tertulianas de los programas trash contra las ¿mezquindades? que narran.

Cristina del Pino, profesora de Comunicación de la Carlos III de Madrid, recupera algunos datos interesantes sobre este asunto. “El Renault Megane Scenic, el coche que salía a menudo en Médico de familia, provocó que la demanda de esta marca superara a la oferta. Hay capítulos de la serie que se dedicaron por entero al coche, a buscar su integración, a enseñarlo por dentro. Sucedió otro tanto con el Maxi-cosi, esa silla portabebés que llegó a nuestro país para quedarse porque era la silla que Belén Rueda y Alicia Borrachero usaban en Periodistas”.

Las modas que vienen de Estados Unidos

Vamos con algunos otros casos televisivos singulares. La serie Mad men. Contra lo que se puede pensar, la audiencia de esa serie es muy minoritaria para un país como EE UU. Recordemos que es una serie que se emite por cable (su cuarta temporada apenas tuvo cuatro millones de espectadores, que es una cifra normal para las exitosas series españolas). Pues bien, pese a eso, han conseguido inocular su universo no sólo en el territorio americano sino en el mundo entero: han inspirado otras tantas series con ese espíritu; han impuesto ese aire retro en la moda, en la arquitectura, en el estilo; han consolidado la afición por los cócteles, (igual que Sexo en NY consiguió que llamáramos cupcakes a las madalenas de toda la vida). Otro éxito de ficción, el de la serie británica Dowtown Abbey, desató en EE UU un interés apabullante por la época eduardiana, interés que animó a los editores a publicar novelas sobre la decadente aristocracia inglesa. “Se trata de cabalgar la ola de Downtown Abbey”, manifestó el responsable de Penguin Books. Downtown Abbey

Para seguir con ejemplos incontestables de la influencia de la poderosísima televisión en Estados Unidos bastaría citar Baltimore, la ciudad de The wire; la isla de Oahu, en Hawai, de Perdidos. Por supuesto también la avenida Madison, de la serie Mad men, la pastelería Magnolia o las tiendas de Marc Jacobs, de Sexo en Nueva York, se han convertido en destinos solicitados y habituales para muchos viajeros. Por no hablar de las rutas específicas para visitar los lugares míticos de las series míticas: las colas para ver y fotografiar el famoso edificio donde vivían los chicos de FriendsFriends (con las sempiternas quejas de los vecinos) y las visitas guiadas que preparan agencias de viaje para acompañar a los fans por los escenarios de sus ficciones favoritas.

Más datos contundentes. Los Simpsons. El alcance de esa familia desestructurada es tal, que el peculiar gruñido de Homer, D'oh, se incluyó en el diccionario Oxford English Dictionary en 2001. En 1999 la revista Time le dedicó la portada. Y la réplica de la casa de esta familia amarilla, famosa desde hace muchos años, en el Estado de Nebraska, la habitó durante años una fan, que la ganó en una subasta que hizo la cadena.

Volviendo a nuestro país, hace un par de meses la cadena Tele 5 emitió la película Lo imposible, que había batido un récord de taquilla en las salas de cine en su momento. Bien. Esa noche, un día laborable, más de seis millones de personas vieron la película en la televisión. En una sola noche. Es decir, más gente de la que vio el filme en las salas durante todo el tiempo que permaneció en cartelera. Hay poco más que decir.

Francis Lorenzo dejaría sin vacaciones a Montoro

Acabo con una historia para el debate. Durante la guerra de Vietnam, la imagen de unos marines incendiando una choza recorrió las televisiones de todo el país, dando por primera vez una mirada muy completa sobre el conflicto, sobre la necesidad de la guerra, sobre los vencedores y los vencidos y sobre la postura americana en esa guerra. Hasta ese momento, la prensa, la televisión de Estados Unidos había defendido la necesidad de la guerra, la utilidad del conflicto. No habían cuestionado la postura, ni habían sido misericordiosos con los vietnamitas. Pero la imagen del incendio de la choza aportó luz y una nueva manera de contar las cosas. Tanto que, tras la emisión de las imágenes, el reputado e influyente periodista de televisión (ya mítico a estas alturas), Walter Cronkite empezó a contar la guerra de otra manera, cuestionándolo todo, y ofreciendo a los norteamericanos otra visión de los acontecimientos. El presidente Lyondon B. Johnson, tras el alegato de Cronkite, dijo:

-Si hemos perdido a Cronkite, hemos perdido la guerra.

¿Estaba Walter Cronkite reflejando la opinión pública del ciudadano medio americano, o la estaba guiando? La pregunta sigue abierta hoy.

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