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El Orgullo nunca duerme

Una pareja se besa en el 'Muro de los besos perdidos' instalado en la plaza de Pedro Zerolo de Madrid.

Rosa Pascual

El 2 de julio, cuando las luces de las carrozas se hayan apagado y los servicios de limpieza amontonen los restos de confeti del día anterior, la lucha continúa. La marcha del Orgullo Gay en Madrid se ha convertido con el paso de los años en la misa mayor de las fiestas del pueblo. Es el momento central y espiritual para los organizadores del evento, pero ha quedado eclipsado por la verbena. Telemadrid, que sigue sin sacudirse el aguirrismo, ya cubre en directo la manifestación, las drag queens roban a los políticos las portadas de los periódicos del domingo y los empresarios del distrito centro se frotan las manos con el beneficio obtenido por el mayor acontecimiento anual de la capital. Pero el lunes vuelve la hora de remangarse y bregar con la realidad. Las agresiones, el acoso escolar, la discriminación laboral –alarmante en el caso de las personas transexuales–, o las campañas sanitarias forman parte del día a día de las asociaciones que trabajan por la aceptación plena de la diversidad sexual. Una batalla que están decididos a ganar, esta vez a través de la pedagogía.

España ha dado un giro de 180 grados en tolerancia de la diversidad sexual y de género. Las estadísticas que maneja el Observatorio madrileño contra la homofobia, transfobia y bifobia reflejan cómo en los últimos 30 años la evolución ha sido vertiginosa. En 1983, el 83% de la población pensaba que lo adecuado con la homosexualidad era hacerla desaparecer y el 80% apoyaba una ley en su contra. En 2005, cuando se produjo la aprobación de la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo, el 56,9% de los ciudadanos apoyaba su entrada en vigor. Nueve años después, un estudio de la empresa estadounidense Pew Research situaba a España como país más tolerante con el colectivo, donde sólo un 6% de la población considera inmoral la homosexualidad.

“España es otro país. Y otro país mejor”, sentencia Jesús Generelo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). A su juicio, la aprobación de la ley del matrimonio homosexual, y su posterior ratificación por el Tribunal Constitucional, junto con la Ley de Identidad de Género sentaron las bases para una igualdad legal sólida que ha consolidado un cambio social fundamental.

Aquel 2005 la celebración del día del Orgullo Gay explotó. Dos millones de personas, según los organizadores, marcharon plenas de felicidad por las calles de Chueca en un desfile al que por primera vez en la historia acudía un miembro del Gobierno, la entonces ministra de Cultura socialista Carmen Calvo. El éxito se venía gestando desde hacía unos pocos años. Si en la primera manifestación del Orgullo celebrada en España, en 1977, recorrieron tímidamente las Ramblas de Barcelona unas 4.000 personas que reivindicaban la amnistía para los presos LGTB y la derogación de la Ley de Peligrosidad Social, mediante la que el franquismo reprimía al colectivo, 10 años más tarde Chueca acogía la primera marcha de carácter festivo del país.

Natalia S. es una abogada retirada que ha pasado de los 50, pero recuerda con nostalgia y cariño los años de la Movida, que corrían como telón de fondo y sostén del embrión que dio como resultado el Orgullo actual. “Yo empecé a ir en 1984 y ya había fiestas antes. Al principio eran dentro de los locales. Podía entrar cualquiera. Estaban el Black&White, el Rimmel, la Tortillería de calle San Lucas, etcétera”. Ahora Natalia está casada, por segunda vez, con un hombre, pero durante aquellos años tuvo varias parejas femeninas y dice haberse sentido a resguardo en Chueca. “Sólo me agredieron una vez, en un bar en Sevilla. Me da la impresión de que los años ochenta en Madrid fueron sumamente tolerantes. Si vivías en un pueblo y eras el único marica, lo llevabas crudo, pero yo lo viví desde Chueca”.

La gran transformación del barrio se produjo en los años noventa. De la marginalidad, las drogas y la prostitución, Chueca pasó a ser el sector del distrito Centro más dinámico. Florecieron librerías, tiendas de moda, locales gastronómicos… llegó el turismo y subieron los precios. A principios de siglo, en las fiestas del Orgullo, una octogenaria nacida en el barrio recogía un ramo de flores entregado por COGAM (Colectivo LGTB de Madrid) a la asociación de vecinos y agradecía en su discurso a “aquellos chicos” que habían dejado el barrio “tan bonito”. La FELGTB desvincula totalmente al colectivo del proceso de gentrificación de Chueca y considera que se trata de uno más de los que ha experimentado el distrito Centro de Madrid, aunque la mayoría de estudios sociológicos señalan que el impacto de la población homosexual ha sido evidente.

Con un entorno plenamente preparado para la internacionalización, AEGAL (Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas de Madrid) organizó en 2007 en la capital el EuroPride, al que asistieron más de 2,5 millones de asistentes. El fenómeno empezó a desbordarse.

“Ahora estamos haciendo una reestructuración del acontecimiento. Viendo lo que ocurría, hacemos lo que llamamos el Orgullo sostenible. Hasta el año 2010, el MADO (Madrid Orgullo) era como pueden ser las fiestas de San Isidro, donde los locales sacan las barras a las calles. Esto desapareció y ahora se organiza en plazas, con un escenario. Lo hemos quitado de calle por calle”. Habla Juan Carlos Alonso, secretario general de AEGAL y coordinador general de lo que se viene encima: el WorldPride 2017.

Una visión estereotipada

Este año, Madrid recoge el testigo de Toronto y acogerá la gran fiesta mundial, que pretende reunir a tres millones de personas entre el 23 de junio y el 2 de julio. El evento, con actividades que ya están en marcha desde enero, tiene diseñada una programación abrumadora con conciertos, una gala deportiva, un ciclo en la Academia de Cine y 250 exposiciones, entre otras iniciativas. “El nombramiento de Madrid como capital para el desarrollo del WorldPride 2017 supone una amenaza directa a la visión estereotipada de nuestras identidades disidentes sexuales y/o de género, así como a una mercantilización y comercialización de estas y de nuestros derechos”, manifiesta la plataforma Orgullo Crítico, un colectivo que comenzó a trabajar en 2009 y que se considera la versión “horizontal, anticapitalista, antirracista y transfeminista” de las marchas del Orgullo.

La plataforma ha elaborado este año un spot en el que denuncia que los ya de por sí elevados precios de los negocios de Chueca se tornan abusivos en la semana del WorldPride, con habitaciones en hoteles que aumentan sus tarifas en más del 60%. “Ser elegido Mr Gay no tiene precio. Para todo lo demás MADOcard, la única tarjeta que mientras gastas instrumentaliza tus derechos”, cierra el anuncio. “Es verdad que vivimos en la sociedad en que vivimos y efectivamente los comercios aprovechan la macrofiesta que se ha organizado en el Orgullo. Y yo también creo que es bueno que eso se critique -reflexiona Jesús Generelo-. El Orgullo admite muchas formas de vivirlo y creo que todas son positivas, porque todas se unen en algo básico, que es la reivindicación de la diversidad de género, sexual y familiar”.

“Yo creo que antes era mejor. Más reivindicativo y menos espectáculo”, compara Natalia. “Ya no hay lucha, recuerdo que en la entrada del Black&White había un tablón de anuncios con temas interesantes, por ejemplo noticias sobre el Sida y avisos, direcciones para hacerte la prueba, consejos sobre condones. Creo que eso ya no se hace. Y la marcha… pues se parecía mucho más a una manifestación que ahora. Pancartas, partidos de izquierda, COGAM, etcétera”, añade.

Juan Carlos Alonso es contundente y niega que el negocio y las fiestas hayan sepultado el espíritu reivindicativo con que nació el Orgullo. “El elemento principal y fundamental de cada año es la manifestación, y repito, es una manifestación. Estamos diciendo hace muchos meses que tenemos un compromiso y una responsabilidad histórica por ser la voz de quienes no tienen voz, de aquellos a quienes se la quitan”. Jesús Generelo, por su parte, cree que el carácter festivo de la marcha es “una felicidad todos los años”, pero sobre todo que el impacto en el colectivo trasciende a lo lúdico con creces. “Celebrar la diversidad, festejarla, es un acto muy reivindicativo. Todavía mostrarse públicamente como lesbiana, gay o transexual sigue siendo un acto reivindicativo y la prueba nos viene sobre todo de gente joven que nos comunica que gracias al empoderamiento que encuentran en las fiestas del Orgullo se han atrevido a salir del armario, a aceptarse, a dar un paso más”.

En medio de este clima de preparativos, España se ha despertado con una noticia descorazonadora. El 17 de mayo, día internacional contra la homofobia, transfobia y bifobia, ILGA Europa publicó un ranking sobre la situación de las personas LGBTI en el que España ocupa la novena plaza. Puesto en contexto, el dato es más dramático: hemos caído dos puestos en un sólo año y siete desde 2011, cuando éramos los segundos.

Según la FELGTB, los datos se explican por varios factores, uno de ellos no del todo negativo, que es el aumento de las denuncias por agresiones. El Ministerio de Interior empezó a elaborar estadísticas por delitos de odio en este ámbito en 2013, motivo por el que no se dispone de una serie histórica que permita comprobar una regresión pero sí lo elevado de las cifras. “El problema de la LGTBfobia es muy real y muy dramático, pero la parte buena es que también estamos más capacitados para reconocer ese problema y ponerlo sobre la mesa. Antes sencillamente no se hablaba”, indican.

El Observatorio madrileño contra la LGTBfobia (único organismo con un balance completo de 2016) documentó 240 incidentes, en su mayoría agresiones verbales (77) o físicas (53). Un ejemplo: un joven grita a una chica que pasea junto a su novia por el centro de Madrid “Lesbiana, ven que te voy a curar con mi polla”. Y este es el drama. El perfil de agresor es de hombre entre 20 y 30 años y los estudios hablan de hasta un 20% de jóvenes que rechazan la diversidad sexual y de identidad. Con este panorama, muchos se preguntan si el lema del WorldPride, Viva la vida, es del todo acertado.

Las asociaciones vinculadas (y no) a la FELGTB saben bien lo que es batirse el cobre en los 364 días que no son Orgullo. El centro asociativo de COGAM, Pedro Zerolo, concentra el número más elevado de intervenciones de todas las asociaciones del Estado y abarca múltiples áreas, desde la sanitaria o la asesoría jurídica pasando por programas de apoyo a parejas, mayores (un colectivo que sufre la homofobia en las residencias y cuyos datos están a punto de aparecer) o, incluso, grupos de apoyo espiritual, teatro o senderismo.

Pero todo sigue siendo poco, por eso el proyecto que está por llegar es la futura ley contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género y características sexuales, y de igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales (Ley de Igualdad LGTBI). La proposición de ley fue presentada a instancias de FELGTB el pasado 4 de mayo por Unidos Podemos y el acompañamiento de todos los grupos de la cámara excepto el Partido Popular. La federación aclara que el PP mantuvo contacto con ellos pero les expresó su postura habitual de no acompañar leyes que no emanen de su grupo político.

La norma, que comenzará a debatirse en los próximos meses, consta de 16 capítulos y 99 artículos y está llamada a ser la más completa del mundo. Entre sus mayores ambiciones está la despatologización de la transexualidad, la protección de las personas intersexuales y la unificación del suelo de protección de todas las Comunidades Autónomas. “Hay mucha desigualdad. Por ejemplo, una persona transexual en Cataluña no es considerada enferma pero en Castilla León o Aragón sí. En un sitio tienes un acceso determinado a la hormonación para tu hijo transexual pero si saltas al pueblo de al lado no la tienes”, comenta Generelo. Pero la apuesta más importante de la ley es que es transversal y preventiva y pretende llegar a la raíz de todo: la educación. “Incide mucho en el ámbito educativo, pero no sólo en el sistema de enseñanza, sino en la pedagogía y la formación de todo tipo de profesionales: de la enseñanza, sanitarios, cuerpos de seguridad del Estado, cuerpos jurídicos, personal de prisiones… ”, añade.

“Hay muchos tipos de familia y tipos de personas y eso es lo que debería estar en los libros”, sostiene Juan Carlos Alonso, “si uno tiene un cuerpo legislativo y normativo que es envidia de medio mundo, a la gente hay que enseñarle cuál es ese marco en el que vive. Y además esto es maravilloso para el futuro. Negarse a la realidad no nos hace ningún favor, ni a nosotros ni a los que vienen detrás que son los más jóvenes. La gente tiene que percibir con normalidad lo que es normal”.

Alonso considera que se está viviendo, en todo el mundo, un regreso a los valores más conservadores culturalmente hablando y que para poner soluciones se necesita tener amplitud de miras y trascender de los problemas que afectan al colectivo LGTB.

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Con más de 70 países en los que la homosexualidad está prohibida, con pena de muerte en siete de ellos, la comunidad LGTB afronta su fiesta internacional con la explosión de alegría y color habituales, pero sobre sus hombros cae un peso más grande que todas las carrozas. En palabras de Alonso: “Si hemos alcanzado tanto y hay mucha gente que lo está pasando tan mal en África, Europa del Este, Asia, América… Esta gente nos necesita. Y necesita tener referentes seguros de cómo se hacen bien las cosas. Y de que ellos también las pueden hacer”.

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*Rosa Pascual es periodista. Este artículo está publicado en el número de junio deRosa Pascual tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar toda la revista haciendo clic aquí.aquí

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