Estimados lectores:
Cuando este número de
tintaLibre caiga en sus manos quizás se encuentre usted en un destino fuera de lo habitual y recurra al estímulo de la literatura viajera para hacer de sus vacaciones (o de su jornada intensiva, o de su verano en la ciudad, o de su siesta) un tiempo más movido y aventurado de lo que está prescrito en el rutinario manual de supervivencia.
El viaje puede ser el mejor remedio contra el tedio, la rutina o la falta de horizontes. Pero cada viaje es el relato de un viajero y, como en
La Eneida o en
La Ilíada, dependemos mucho del relato que contamos o que leemos. Viajar es, sobre todo, la posibilidad de relatar el trayecto, decir por dónde hemos andado. Por eso, en este número abierto a los rincones del mundo, coinciden de forma casi idéntica las sensaciones que se desprenden de varias situaciones en principio alejadas: la misma emoción del motorista que atraviesa la
India a lomos de una Royal Enfield la encontramos en el viajero que se detiene en
Medina de Rioseco a comprar un plano de esa comarca deshabitada. Un aire bélico y de frontera habita en narraciones tan dispares como el trayecto de
Castellón a Rumanía, atravesando todo el continente europeo en un autobús de emigrantes, o en esos hoteles del frente que miran a guerras que nadie quiere ver, ya sea en
Sarajevo o en Bagdad…
Hay lugares poco recomendables, pero el viajero es dueño de un secreto que quizás no encontrará el turista en sus cientos de
selfies y eso es lo que distingue a aquellos dispuestos a tomar rutas alternativas… A veces esas rutas están esperándote en una confitería de
Lisboa, como cuenta la periodista lisboeta Ana Soromenho; o en el sonido atronador de un concierto de rock en la noche de
Madrid, según la crónica de José Ángel Mañas. Otras veces, se agazapan en las aceras de
Baltimore donde esperas encontrar una réplica exacta de
The Wire o
bajando al moro, esa ruta iniciática para muchos españoles que cruzan en unas pocas millas a otra civilización distinta.
Nuestro autobús está listo para partir, pero antes unos consejos a los pasajeros. Hemos diseñado unos itinerarios que, de una manera u otra, son relatos vividos,
una experiencia, más que un destino turístico. Hemos querido dar voz y protagonismo a un género que no siempre cabe en las páginas de un periódico, la
crónica viajera, y hemos insistido a los autores en que los viajes tengan el polvo del camino y la melancolía de lo inabarcable.
Ya veremos si cuando volvamos en la Moncloa sigue el mismo presidente corriendo por los jardines.
Buen viaje.
Buen regreso.
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