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Verano, 2050

María Sánchez: "En el verano de 2050 sería genial, con las herramientas que tendremos, usar los conocimientos de nuestras abuelas"

Es difícil hablar del futuro con María Sánchez (Córdoba, 1989), escritora y veterinaria de campo, porque sus luchas, sus esperanzas y sus deseos la empujan todo el rato hacia el presente y hacia el pasado. La autora de Tierra de mujeres, referencia indispensable a la hora de hablar del mundo rural, es de esas personas que hacen sentir afortunados a sus interlocutores por escucharla: por la pasión en cada frase, por la fuerza al denunciar injusticias y carencias, pero también por su sencillez y admiración al hablar de lo que le mueve. Es complicado hacer con María el ejercicio de pensar a 30 años vista, pero a cambio aporta a Verano, 2050 una visión, por ahora, inédita en la sección: hay que fortalecer y cuidar todo lo común y colectivo que ya está funcionandoVerano, 2050, esas redes de cuidados y solidaridad que, a pesar de lo que nos venden las distopías, surgen en los peores momentos. La escritora defiende, ayer, ahora y siempre, unos pueblos y campos vivos, con servicios públicos básicos, que se sustenten en la agroecología y en la ganadería extensiva para tener un futuro mínimamente imaginable. 

"Ese futuro ya lo tenemos en el presente, ya está ocurriendo", explica, en referencia a todos los colectivos, asociaciones y agrupaciones que se han organizado antes y durante la pandemia para que nadie se quede atrás, para defender la sostenibilidad real: pone como ejemplo la iniciativa SOS Campesinado, "que surgió a nivel estatal por mujeres de todas las comunidades autónomas que se coordinaron, sin nombre, sin lobby, sin firma, sin logo, para defender a nuestros pequeños productores" frente a unas medidas confinatorias que se tomaron desde la ciudad sin tener en cuenta el campo. Impidiendo, por ejemplo, el derecho a una alimentación saludable: sin poder ir al huerto o a la granja a no ser que fueras ganadero o agricultor profesional. Como estas iniciativas, cientos, tanto en los pueblos como en las grandes urbes. Le inspira "cómo desde la misma ciudadanía se han organizado y han trabajado contrarreloj. Cómo desde lo común y lo colectivo se han hecho tantas cosas", muchas veces supliendo la falta de respuesta y de protección de la Administración. 

Ese elogio de lo común, la creencia de que el ser humano responde con unión colectiva al desastre, es muy difícil de ver en la ficción, en las producciones culturales, en cómo imaginamos el futuro en sociedad. "Vi la serie El Colapso y madre mía... no puede ser que seamos solo esto, ¿no? Si en situaciones de apocalipsis nos damos cuenta de que somos aún más vulnerables, y ves que la respuesta en eso es tener un arma, es luchar, pelearse, odio... luego ves como aquí, en el territorio, la gente se ha organizado para suplir lo que no viene de las políticas públicas... es súperesperanzador". Estas redes se están tejiendo en el mundo rural, pero a veces parece que no se ven: "hay proyectos políticos", explica Sánchez, que tienen muy claro que solo se sale de la crisis sistémica que vivimos con sostenibilidad, abandonando un modelo de explotación del entorno natural, contaminante e indiscriminado, representados en el campo por las macrogranjas o los mares de plástico, de invernaderos levantados con mano de obra migrante, mal pagada y explotada. "Pero, ¿quién tiene el altavoz para dar a conocer estas historias?", se pregunta. 

"Para mí, el verano de 2050 sería genial, con las herramientas que tenemos y que tendremos, usar los conocimientos de nuestras abuelas y bisabuelas. Sería una buena manera de habitar, de cohabitar, espacios tanto urbanos como rurales", resume Sánchez. Rechazar el progreso por el progreso, como hizo Delibes en aquel disruptivo discurso de entrada a la Academia, y dar algunos pasos atrás para reivindicar lo sencillo, lo tradicional, lo artesano, tantas veces sinónimo de sostenibilidad: ellas ya eran ecologistas, posiblemente sin saberlo. "No estaría mal", añade, "que nos reconociéramos vulnerables e interdependientes". No debería afectar al orgullo admitir que nos necesitamos y, una vez más, regresar a iniciativas de vecinas y vecinos de pueblo que se organizaban por el bien común al margen de las elecciones: se reunían, "debajo de un árbol", para arreglar caminos o para gestionar pequeñas reparaciones en las casas. Para la veterinaria, no hay otro camino, no sirve la alternativa neoliberal e individualista actual, donde el consumo se deslocaliza, no conocemos a quienes comparten escalera con nosotros y todo es de usar y tirar. En el campo y en la ciudad: los barrios también necesitan ese orgullo colectivo.

Todo futuro pasa, explica Sánchez, por el mantenimiento de una biodiversidad que la agroecología y la ganadería extensiva garantizan, además de ser prácticas bajas en emisiones, lo que contribuye a frenar un cambio climático con hechuras de imparable. Ella misma está barajando mudarse a Galicia para un proyecto agroecológico, porque necesita el agua que en Andalucía cae cada vez menos. La crisis climática es cuestión de presente, al igual que la evidencia de que los procesos industriales adaptados al campo mutilan la variedad de especies animales y vegetales de uno de los países más biodiversos del continente. El sistema de ayudas, denuncia, favorece el proceso. "Donde hay rebaños de ganadería extensiva, la superficie de pastos coincide con la Red Natura 2000, donde están todos los parques naturales", explica. "En cambio, si coges el mapa de la PAC –la Política Agraria Común–, la gente que recibe el dinero es la que no trabaja la tierra". Se favorecen monocultivos, grandes extensiones de terreno donde los pájaros ya no anidan y los insectos han desaparecido. 

El papel de la mujer en el entorno rural es central en la obra de María Sánchez. Habla de una pesada carga que tienen que llevar a la espalda las mujeres en los pueblos y campos: labrando la tierra, cuidando de los pequeños –y los no tan pequeños–, sacando a la familia adelante, buscándose las habichuelas. ¿Cómo aligerarla de aquí a 2050? "La PAC", insiste, "solo tiene de femenina la A". "No incluye a la mujer, ni respalda a la mujer. Sería fundamental hacer programas" que respalden la independencia económica del 50% del rural: ayudándolas a montar sus propias granjas, sus propios huertos, sus propias empresas. "Necesitamos concienciación", añade: "sentirte respaldada, porque muchas veces te sientes sola. Pero tampoco nos podemos olvidar de que esto sigue pasando en las ciudades: el machismo y la desigualdad empapan todos los estratos y todas las clases". Incluye un matiz: "No hay que usar a las mujeres como herramientas de repoblación", en referencia a muchos discursos que reducen la importancia de las féminas en el campo a su papel procreador, para paliar el fenómeno de la España vaciada. "Parece El cuento de la criada", se lamenta.

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El día ideal

Para la escritora y veterinaria, su día ideal durante el verano de 2050 sería parecido a uno actual, pero con salvedades: sin una precariedad "en la que no me siento yo sola, sino toda la generación a la que pertenezco", con más vacaciones y sin la incertidumbre que se maneja debido a la pandemia. "Me da ansiedad poner fechas y cosas en la agenda que a lo mejor no se hacen", apunta. Para ilustrar y poner banda sonora a esta utopía que intentamos construir en esta sección, elige dos obras: la poderosa canción Tú que vienes a rondarme, de María Arnal y Marcel Bagés, y el trabajo fotográfico de Fina Miralles

Se han abierto las ventanas, / beben cientos de gargantas, / mientras alzas con la mano / el vino que todo sana.

 

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