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Cien años del Desastre de Annual, el principio del fin de España en Marruecos

Cadáveres encontrados en Annual

Mauro Tortosa

No hay una cifra exacta del número de soldados españoles muertos ni nunca lo habrá en un escenario que fue dominado por el caos y el abandono. Lo que sí hay es una horquilla que oscila entre 8.000 y 13.000, los militares que perdieron la vida frente a las tribus rifeñas. España perdía un ejército al completo. El sol abrasador de las tierras del norte de Marruecos acabó rematando a los pocos oficiales que trataban de huir en dirección a Melilla. Fue uno de los mayores desastres militares de la historia contemporánea española, dilapidó los cimientos de la monarquía liberal de Alfonso XIII y fue una de las causas directas del golpe de Estado y la consiguiente dictadura de Miguel Primo de Rivera. Las informaciones que se hicieron eco de aquella trágica derrota serían el inicio del periodismo de investigación en España: hablamos del Desastre de Annual, del que este mes de julio se han cumplido cien años.

Entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921, más de diez mil soldados españoles fueron derrotados por las tropas de Abd el-Krim —principal líder anticolonialista en Marruecos que llegó a ser presidente de la República del Rif, entre 1921 y 1926— , en diferentes puntos del norte de Marruecos, en el marco de la Guerra del Rif (1912-1927). Tras la pérdida de las posesiones territoriales en las Antillas y Filipinas, el vecino del sur se situó en el punto de mira de los intereses económicos de España. La búsqueda de mercados, la expansión francesa en el norte de África, y las consecuencias de la revolución industrial en Europa aceleraron la carrera colonial española. Tras la firma del Tratado de Fez (1912), la zona norte de Marruecos fue adjudicada a España como protectorado. Comenzaba de esta manera un conflicto con las poblaciones autóctonas de la zona, las tribus rifeñas, que pronto mostraron su rechazo y resistencia a unos intereses coloniales que eran ajenos a los propios.

El general Manuel Fernández Silvestre, que desde febrero de 1920 había tomado posesión del cargo de comandante general de Melilla, pretendía conquistar Alhucemas, a 30 kilómetros de Annual en línea recta, ya que la anhelada ciudad impedía ejercer un dominio total sobre el protectorado. El general, que venía de maquinar una carrera heroica en la guerra de Cuba, llegó a la explanada de Annual en enero de 1921 sin encontrar resistencia y pensó que aquello sería una constante en los próximos meses. Lejos del imaginario que tenía el general sobre aquellas tierras, el primer aviso de que pronto las tropas españolas sufrirán la mayor catástrofe jamás contada llegó el 1 de junio.

El 1 de junio: el primer desastre en el monte Abarrán

A la una y media de la madrugada, una columna al mando del comandante Villar, con 1.461 hombres y casi 500 cabezas de ganado entre caballos y mulos de carga, llegó al monte Abarrán (a nueve kilómetros de Annual) con el objetivo de establecer una base fortificada. La ofensiva, que se remontaba a finales de mayo de ese año, cuando el general Silvestre ordenó cruzar el río Amekrán y fijar una posición en aquel monte, desoía las órdenes de su jefe, el alto comisario de España en Marruecos, el general Berenguer, que se había posicionado en contra de aquella misión. A las seis de la tarde, los rifeños comenzaron el ataque, y la harka (pequeña unidad militar compuesta exclusivamente por rifeños) que operaba allí bajo las órdenes del Ejército español se unió a ellos, así como muchos de los policías rifeños. El desenlace fue funesto para los españoles y se saldó con 141 bajas, incluyendo a todos los oficiales, a excepción del Teniente Flomesta y unos pocos artilleros que fueron cogidos prisioneros para que arreglaran los cañones y les enseñaran a usarlos. A Silvestre le habían informado de que Abd el-Krim había estado uniendo a diferentes tribus rivales, pero hizo caso omiso de las advertencias y, creyendo que se trataba de acciones aisladas, no adoptó ninguna medida especial y ocupó en respuesta Igueriben el 7 de junio de 1921.

La caída de Igueriben: el segundo y definitivo toque de atención

El 17 de julio Abd el-Krim (1882-1963), que había sido funcionario de la Administración española en la Oficina de Asuntos Indígenas de Melilla, colaborador del periódico español El telegrama del Rif y profesor del general Silvestre cuando este estudiaba árabe en la Escuela Oficial de Melilla —paradójicamente le calificó de sobresaliente y obtuvo el título de intérprete—, lanzó un ataque sobre la posición española con el apoyo de las tribus cabileñas que presuntamente eran aliadas de España. Igueriben, guarnecida por 350 hombres, cayó el 22 de julio después de cinco días de continuos ataques por las fuerzas indígenas. Aquel fracaso militar desmoralizó a las tropas que quedaban en el campamento de Annual.

La caída de Annual: el desastre definitivo

El mismo día que Igueriben caía en manos de Abd el-Krim, el campamento de Annual acogía a unos 5.000 hombres (3.000 españoles y 2.000 indígenas rifeños), con una fuerza de combate compuesta por 3 batallones y 18 compañías de infantería, 3 escuadrones de caballería y 5 baterías de artillería. No obstante, en los cerros colindantes 18.000 rifeños armados con fusiles y espingardas estaban a punto de atacar. El campamento disponía de víveres para cuatro días y municiones para un día de combate, pero carecía de reservas de agua. El general Silvestre consciente de las dificultades de defender la posición pactó con sus oficiales la evacuación del campamento. Pero esa misma noche a las cuatro menos cuarto de la madrugada, llegó un mensaje de radio del alto comisario Berenguer, prometiendo la llegada de refuerzos desde Tetuán. Al rayar el alba, Silvestre en una segunda reunión de oficiales dudó entre la evacuación inmediata y la espera de la llegada de los apoyos, pero el avance de tres columnas rifeñas de unos 2.000 hombres cada una, le hizo cambiar de opinión.

Retirada de las tropas españolas durante el desastre de Annual

La retirada del campamento, que había sido planificada cuidadosamente —un convoy para retirar los mulos con la impedimenta y otro para el grueso de la tropa, los heridos y el armamento pesado—, se convirtió en caos después de que las tropas españolas comenzaran a ser disparadas por los rifeños tras abandonar el refugio. En medio de la confusión y sin nadie que cubriera la retirada, las dos caravanas de evacuación se mezclaron y los pelotones huyeron en desbandada en dirección a Melilla. En las cuatro horas aproximadas que duró el combate, murieron más de 2.500 soldados españoles, la mayoría jóvenes humildes que no habían podido librarse del servicio militar abonando una cantidad de dinero. Silvestre, el general más joven del Ejército español, que había visto en Marruecos la oportunidad de recuperar el prestigio perdido en el Desastre del 98, aún seguía en el campamento cuando empezó el asalto. Sus restos nunca fueron encontrados y murió en circunstancias no esclarecidas. Quizás fue alcanzado por una bala o quizás se suicidara.

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En el fuerte del monte Arruit, es donde se vivió el peor escenario del Desastre de Annual. Las pocas fuerzas que pudieron llegar vivas hasta allí, y los soldados que vigilaban el cuartel, en total unos 3.000, fueron recluidos desde el 29 de julio hasta el 9 de agosto con la esperanza de que las tropas de Melilla les rescataran. Cosa que nunca ocurrió. Algunos fueron decapitados y otros murieron de sed —sólo tenían los bloques de hielo que dos aviones dejaban caer sobre la posición—, pero la mayoría fueron asesinados el último día cuando Berenguer autorizó la rendición formal y las tribus aprovecharon para atacar definitivamente a los indefensos españoles. Se calcula que solo sobrevivieron 60 hombres de los 3.000 que se habían refugiado allí.

La labor de la prensa del momento, con los artículos que publicaron periodistas como Luis de Oteyza, director de La Libertad, que llegó a entrevistar a Abd el-Krim, Víctor Ruiz Albéniz que trabajó para el Abc, o las crónicas de Teresa de Escoriaza, que fue la primer mujer enviada especial de un periódico (La Libertad), fue decisiva para que la sociedad española tuviera constancia de la ineptitud del general Silvestre, que con el objetivo de alcanzar Alhucemas expuso a los soldados españoles a una temeraria misión que acabó en masacre. Las voces que ignoró no solamente fueron la de algunos generales, sino también las de estos informadores, que eran más bien “periodistas de anticipación”, ya que habían avisado de los efectos que podría acarrear el avance de las tropas, como sostiene Antonio Rubio en su nuevo libro El desastre de Annual a través de la prensa.

Fueron estas denuncias de los periódicos las que acabaron propiciando la elaboración del Expediente Picasso, en el que a través de 2.433 folios se puso de manifiesto la corrupción que asolaba al Ejército español, el Gobierno y la Administración colonial de Melilla, además se calificaba de negligente la actuación de Berenguer y de temeraria la del general Silvestre. La investigación sobre las responsabilidades fue encargada a una comisión parlamentaria que revelaba cuestiones de especial gravedad, y relacionaba al propio Alfonso XIII con la mala gestión de la guerra de Marruecos. El intento de impedir que este informe se difundiera y se debatiera en las Cortes fue el detonante para que Primo de Rivera diera el golpe de Estado en septiembre de 1923.

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