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Diez años del 15M, el movimiento que cuestionó el sistema político español de arriba a abajo

Mauro Tortosa

A pleno pulmón se escuchaban cánticos como “Democracia Real Ya. No somos mercancías de políticos y banqueros”, “La política está en la calle y no en el parlamento”, “¡Que no, que no, que no nos representan, que no…!”, o el famoso eslogan “¡PSOE, PP, la misma mierda es!”. La manifestación acabó en una improvisada acampada en la Puerta del Sol que duró 28 días y se extendió por varios puntos del país. De repente, el cirujano jefe de un hospital podía verse sentado en el suelo junto al personal de la limpieza en una asamblea reivindicando la sanidad pública. En aquellos meses de primavera también vimos al president de la Generalitat, Artur Mas, y a varios consellers accediendo al Parlament en helicóptero porque miles de manifestantes habían bloqueado el acceso a la Ciutadella. Floreció hace 10 años y se convirtió en el movimiento de los indignados: hablamos del 15M.

El domingo 15 de mayo de 2011 miles de ciudadanos salieron a las calles de más de cincuenta ciudades españolas exigiendo una democracia más participativa alejada del bipartidismo del PP y PSOE. Aquella oleada de protestas culminaría en diferentes acampadas y manifestaciones en las plazas de varias capitales de provincia. Todo surgió a raíz de la decisión de un grupo de jóvenes de acampar durante la madrugada de aquel domingo en la Puerta del Sol, una vez había acabado la manifestación de la tarde. Serían los primeros 40 de Sol. Aunque en realidad, más que una acampada fue una sentada nocturna, ya que la policía no les dejó montar tiendas ni poner objetos físicos como palés o vallas de obra.

Los problemas con los cuerpos de seguridad llegaron la segunda noche, cuando el entonces ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ordenó el desalojo de la plaza a las 5 de la mañana. El vídeo de los antidisturbios despertando y levantando a los acampados fue grabado casi en directo en Twitter. Aquellas imágenes producirían una reacción multitudinaria en redes sociales y en los próximos días a la acampada de Sol se sumaron otras como la de Plaça de Catalunya en Barcelona. Las protestas también llegaron a otras ciudades como Castellón, Oviedo, Cáceres, Palma de Mallorca, Sevilla, Valencia, Granada… Todo aquello pasaría a la historia bajo el nombre del 15M o movimiento de los indignados. Un guiño que hacía referencia al libro de ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel y se convertiría en una fuente de inspiración para el propio movimiento.

¿Por qué surgió?

Era mayo de 2011, España estaba en plena campaña de las elecciones locales y autonómicas y la crisis financiera iniciada en 2008 seguía golpeando con fuerza a la sociedad española: desahucios que no cesaban, rescates bancarios multimillonarios que empezarían con la intervención de Caja Castilla-La Mancha en 2009 y se convertirían en una constante en los años posteriores, una tasa de paro por los aires con más de 5 millones de desempleados, pero sobre todo mucha indignación. Además, los ciudadanos veían cómo la clase política seguía gozando de grandes privilegios, mientras se reducían los gastos sociales. Por ejemplo, un diputado o senador solo necesitaba acreditar siete años para acceder a la pensión máxima, mientras que a la población se le seguía aumentando la edad de jubilación. Estos fueron algunos de los ingredientes con los que el 15M empezaría a cocinar una larga lista de reivindicaciones que llegarían hasta nuestros días.

La Ley Sinde y el inicio de las protestas

A pesar de que el bullicio social saltó aquel 15 de mayo, antes de que se calentaran las calles, se calentó la red. El proyecto de reforma de la Ley de Propiedad Intelectual y de la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información, que llevó a cabo el Gobierno de Zapatero, conocido como Ley Sinde, provocó una oleada de protestas desde diciembre de 2009. La nueva ley buscaba regular las infracciones a la propiedad intelectual en la red, pero para muchos internautas suponía un riesgo para la vigencia de derechos fundamentales como la libertad de expresión o la presunción de inocencia. Miles de internautas mostraron su rechazo a la nueva ley, y más de 150.000 páginas apoyaron el Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en la red. A todo ello se sumaron innumerables iniciativas de protesta ciudadana que ocuparon espacios privilegiados en medios tradicionales (prensa, radio y televisión). Finalmente la nueva ley sería aprobada meses después por el Gobierno de Mariano Rajoy en febrero de 2011.

No obstante, aquella capacidad de movilización con campañas como Internet no será otra TV o No les votes, funcionaron como modelo organizativo que seguiría el 15M. Plataformas como Estado de Malestar, Juventud sin Futuro, V de vivienda o Democracia Real Ya había estado tejiendo una red reivindicativa a través de internet para animar a los ciudadanos a llenar las plazas. El Patio Maravillas, histórico espacio autogestionado situado en la calle Pez de Malasaña (Madrid), se convirtió en el epicentro y en uno de los motores del cambio de la primavera madrileña que decidió “cerrar por revolución” y trasladarse a la Puerta del Sol por aquellos días de mayo.

La #spanishrevolution se expande por todo el mundo

La manifestación de aquel domingo reunió a más de 25.000 personas en la capital madrileña, según las cifras de los organizadores, y acabó con 24 detenidos acusados de desorden público. La indignación madrileña generó un efecto dominó, y a estas protestas no solo se sumaron otras ciudades españolas, sino que tuvo una repercusión internacional. Decenas de jóvenes se concentraron en los días siguientes delante de las embajadas españolas de ciudades de todo el planeta: Praga, Budapest, París, Berlín, Lisboa, Varsovia, Rabat, Buenos Aires, México DF, fueron algunas de las capitales que albergaron la #spanishrevolution. Organizados a través de grupos de Facebook y de hashtags en Twitter como #italianrevolution, #frenchrevolution o #germanrevolution, se planificaron sentadas y los lemas españoles de “más democracia” se extendieron internacionalmente.

Mientras tanto, en Madrid el campamento improvisado cogió poco a poco forma y se transformó en una pequeña ciudad en el centro de la plaza con sillas, mesas, tiendas de campaña, equipos de sonido, una zona para la cocina, otra para el parque infantil, otra para el centro de documentación y comunicaciones, etc. Además, se crearon diversas comisiones y grupos de trabajo. Sería el principio de uno de los mayores movimientos asamblearios de España.

El miércoles 18 de mayo, la Junta Electoral de Madrid decidió declarar ilegales todas las concentraciones y reuniones convocadas para el sábado 21, día de la jornada de reflexión, luego lo haría la Junta Electoral Central. A pesar de los intentos de los organismos públicos para despejar la plaza, esta se empezó a llenar cada vez de más gente, las calles paralelas fueron también ocupadas y se podían leer carteles con lemas como: “El Pueblo de Madrid ha decretado la ilegalización de la Junta Electoral Central”. El hartazgo social de aquellos días no cesaba, siempre con la mirada puesta en las elecciones del 22 de mayo. La reducción del 5% del sueldo de los empleados públicos, la ampliación de la edad para acceder a la jubilación, así como la reforma laboral del PSOE que abarataba el despido, aprobada un año antes por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, fueron caldo de cultivo para la irrupción de las protestas.

A pesar de la tensión que se vivía en las calles, las elecciones se pudieron celebrar con normalidad y el PP ganó en votos en la mayoría de las comunidades autónomas. En la Comunidad de Madrid consiguió la mayoría absoluta con 72 escaños. La resaca electoral de aquel lunes, las continuas lluvias que impidieron celebrar varias asambleas esenciales en los días siguientes, los intentos de desalojo, así como las divisiones internas dentro del movimiento, empezaron a deshinchar poco a poco la acampada de Sol.

El desalojo de la Plaça de Cataluña se saldó con más de 120 heridos

De forma paralela, en Cataluña se vivieron momentos de tensión entre los manifestantes y los Mossos d'Esquadra, cuando estos intentaron desalojar a los acampados en la Plaça de Cataluña el 27 de mayo, con una intervención policial que provocó más de 120 heridos y que dio la vuelta al mundo. Aquello revitalizó las protestas del 15M en Barcelona y el 14 de junio más de 2.000 indignados se concentraron delante del Parlament evitando que varios de los diputados pudieran acceder a pie. El president del Govern de la Generalitat, Artur Mas, y la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, tuvieron que llegar al hemiciclo con un helicóptero, así como varios parlamentarios como el president de ERC, Joan Puigcercós, o el portavoz parlamentario de CiU, Jordi Turull, entre otros.

Después de 28 días seguidos acampados en Sol, el 12 de junio, bajo el lema “No nos vamos, nos expandimos” los asistentes decidieron levantar el campamento y convocar las futuras acciones y asambleas en los distintos barrios de la ciudad. Del seno de aquellas reuniones surgieron otros movimientos, formados por varios colectivos, como la Marea Blanca, en defensa de la sanidad pública, la Verde en defensa de la educación pública, también aparecieron la Marea Violeta (igualdad), la Roja (empleo de calidad) o la Naranja (servicios sociales), entre otras. La organización vecinal a través de asambleas tuvo sus primeros frutos, algunos muy mediáticos como en 2014 cuando los residentes del barrio Gamonal (Burgos) consiguieron paralizar los planes del gobierno municipal que pretendía construir un bulevar en una de las arterias principales de la ciudad, reduciendo de manera significativa las plazas de aparcamiento gratuitas.

El 15M y su gran apoyo social

El movimiento contó con una fuerte apoyo por parte de la sociedad española más allá de la dicotomía izquierda-derecha, así lo reflejaron varias encuestas demoscópicas. Algunos de estos estudios, como el de Havas Media apuntaba a que el movimiento tuvo una aceptación del 80% de los ciudadanos, y en los votantes del PP “el apoyo fue del 60%”. Y hasta 8,5 millones de españoles afirmaron participar en él, ya sea visitando las acampadas, asistiendo a las asambleas o acudiendo a las manifestaciones, según una encuesta que realizó Ipsos Public Affair.

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