Plaza Pública

Canal Nou: empieza el espectáculo

Vicent Palací

El apagón definitivo de Canal Nou, cuando se produzca de manera efectiva, constituirá un hecho relevante en tierras valencianas; pero sus repercusiones no serán solamente materia de análisis para los expertos del mundo audiovisual.

El cierre de Ràdio Televisió Valenciana conllevará unas consecuencias impredecibles; especialmente para sus ejecutores, alejados ya totalmente del pálpito de las plazas y de los pueblos donde Canal Nou continúa siendo su tele.

¿Qué pasaría si el todavía President, Alberto Fabra, regresara para siempre a Castellón y cada uno de sus consellers a sus respectivos pueblos?. 

Probablemente, nada. El nivel de descrédito alcanzado por los gobernantes de la Comunitat Valenciana es en la actualidad de tal magnitud que su ausencia no sería extrañada por nadie.

Pero, ¿qué se puede esperar del cierre del espejo en el que se han visto y reflejado los sinsabores, las esperanzas y las ilusiones de los valencianos durante los últimos 24 años? Seguramente, muchas cosas. La decisión recaerá sobre una opinión pública cuya paciencia se está cerca de su límite.

En los ambientes empresariales e industriales valencianos gana fuerza la necesidad de un cambio político, de un cambio de aires. “Estamos hartos de ofrendar nuevas glorias a España –como reza el himno de la Comunitat–. Ya va siendo hora de que España nos ofrende a los valencianos”, explicaba hace unos días en El Temps el presidente de la patronal regional, José Vicente González.

La Generalitat está intervenida. Los funcionarios de Cristóbal Montoro avalan o desaprueban –en sus despachos de Madrid– los pagos de las facturas de los proveedores de la Generalitat. 

Y la tozudez de las cifras asoma, como siempre, para callar a los que todavía vislumbran brotes verdes o luces al final de los túneles. La deuda de la Generalitat se aproxima galopante a los 25.000 millones de euros: en los últimos 4 años ha crecido tanto como en los 25 años anteriores, y los presupuestos cuadran por imperativo de la ciencia contable.

Los grandes bufetes de abogados son órganos de decisión de buena parte de las consellerias, compitiendo con los despachos locales y avergonzando la valía y profesionalidad de los técnicos públicos.

La sensación de agobio económico combinada con la inoperancia política resulta asfixiante. El 20 por ciento de los diputados autonómicos del PP están encausados en algún presunto delito; de hecho, el “grupo de los imputados” (diez a fecha de hoy) sería la tercera fuerza política parlamentaria si optaran por agruparse.

En este asfixiante ambiente el cierre “innegociable” de la radio y de la televisión autonómica –en una comunidad con lengua propia– no hará más que hundir la última institución que todavía cohesiona al pueblo valenciano. Un riesgo no calculado.

Hasta hace unas horas, con audiencias marginales del 3%, la emisora autonómica recordaba cada día a sus programadores y responsables que estaban derrochando recursos con unos productos que no eran ni del agrado ni de la confianza de sus contribuyentes, de sus clientes.

Pero con su giro de espalda, la audiencia no estaba pidiendo el cierre; estaba clamando dignidad.

Durante las horas de autogestión de la programación de la cadena por parte de los trabajadores en la tarde/noche del miércoles se triplicó la audiencia habitual. Manías que tiene la audiencia por una información libre.

De repente, la opinión pública valenciana ha redescubierto su televisión y ha visto y oído a sus periodistas autoinculparse de su trabajada ceguera.

Ahora, Fabra quiere cerrar Canal Nou. Justo cuando los jueces empiezan a hablar de cárceles y de condenas.

Los trabajadores no se rinden y lucharán por sus derechos en los tribunales

Los trabajadores de Canal Nou no se rinden y lucharán por sus derechos en los tribunales

Empieza el espectáculo.

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Vicent Palací es periodista de Canal Nou

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