Nacido en los 50

Lo que faltaba

El Gran Wyoming

Ahora que la socialdemocracia estaba tocada y casi hundida por las diferentes divisiones y desafecciones que sufren los partidos que tradicionalmente la han representado en los distintos sistemas democráticos del mundo, llega Ciudadanos y anuncia que también la abandona. Puede ser la puntilla.

Se trata de un duro golpe del que al socialismo internacional le va costar recuperarse. Lo que no sabemos es el nivel de traumatismo que va a sufrir la formación tras este abandono, qué secuelas le quedarán. Son muchos los que ahora se preguntan: ¿podrá seguir adelante esa formación al dejar de lado la esencia de su razón de ser? ¿Tiene sentido continuar sosteniendo la formación al abandonar, como ya hiciera antes el PSOE, las enseñanzas del marxismo?

Miles de revolucionarios se habrán revuelto en sus tumbas al ver cómo una de las formaciones que había recogido el testigo de su lucha por la emancipación del ser humano deja la senda del fervor en la demanda por la igualdad, creando una sensación de vacío, de orfandad, que será difícil de suplir.

Por otra parte, la derecha tradicional, que en España aglutina a todas las derechas habidas y por haber, habrá respirado con alivio al ver que de su oscuro horizonte lleno de obstáculos y desafíos desaparece este enconado enemigo que tan difícil le hacía la escalada hacia la cumbre del poder. Sin la alternativa socialdemócrata que representaba Ciudadanos, ahora ese campo de lava, que impedía el normal tránsito de su escalada hacia la gloria, se convierte en fértil campiña que verá crecer flores silvestres entre abedules y avellanos, donde retozarán los faunos al arrullo de los saltarines arroyos que expanden con sus gotas pulverizadas la vida por doquier.

La sorpresa en los medios de comunicación, en el resto de las formaciones del arco parlamentario, así como en los círculos políticos de nuestra sociedad ha sido mayúscula.

Por un lado queda aniquilado definitivamente aquel manifiesto en forma de tratado de doscientas páginas que en su día ofrecieran a Pedro Sánchez para la firma, y que éste adquirió como cebo para intentar atraer, desde esa alianza de izquierdas que representaban los dos partidos socialdemócratas, a Podemos, para intentar así el cambio de los cambios. Ahora, toda vez que Ciudadanos se declara “liberal”, se han desvanecido las esperanzas de los que soñaban con esa posibilidad de un tripartito  de “rojos” que diera un impulso a la sociedad en la eterna lucha por la abolición de la injusticia y la desigualdad.

En estado de shock deben encontrarse aquellos que, desde los diferentes estamentos de la sociedad, impulsaron el crecimiento de este partido que hasta hace unos años era casi marginal, una minoría en el parlamento catalán. Apostaron duro sus valedores. Muchos de los medios que tradicionalmente aupaban y reproducían las propuestas y consignas del partido del gobierno, recogieron ese desafío de construir una formación nueva, alternativa, jovial y desenfadada, que alumbrara el camino de los más desfavorecidos en esta senda siniestra donde se incrementa el nivel de pobreza cuanto más se soluciona la crisis.

¿Qué pasará con esos grupos empresariales y bancarios que sustentaron con sus dividendos esta idea?¿Se sentirán estafados y exigirán la devolución de sus aportaciones?

Sin duda, se trata de un tema delicado. Se habla mucho de la financiación “ilegal” de los partidos políticos y poco de la financiación legal. Quedan en el desamparo los que desde la legalidad hacen aportaciones pecuniarias de forma desinteresada a una formación política para comprobar, una vez ejecutado el pago, que la dirección del partido pega un giro de ciento ochenta grados y se sitúa en las antípodas de aquel rumbo por el que se apostó con el dinero. Nadie les va escuchar, nadie va a ser solidario con su desgracia, vivirán en soledad el dolor del abandono, la frustración de haber despilfarrado sus bienes, de haber subvencionado la vieja idea utópica y romántica de situarse junto a los más desfavorecidos paliando su quebranto, para encontrase con que en un recodo del camino esa utopía se esfuma con otro, con un mejor postor.

Sí, sin duda se le da más espacio en los medios a la financiación ilegal que a la legal porque aquella tiene menos tirón, carece de relevancia, de morbo, ya que se presta menos al titular la traición que el robo. Dicho lo de robo, claro está, en sentido metafórico, porque el autor no pretende tachar de ladrones a aquellos que en una sociedad libre, por las razones que fuere, decidieran optar por otra de las vías legítimas dentro del variado espectro ideológico que nos ofrece la política moderna, pero es cierto que genera desazón en el que cotiza a determinada formación comprobar que sus dividendos no contribuyen a la construcción de esa sociedad más libre, igualitaria y justa que pretende la socialdemocracia con sus planteamientos de corte socialista, en los que hasta ahora todo el mundo tenía encuadrada a la formación, bien llamada, de Albert Rivera.

¿Qué va a ser de nosotros? Han gritado también en la soledad de la noche cientos de miles de trabajadores al ver cómo quedan atrapados en las manos de los poderosos sin esos valedores de la justicia social que desde la nueva formación abrían huecos por los que penetraban haces de luz, de esperanza, en el túnel en el que los sumió la reforma laboral que llevó adelante el PP para, según reza su intención, luchar contra el despido y favorecer la creación de empleo.

Ciudadanos deja la socialdemocracia del mismo modo que militaba en ella, casi de forma clandestina, sin que se note, sin aspavientos ni exigencias de reconocimiento, ya que era la lucha contra el abuso y la opresión del poderoso su mejor recompensa. Prácticamente nadie era consciente de esa importante labor en la sombra, nadie se daba cuenta de su impagable trabajo desde la humildad, la invisibilidad, como siempre han obrado los pensadores verdaderos, los que han hecho de su genio un arma de transformación sin la menor intención de trascender.

No, no les agradezcamos su labor socialdemócrata, ni les neguemos el derecho a convertirse en liberales, que es donde está el turrón gordo. Ese al que aspiran muchos cuando desde el moderno liberalismo se dedican a esto que llaman “voluntad de servicio”. Han cumplido con su papel histórico y ahora tienen un bien merecido derecho al descanso y a soltar el testigo de los que construyen “al hombre nuevo”.

Serán muchos los que apenas notarán el cambio porque ignoraban este aspecto izquierdista de la formación que hoy se derechiza en un fundido imperceptible, pero es porque no entienden la política en su esencia, en profundidad, se quedan con lo grueso, lo obvio, olvidando que dios está en los matices y es ahí donde se han podido vislumbrar esos evanescentes destellos de solidaridad con los necesitados. Una pena que su obra, su entrega a los demás, no tenga el reconocimiento que, ahora sí, se merece su acción política.

Estamos sin duda ante un episodio más de la circunstancia de injusticia histórica que nos ha tocado vivir.

Pena me da de la pobre Susana Díaz, que pregonaba que “tenía arrinconada a la derecha” para encontrársela, de repente, repanchingada en el sofá del salón de su casa. Como si tuviera pocas cosas en la cabeza esta mujer. No debe reprocharse error alguno al gobernar con estos liberales. No se trata de un engaño, de un caballo de Troya que penetró en el sacrosanto bastión socialista andaluz con el disfraz del amigo correligionario, sino de una evolución que algunos llaman lógica y que asocia la madurez con el conservadurismo. Y, en cualquier caso, afirman ser liberales de los de Cádiz que, a fin de cuentas, está en esa comunidad. No debe sentir escrúpulo alguno la presidenta. Del mismo modo que unos cosen con tijeras, otros hacen izquierda desde la derecha.

Sé que aquellos socialdemócratas que algún día creyeron en el espíritu revolucionario de Ciudadanos sabrán comprender desde la generosidad este cambio ideológico. A ellos me dirijo con este colofón: “No critiquéis lo que no podéis comprender. Despedid con un abrazo a los que han cumplido con su misión histórica”.

A los otros, a los liberales, les aconsejo que eliminen cualquier atisbo de desconfianza y les reciban en el seno de su familia con los brazos abiertos porque, en verdad en verdad os digo que, aunque no lo podíais sospechar, son de los vuestros.

Yo ya lo sabía, pero es que estoy muy metido en los entresijos de la “alta política”.

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