Plaza Pública

Funambulismo político: PP, perder para ganar. PSOE, todo o nada

Miguel del Fresno

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ha rechazado contra todo pronóstico ser designado como candidato a formar gobierno y no irá a un debate de investidura que él y su partido sabían que iban a perder. A priori, era casi imposible que obtenga ni en primera ni en segunda votación la mayoría suficiente para repetir como presidente del Gobierno. Hay quienes pueden creer que es irracional, ya que parece una forma de inmolación. Y ha habido voces que de forma precipitada han dicho que era el fin de Mariano Rajoy. La política es un torrente constante de toma de decisiones y lo cierto es que la decisión imprevista del PP no sólo es racional, sino también astuta: deja abierta una posición a la cooperación, aunque sea mediante una oferta peligrosa al PSOE, utiliza el conflicto enfrentando a Partido Socialista y Podemos, recorta los tiempos de negociación a Sánchez y con ello espera obtener el mayor pago positivo posible incluso si hay elecciones anticipadas.

La rueda de prensa de ayer de Iglesias proponiendo ya un gobierno, haciendo sentirse insultado al PSOE profundo, es muy posible que haya decantado la decisión no prevista de Rajoy, incluso el portavoz del PP se había manifestado en la línea opuesta. El PP gana la iniciativa tras las consultas. El rápido movimiento estratégico –táctica dominada hasta ahora por Podemos– condiciona el comportamiento (el número posible de respuestas) del PSOE que ya no va a ser el protagonista del no al PP, sino el protagonista de intentar su propio . Y puesto que el PSOE no puede ahora aceptar una coalición con el PP –lo que sería entendido como una ganancia para los populares–, es el PSOE el que asume todo el peso de la responsabilidad de formar gobierno. Ahora el PP sólo debe esperar a que el PSOE no tenga éxito. Y si lo tiene podrá bloquear en el Senado con su mayoría absoluta.

Este primer movimiento del PP es un movimiento perdedor intencionado para ganar legitimidad y autoridad frente a la sociedad y, de paso, erosionar a los socialistas, sabiendo que no tienen opción, ni Pedro Sánchez ni el PSOE, de hacerle al PP una contraoferta razonable. El PP iba a perder la votación y ha optado por huir hacia delante haciendo único responsable de la situación al PSOE. Además, es previsible que los medios profesionales afines al PP acusen al PSOE de falta de responsabilidad o de sentido de Estado, que es otra cara de la misma moneda donde se quiere situar el PP. En definitiva, el PP obtendrá la máxima ganancia de su derrota si el PSOE acaba siendo comprendido como algo irracional o incoherente o peligroso por el sentido común de los votantes moderados.

El no de otros partidos como Podemos era esperado y el PP sabía que de ahí no puede rescatar votos en caso de unas nuevas elecciones generales. La posición de Ciudadanos podría haber sido un inicial no: sabe que le ha restado muchos votos al PP y tiene que mantener una distancia calculada y su valor diferencial entre el electorado. Aunque el PP sí quiere rescatar votos migrados hacia Ciudadanos no es esa la batalla ni la guerra ahora mismo del PP. Si el PSOE no consigue formar gobierno, Ciudadanos tendrá que entrar en coalición con el PP a la espera de un nuevo potencial escenario favorable.

Es decir, el PP y Rajoy han decidido perder ahora para apropiarse de categorías como responsabilidad, sentido de Estado, estabilidad, bien común, etcétera. Ciudadanos vendería socialmente la imposición de sus condiciones al PP (como ha hecho por ejemplo en la Comunidad de Madrid) antes de entrar en el Gobierno y de esta forma no resultaría demasiado equivalente al PP, aunque les mantendría en minoría inestable. La falta de beligerancia en la fase inicial poselectoral entre el PP y Ciudadanos es un sensor significativo de la existencia de un equilibrio viable antes de llegar a unas elecciones anticipadas. Hasta aquí la estrategia del PP.

La primera tarea del PSOE es reaccionar al movimiento del PP y va a tener que explicar y justificar socialmente la racionalidad de su aplicación del poder de la intransigenciaa no querer hablar con Rajoy, como ha remarcado éste último. Hasta el momento, sólo ha llegado a los medios una suerte de no porque no, lo que no le beneficiará en breve entre el electorado moderado si no lo explica bien y no es entendido como de sentido común. Después de este movimiento del PP la estrategia de Pedro Sánchez no puede ser otra que la de ganar o ganar. A Sánchez no le queda más remedio que intentar formar gobierno y, si fracasa, le costará su carrera política. Las alternativas son reducidas: PSOE+Podemos+Otros o el malabarismo PSOE+Podemos+Ciudadanos. Esta última es una colación poco viable para Podemos, debido a la reacción negativa de sus bases y, sin embargo, de nuevo un activo institucional para Ciudadanos que vendería su presencia como contrapeso centrista optando tanto por PP o PSOE. Todo va a orbitar alrededor de la inflexibilidad selectiva de Sánchez, por tanto, la negociación deberá alcanzar altos niveles de sutileza sin tener garantizado llegar a acuerdos y poder mantenerlos de forma duraradera. Veamos los porqués.

Para Sánchez y el PSOE aparecen bastantes barreras. Primero, algunas de las líneas rojas de Podemos de la misma noche electoral –que luego han dicho que no han dicho– han levantado obstáculos contra el acuerdo, que ambas partes deberán desmaterializar sin que, al mismo tiempo, parezcan concesiones excesivas o claudicaciones, pero esto nunca ha sido un problema para la clase política. Segundo, aunque se hable de Podemos en el Congreso, no se trata de uno sino cuatro partidos, y está por ver el control fáctico y sostenido de Podemos-central sobre sus franquicias regionales, ancladas en un caladero de votos asociados al “derecho a decidir”. La mayor ventaja estratégica de Podemos –como volvió a mostrar ayer– es su alta imprevisibilidad y cómo dibuja las líneas del campo de juego como hizo ya en la noche electoral. Tercero, el resto de los votos necesarios –si Ciudadanos no entra en coalición– tiene como origen partidos tan heterodoxos y fragmentados que la clave del funambulismo estratégico vuelve a ser la inflexibilidad selectiva de Sánchez. Cuarto, si no es suficiente la complejidad que Sánchez debe gestionar, el PSOE profundo parece estar actuando como un orwelliano Gran Hermanoorwelliano , por lo que la estrategia de Sánchez parece reducirse a “todo o nada”, lo que parece saber bien Podemos. Quinto, el PP no sale de escena sino que, ante los intentos de comunicación y coordinación de Pedro Sánchez, es de esperar que intente dificultar al máximo cualquier forma de acuerdo que le excluya o nuevas elecciones. Sexto, Sánchez tiene en contra el tiempo, se lo ha recortado la decisión de Rajoy a niveles que no podían imaginarse hace unos días. El jugador que tiene más urgencia por alcanzar un acuerdo tiende siempre a hacer concesiones antes y de mayor alcance; y es así como se puede entender mejor tanto el haber prestado senadores para que ERC y DiL formen grupo parlamentario propio en el Senado, como la evidente falta de explicaciones tras tomar esa decisión buscando su abstención. Y por último, no se puede ignorar el papel que los egos, los egoísmos, el amor propio, la megalomanía o la irracionalidad juegan en la toma de decisiones que afectan al funambulismo estratégico que estaba previsto para Rajoy pero que éste, en una jugada ajedrecística, ha pasado al PSOE.

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El resultado poselectoral presenta a los principales partidos como jugadores de un juego no cooperativo en interdependencia estratégica donde existen intereses comunes e intereses en conflicto. La clave reside en qué coaliciones pueden encontrar el equilibrio necesario en la interdependencia, en si los partidos ponen el beneficio de la sociedad en su conjunto por encima del suyo y, por último, en la respuesta que se estén dando a sí mismos en el cálculo de cuánto les beneficia o perjudican frente al resto de los partidos unas elecciones anticipadas. No obstante, la paradoja es aún mayor, porque para los partidos políticos las ganancias de la no cooperación aparecen antes que los costes de la no cooperación, justo lo contrario que ocurre para la sociedad.

Miguel del Fresno

es sociólogo y profesor de la UNED

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