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Nacido en los 50

Como gato panza arriba

El Gran Wyoming

Parece que Syriza no ha perdido el tiempo en estos primeros días de Gobierno. Se ha plantado en Europa como si fuera un socio y no un súbdito, que es a lo que estaban acostumbrados nuestros hermanos benefactores del norte.

Con gran orgullo y amplias sonrisas se dejaban retratar los responsables de Economía y Gobierno de nuestro país cuando acudían a ratificar los tratados, condiciones y reformas que nos preparaban en aquellos despachos órganos de prestigio internacional como el FMI, que se prestaban desinteresadamente a tomar las riendas de nuestros destinos dada la irresponsabilidad característica del pueblo español, acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades. Con esas amplias sonrisas, decía, recibían las consignas y las órdenes nuestros representantes asumiendo nuestra condición de caraduras, morosos, delincuentes al fin. Sonreían, sí, mientras estrechaban la mano de los prohombres de la nueva Europa, en su condición de representantes de los sinvergüenzas de España, esos ciudadanos que se gastan los fondos europeos en juergas y que luego se niegan a devolver. Sonreían sin duda, porque se sentían al margen de esa condición de informalidad endémica que caracteriza nuestra picaresca, precisamente ellos que llegaban a las reuniones con los sobres en B en el bolsillo para los gastos de idem.

Sorprendidos se han quedado los señoritos de la nueva Europa cuando les han dado un “zas en toda la boca” estos griegos que, a pesar de pobres, se atreven a abrir el pico en presencia de sus acreedores. Estos prestatarios hacen sinónimo “auditoría de la deuda” de “impago”, dando por hecho que si se estudia minuciosamente cómo se ha llegado a ese montante, aparecerán partidas que nadie en su sano juicio devolvería ya que en parte, ya veremos en qué parte, esa deuda contraída no fue por créditos que revirtieron en el bienestar de la ciudadanía, ni en cubrir acuciantes necesidades básicas, sino que, en algunos casos, esos fondos fueron destinados, por ejemplo, a la compra de armamento, precisamente, al país que dejaba el dinero. Es decir: “Yo te presto el dinero, tú me lo devuelves al día siguiente, a cambio yo te doy unos tanques que no necesitas para nada, y me sigues debiendo el cien por cien del dinero”. Por estas cosillas sin importancia y otras debidas a la mano rota, no del pueblo sino de sus administradores que luego son loados en las cámaras de la alta política por llevar a cabo con mano firme las reformas estructurales profundas, por estas cosas, creen los señores de Europa que si se auditan las deudas, la cosa de cobrar se va a complicar.

Pues estos señores de Grecia, a pesar de pobres, no llegan a esos foros europeos con los pantalones bajados y de rodillas. En tono chulesco sacan a relucir otras deudas que los alemanes contrajeron con ellos durante la segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno de turno, aliado de Hitler, le prestó dinero para que pudiera seguir con la contienda, mientras 300.000 griegos morían de hambre. Respondones, han salido respondones.

También es cierto que estas “reformas estructurales profundas” se han dado cuando los neoliberales han arrasado en Europa, y los tecnócratas del FMI, independientes y apolíticos, se han visto desplazados de Latinoamérica donde sembraron el hambre, apoyaron las dictaduras que asesinaban secuestraban y torturaban a los disidentes, y consiguieron endeudar a países para siempre impidiendo el normal desarrollo de los pueblos y condenándoles a una miseria impresentable, a cambio de mantener sus negocios untando a la clase dirigente. No fueron casos aislados, se dio en muchos países que apostaron por la independencia y el desarrollo.

Allende, en Chile, no recibió el menor apoyo del Banco Mundial ni el FMI. Cuando Pinochet llegó al poder regando de sangre las calles se produce, por lo visto, el marco adecuado para invertir el proceso. En Brasil, el régimen democrático de Joao Gilart llevaba tres años con los créditos suspendidos hasta que se produjo el golpe militar, que de nuevo generó la confianza necesaria para invertir la situación. La economía de Brasil se hundió para las siguientes décadas y la corrupción se hizo sistémica. En Nicaragua, donde se apoyó a Somoza a pesar de que sabían que robaba todo lo que se ponía a su alcance, se suspendió ese apoyo el día que hubo las primeras elecciones democráticas en medio siglo y las ganó Daniel Ortega, líder de los sandinistas.

Todo ello a pesar de que el Banco Mundial tiene impuesta como condición prioritaria en sus actuaciones no atender a las condiciones políticas, sino exclusivamente económicas.

Saco esto a relucir porque para muchas personas de mi generación el FMI representaba al mismísimo demonio, ya que era causa generadora de pobreza, guerras y totalitarismo en los países en vías de desarrollo así como el Tercer Mundo donde, insisto, se convertían en el mejor aliado de dictaduras criminales. Cuál sería nuestra sorpresa al verle al timón de una Europa compuesta por países soberanos cuando nadie les había elegido para desempeñar tal papel, emboscados en ese huevo Kinder llamado troika junto al Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Su pretendido carácter técnico, alejado de la política, causaría risa si no fuera por lo dramático del asunto. En cualquier caso, no son tipos de fiar y ponerse en sus manos equivale a un suicidio. Ellos saben por qué “auditar”, o sea, repasar la cuenta, lo que hace cualquiera en un restaurante, les parece un ataque frontal en la línea de flotación de sus intereses y a cualquiera que lo proponga lo tratan de radical antisistema.

Pues ya les han salido unos niños respondones que pueden sentar un precedente inadmisible al presentarse ante ellos y decirles: “Tantos millones, ¿de qué? Me lo expliquen”. Porque mientras daban el dinero, por lo visto, a espuertas, no se preocuparon de dónde iba a parar. Sólo tienen claro que les asiste el derecho a imponer las normas que les permitan recuperar lo invertido, con esos intereses sometidos al capricho de la prima de riesgo, que opera siempre en el mismo sentido y parece regirse por la ley del embudo, también llamada de libre comercio o de lógica económica. Estas reformas para compensar la deuda pasan por cargarse la educación, la sanidad, las pensiones, la asistencia a los necesitados, los servicios sociales y, como consecuencia, el aumento de la mortalidad en nuestros hospitales y la aparición de la desnutrición infantil en pleno siglo XXI.

Si transigen con Grecia este negocio se les puede ir de las manos y he aquí el problema. Los griegos no han ido a negociar de tapadillo, por lo bajini y al margen de la transparencia, que es como se hacen estas, sino al estilo macarra. Como cuando el dueño del bar le pregunta al cliente: “¿Cuándo me vas a pagar lo que me debes?”, y este, plantándole encima de la barra el vaso de caña vacío, le responde: “¿Tú qué te crees, que yo soy adivino?”.

Ya se sabe que, cuando el pobre exige sus derechos, irrita, la justicia se confunde con la arrogancia, con la insolencia.

En esas estamos, se está acabando el chollo allende los mares y nos están aplicando esa medicina que en su día le prescribieron a los que nos parecían “pobres latinoamericanos”, pero que, en algunos casos, han sabido quietarse el yugo y nos advierten a gritos de los efectos secundarios. Y uno se pregunta: “Si tan beneficioso es el remedio, ¿por qué no se lo dan a su padre?”, dicho, claro está, desde el respeto.

En fin, ya lo han visto en la portada de infoLibre, mientras tanto los bancos pagan a Hacienda sólo el 2,5% de sus beneficios.

El señor Rajoy, a diferencia de Syriza, no está dispuesto a pedir explicaciones en defensa del bienestar y la soberanía nacional que tanto les gusta a los patriotas: él es mucho más honrado.

Un poco de marcha no nos vendría mal: “¿Somos marines o somos princesas?”.

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