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'Give peace a chance'

Miles de personas secundan en Bilbao la manifestación sielnciosa de PNV y Sortu

El Gran Wyoming

La manifestación del sábado en Bilbao no debería pasar como una más de los cientos que se producen en España y a las que los mandatarios han aprendido a dar la espalda.

Declaraciones aparte de los portavoces y responsables de las diferentes formaciones políticas, que se mueven por la repercusión que un error pueda tener en su caladero de votos, hay que ver el tremendo abismo de opinión que parece existir entre la opinión pública vasca y el resto. Si, como se afirma desde un lado, la manifestación del otro día no era más que un acto de reivindicación de la banda, de exaltación de los presos etarras y de exigencia de amnistía, ¿cómo se debe interpretar la masiva asistencia de ciudadanos?

No contribuye a entender la situación la precaria cobertura que han dado los diarios a la parte gráfica, a pesar de la cantidad de material disponible en internet. Algo choca en nuestra mente cuando vemos esas impresionantes imágenes de la masiva asistencia, de la avenida abarrotada de gente que se pierde en el infinito, con la insistencia de otra parte en definir el acto como una exaltación del terrorismo, el crimen y la violencia. Creo que habría sido muy didáctico cubrir la noticia sin texto, tal y como pedían los convocantes a los asistentes, sólamente con fotografías de la espectacular asistencia, a pesar de que la convocatoria fue prohibida y convocada de nuevo de urgencia. Pero da la impresión de que no interesa ver a gente normal, en actitud normal, en este tipo de concentraciones porque podría darse una imagen de normalidad y no es la norma que impere la normalidad cuando de estos temas se trata.

Otra paradoja. No se produjo ningún incidente y eso que, supuestamente, allí deberían encontrarse todos y cada uno de los agentes actores e inductores de la kale borroka. No pasó nada, no se leyeron comunicados, no se elevaron conclusiones a definitivas, sólo un mensaje elíptico: “Pónganse a trabajar en ello”.

Sí, es verdad, se puede exigir la entrega de las armas, comunicados explícitos de perdón, rendición incondicional y todas los requisitos que se quieran para retrasar lo inevitable, pero la situación ha cambiado y alguien debería tener la inteligencia suficiente para entender que si de política se trata, si es lo único que interesa, hay que ser muy tonto para no darse cuenta de que están dando alas a los independentistas, precisamente, aquellos empeñados hasta las últimas consecuencias en la unidad de España.

Es cierto que todos los diarios han destacado los diferentes gritos y consignas que se escucharon durante una marcha convocada para hacer del silencio un grito estridente, pero la buena noticia es la gran concentración de un pueblo, en orden, que de forma civilizada desea que se tenga en cuenta esto que llaman “el nuevo escenario”, derivado de la declaración de ETA de dejar de matar, para ver si, de una vez por todas, se llega a esa utopía que parecía inalcanzable para los que como yo hemos pasado toda la vida con la banda terrorista protagonizando las portadas de los diarios: la paz.

Detrás de todo este dialogo de sordos cabe hacerse una pregunta: ¿quién teme a la paz? Otra gran paradoja, los nacionalistas vascos, esos ciudadanos sospechosos, acusados de ambigüedad, de falta de definición y connivencia con fuerzas oscuras, parecen los únicos que, desde estas convocatorias del silencio, dejan meridianamente claro que no quieren volver a la situación anterior.

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