Nacido en los 50

Manos libres

El Gran Wyoming

A juzgar por las reacciones de los responsables de las carteras de Justicia e Interior ante las declaraciones de la alcaldesa de Barcelona, parecería que a uno le gustaría que la cosa fuese a más, y al otro tener las manos libres para repartir a diestro y siniestro.

Ada Colau transmitió el sentir de un sector de los que viven en el barrio de Gràcia, que piden una respuesta ajustada de la policía a la hora de reprimir las manifestaciones que se están llevando a cabo en los últimos días. Tras condenar los actos de violencia de los manifestantes y expresar su confianza en los mossos d'esquadra, la alcaldesa pidió esa proporcionalidad en la represión de los hechos que demandaban los vecinos.

Una de dos: o los rivales políticos de la alcaldesa van a estar en contra de lo que haga o diga de forma sistemática o no entienden a los catalanes ni cuando les hablan en castellano.

A lo mejor ha llegado el tiempo de que los responsables políticos empiecen a estar tambiéndel lado de los ciudadanos y no sólo de las fuerzas represivas, del orden o de seguridad, llámense como se quiera.

Recuerdo unas declaraciones del entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, que a mí me parecieron desafortunadas ante el escándalo que suscitó un vídeo en el que se veía una actuación desmedida de un policía contra una joven, y respondió que la actuación le parecía bien a pesar de no haber visto las imágenes. En la época de Cristina Cifuentes como Delegada del Gobierno en Madrid se cometieron todo tipo de excesos contra los ciudadanos. La policía llegó a cargar en el interior de la estación de Atocha de forma indiscriminada contra personas que esperaban en el andén y con una violencia injustificable, según reflejan imágenes que dieron la vuelta al mundo, y cobrando también de paso algunos periodistas que filmaban lo que ocurría.

Indefectiblemente y considerando al personal como si fuera ganado, no sólo no condenan lo ocurrido, sino que las autoridades, muchas veces, aplauden con un descaro impropio de este sistema democrático las acciones violentas y desmedidas de la policía cuando se producen.

En el documental No estamos solosque dirigió Pere Joan Ventura y que en breve estará colgado en la red, recogemos unas imágenes de la carga de la policía durante las Marchas de la Dignidad en marzo de 2014 en la plaza de Colón de Madrid, donde se congregaban miles de personas escuchando a la Solfónica. Media hora antes de que la concentración terminara, la policía entró golpeando a los que allí se encontraban y estuvo a punto de producirse una masacre ante la violenta provocación de las fuerzas del orden a pesar de que por la megafonía se les pedía calma y que no intervinieran hasta la hora fijada por la autoridad para el fin de la concentración, cuya disolución estaba prevista de forma organizada una vez que terminaran los actos programados.

De nada sirvió. Arremetieron contra los que allí se encontraban y las consecuencias de aquella carga coparon las portadas de todos los diarios e informativos de televisión que es lo que, al parecer, se buscaba, después de una jornada en la que destacaba sobre todo lo demás la paz, la tranquilidad y el aire festivo que había protagonizado la convocatoria en una muestra de civismo ejemplar, más aún teniendo en cuenta que en la marcha participaron cerca de dos millones de personas venidas de toda España, según los organizadores, cifra que la Delegación del Gobierno cifró en 50.000 y más tarde rebajó a 36.000.

Estos hechos pueden costarle el procesamiento a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, responsable de la policía entonces, aunque el juzgado, con carácter preventivo, exige a los demandantes 48.000 euros antes de admitir la demanda, lo que deja a los ciudadanos en una situación de indefensión.

Proporcionalidad en sus intervenciones es lo mínimo exigible a esas fuerzas, pero además es lo que pregonan que hacen. Proporción en la actuación para evitar males mayores. Me parecería bien que lo pidiera la alcaldesa de mi pueblo.

Manos libres parece que reclaman los que velan por nuestra seguridad. No se les suele ver en las manifestaciones contra la ley del aborto empleándose tan a fondo. Claro que a lo mejor allí no son necesarios porque los manifestantes son gente de orden y están a favor de eso que ellos llaman el sistema, el sistema,y que se asemeja al democrático, pero con demasiadas excepciones, y una de ellas es cerrar filas con la policía cuando se extralimita.

Digo yo que también podían cerrar filas los señores ministros con los cargos públicos, elegidos democráticamente, en este caso la alcaldesa de Barcelona, cuando piden a sus subordinados que se limiten a cumplir con su obligación.

Desafortunadas son, en este sentido, las declaraciones del ministro de Justicia, Rafael Catalá, al afirmar: “Cuando se alimentan ciertos movimientos te explotan en la cara”.

Aquí nos encontramos la expresión de un deseo inconsciente, lo que Freud llamaba un acto fallido. Al señor ministro le gustaría que tal cosa ocurriera y la da por hecha. Habría que recordarle también que el que alimentó la situación fue el que pagó el alquiler, pero ése no les vale para su guerra. La cuestión es que al adelantarse a los acontecimientos y prever el coste político que van a tener sobre la alcaldesa los disturbios de Gràcia, parece que están deseando que el barrio arda para que la detonación le borre la faz. ¿Piensan echar leña al fuego o actuarán con proporcionalidad? That is the question. Sobre todo si tenemos en cuenta que el modelo del ministro, señor Fernández Díaz, es el señor Cosidó, ya saben, su director general de la Policía, ése que se encarga de investigar con fondos públicos a diputados que no son de su cuerda, sin que medie orden judicial, para la publicación de dosieres difamatorios anónimos que son usados por sus afines mediáticos en una guerra sucia que les define. Cuando se utilizan métodos del crimen organizado se pierde credibilidad.

Ese Cosidó es el mismo que se dedica a descalificar en los medios de comunicación a sus rivales políticos de Podemos –que no tendrían que serlo, también a ellos se debe–, de los que dice que son un “peligro para nuestra democracia” y afirma sin cortarse un pelo: "Esta izquierda totalitaria defiende proyectos como el que ha representado ETA en nuestro país". Claro, con esas premisas es fácil entender que no hay proporcionalidad exigible contra los antisistema, carcoma de toda democracia. Sólo es viable el aplastamiento de los que quieren imponer el orden terrorista por la puerta de atrás.

También habría estado bien cierta proporcionalidad en el seno de la represión interna de la policía porque todos los funcionarios a los que se encargó investigar la Gürtel, la Púnica y sus ramificaciones, lo del ático de González y demás cuestiones "aisladas" que conforman un ejército de corruptos, han sido segregados y represaliados por hacer su trabajo.

Contra estas acciones internas de represión injusta de compañeros no protestan los mandos como cuando tienen la ocasión de hacerlo en público al hablar de las nuevas alcaldesas. Este tipo de policías que ven en personajes como su ministro un apoyo incondicional, y abominan de las nuevas fuerzas emergentes que parecen no gozar con la impunidad de sus cuadros, miran hacia un lado porque saben que allí está la luz del ascenso. También cuando se condecoran estatuas en actos de idolatría ajenos a la función pública con distintivos previstos para los que resultan heridos en acto de servicio, y cuando dichas condecoraciones, que llevan aparejado un incremento en la paga, se otorgan a colegas burócratas que no han movido el culo del despacho.

Ante este tipo de declaraciones cabe hacerse otra pregunta: ¿Recuerdan que su cargo institucional les obliga a dejar de ser hooligan de partido para estar al servicio de todos los españoles?

Ya se han dotado de la Ley Mordaza, pero la impunidad es antisistema, es característica de regímenes totalitarios. La proporcionalidad, característica de la democracia.

Les recuerdo que torturadores franquistas reclamados por tribunales internacionales fueron condecorados una vez muerto Franco. No nos hemos caído de un guindo.

Voy a decírselo en su idioma para que me entiendan: muchos españoles quieren para sí lo que ustedes reclaman para los venezolanos.

Agradezco a los cargos públicos que exijan a la policía proporcionalidad en sus intervenciones. La democracia va de esto.

Lo triste no es que no acepten lecciones de democracia, como afirman de forma reiterada, sino que todavía vamos por la lección primera.

Empiezo a sospechar que no les interesa mucho el tema.

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