LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Especulación en el infierno: los intermediarios inflan los precios en medio del caos y la muerte de Gaza

El Vïdeo de la Semana

Dos muertos muy vivos y una derrota inesperada

Había dado por muertos a Rajoy y a Sánchez antes incluso de las elecciones del 20 de diciembre. El primero, por la corrupción en su partido y entre algunos de sus más cercanos; el segundo, por su incapacidad para liderar un socialismo unido e ilusionar a la ciudadanía hastiada. Pero me equivoqué. Como algunos, más dotados para el discurso político y la ciencia de partidos, que también se equivocaron. Como los que en tribunas como ésta consideramos que el movimiento de más relevancia en el presente tiempo político había sido el acuerdo para crear Unidos Podemos. Fallamos casi tanto como las encuestas israelitas de las urnas o monclovitas del CIS, o las corazonadas de Podemos, que llegó a ofrecer carteras a los socialistas en estas segundas nupcias electorales.

Nosotros fallamos, pero no falló la gente, que suele estar muy por encima de nuestros análisis y que históricamente acostumbra a poner las cosas en su sitio. Aunque no nos guste porque hiera nuestra vanidad o sea contrario a nuestros deseos.

Hay un principio elemental de igualdad democrática que aceptamos cuando entramos en el juego de las urnas. Un hombre, un voto no es sólo un lema, sino una forma de entender las relaciones del poder con la gente cuya vida administra, un principio democrático nuclear, por mucho que alguien pueda tener la tentación de dar más peso al voto culto, urbano o concienciado que al de quien anda más cojo de conocimientos y vive y sufre el campo o el pueblo en su más amplia acepción.

Ayer mismo, la señora Bescansa, diputada electa de Podemos y miembro del llamado núcleo duro , explicaba en Antena3 que la llamada al miedo había funcionado y que muchos de sus votantes se habían desmovilizado el domingo pasado. Por ahí se fueron su millón y pico de votos. Poca o nula crítica y sí una atribución a parte del electorado que es miedoso y se deja influir o a otro que no tiene suficiente conciencia. La culpa, por tanto, es de los votantes que se acojonaron o que no hicieron lo que tenían que hacer. No han entendido nuestro mensaje; o, en la línea de aquella feliz afirmación de Rosa Díez, este electorado no se merece alguien como nosotros.

Por eso conviene recordar en estos tiempos de análisis, sobre todo a los derrotados o desconcertados, que el voto al PP o a los verdes, o a PACMA, por poner un ejemplo, vale exactamente lo mismo, y merece el mismo respeto y tratamiento que el voto de o para los que piensan de otra forma. Es, vuelvo a ello, el principio elemental de igualdad que todos aceptamos al entrar en este juego, que además es el único posible. Si soy representativo cuando gano, también debo aceptarlo en la derrota.

Rajoy encabeza el partido más votado y tiene la oportunidad de formar gobierno porque no hay otra mayoría que pueda superar la suya. Y que cada palo aguante su vela, porque hay unas cuantas responsabilidades en ello fuera del Partido Popular. En Podemos, en Ciudadanos y en el Partido Socialista, incluido Pedro Sanchez, más vivo hoy que nunca después del cuestionable éxito obtenido por los barones y la baronesa que le tenían en vilo. El sábado que viene, en el Comité Federal, no creo que puedan chistarle mucho, pero habrán de revisar si su campaña y sus movimientos fueron los correctos.

El sueño que algunos acariciaron de un cambio por la izquierda lo ahogaron ambiciones desmedidas y vanidades infantiles de puro exageradas. No se lo ha cargado la gente con su estúpida ignorancia ni su tendencia al miedo ancestral. Busquen las responsabilidades en el otro lado.

Pero rápido y con criterio, con tino y cierta amplitud de miras, porque si no pasa nada nuevo y al final volvemos a unas terceras elecciones, el PP es capaz de sacar mayoría absoluta. Y verán entonces lo que nos vamos a divertir.

Más sobre este tema
stats