Muros sin Fronteras

No solo es Trump, es la tendencia

No quiero ser precipitadamente alarmista ni jugar a la escandalera internacional por la llegada de un tipo como Donald Trump, que está más cerca de Silvio Berlusconi que de Marine Le Pen, de quien tampoco anda tan lejos. Una excesiva alarma acaba por ser teatral, parte de la ceguera que nos impidió detectar su victoria. Ahora podría dificultar el análisis de las causas de un problema que es global. Siguiente estación de peligro, Francia (con permiso de Holanda que acudirá a las urnas en marzo o antes).

Hay motivos para el miedo. Basta repasar las barbaridades lanzadas en la campaña. ¿Cumplirá sus promesas? ¿Hay varios Trump o debajo del disimulo y la moderación impostada de hoy sigue activo el misógino y el xenófobo? Para paliar el susto, les adelanto que los vídeos que riegan este texto proceden de programas de humor de EEUU. Menos el último, que es un himno.

Para decidir hasta dónde deberíamos preocuparnos habría que esperar a conocer la totalidad del equipo. El nombramiento de Steve Bannon como jefe de Estrategia y consejero ofrece pistas claras: Bannon es un extremista de derecha, por ser suaves. Por eso la prensa estadounidense no lo ha recibido con fuegos artificiales. Fue el editor de un blog ultraconservador e influyente: Breitbart; elijan el adjetivo que les merece.

Lo que más preocupa es la imprevisibilidad de Trump; puede ser capaz de cualquier cosa, desde firmar una paz por inesperada a iniciar una guerra por un calentón. Su historial en Twitter está lleno de calentones.

Esa imprevisibilidad se manifiesta en la formación del llamado equipo de transición, que debe llevar a cabo el traspaso de poder con la Administración Obama. La dimisión (o purga) de Mike Rogers, que se encargaba de los asuntos de seguridad nacional, es la última voltereta en un equipo que no termina de arrancar. Tampoco hay información sobre los motivos de su marcha. La falta de trasparencia va a ser uno de pilares de la Administración Trump.

Los vaivenes proyectan una sensación de caos, de falta de rumbo. ¿Cuál va a ser su política? ¿Dónde está el plan más allá de vaguedades contradictorias? Son síntomas preocupantes.

Está también el carácter de Trump: no parece un buen encajador, una persona capaz de asumir las críticas, convivir con la discrepancia. Se la tiene jurada a gran parte de los medios de comunicación estadounidenses. Los considera hostiles. Solo se salva Fox News y no todos sus periodistas. En EEUU, los medios siguen desempeñado un rol esencial en la defensa y mejora del sistema democrático. Son su mayor oposición.

La semana pasada el The New York Times planteaba dos dudas: ¿tiene capacidad de concentrarse? ¿Puede entender un problema complejo? Los periodistas del The Washington Post ofrecían alguna pista sobre la primera cuestión. En su visita al periódico hace unos meses solo habló de su asunto: él. Es su especialidad.

Ronald Reagan, icono conservador de los años ochenta, fue un actor mediocre. Su papel estelar fue la presidencia. No tenía capacidad de concentrase y consideraba aburridos los asuntos complejos, pero tuvo la inteligencia de limitarse al papel de parecer el presidente, de poner cara y voz a un equipo. Su mujer Nancy Reagan fue una pieza esencial en el engranaje.

En su presidencia comenzaron los ataques ultraliberales al Estado del bienestar y se retiraron los controles a Wall Street y a los bancos. Arrancó la barra libre. En el Reino Unido, el thatcherismo hizo el resto con la liberación y las privatizaciones. Las cosas no suceden de manera inmediata, a veces tardan en incubarse 20 o más años. Esa barra libre despertó la impunidad financiera que hundió a Lehman Brothers y a millones de trabajadores de todo el mundo. Trump puede suponer una regresión similar y más si se lanza a una guerra comercial con China.

La victoria de Trump es la consecuencia de que el mundo financiero y económico de EEUU ha dejado de creer en la globalización. Un cambio de estrategia, cuando la recuperación mundial es aún endeble, representa un riesgo.

En política internacional no puede ser peor que George W. Bush. O tal vez sí. Según sus declaraciones se alineará con Vladimir Putin en Siria en apoyo del régimen, pese a sus crímenes y su responsabilidad en la guerra. Pero nada es seguro.

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, le ha recibido con la misma alegría que Le Pen y la extrema derecha europea, pero no todos están tan contentos. En Haaretz preocupa el supremacista Bannon, que para tener el currículo completo es también antisemita (antijudío).

Uno de sus candidatos a secretario de Estado es John Bolton, uno de los ultras de la Administración Bush. Llegó a ser embajador ante la ONU, organismo que detesta. Esta elección no cuadraría con un acercamiento con Rusia y un cambio de aliados en Siria. El otro es Rudy Giuliani, que por su fama (excesiva) de pacificador de Nueva York cuando fue alcalde, cuadraría más como fiscal general.

La gran regresión, para EEUU, puede llegar de la mano del Tribunal Supremo. Deberá nombrar un juez que ocupe la plaza del fallecido Antonin Scalia. Trump promete un juez pro vida. Durante la campaña se ha mostrado contrario al aborto y a favor de perseguir a las mujeres que aborten. Para un cambio así, necesita controlar el Supremo. Con su nuevo juez tendría una mayoría teórica de 5-4, pero no siempre funciona así. En el voto sobre el matrimonio gay, el juez conservador Kennedy dio la mayoría a los partidarios de su legalización. La juez Ginsburg, progresista, tiene 83 años y la llave del futuro. Los cargos son vitalicios, pero no la salud.

Tenemos pocas áreas de esperanza. Una es que el Congreso no le sea tan afín con se espera. Los republicanos controlan la Cámara de Representantes: 238 (-6) por 193 (+ 6) demócratas, que tiene un presidente republicano, Paul Ryan, que se las ha tenido con Trump durante las elecciones. El nombramiento de Reince Priebus como jefe de Gabinete tiene un objetivo: el Congreso. Priebus es amigo de Ryan. Su primer trabajo será limar asperezas.

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En el Senado, los republicanos mandan con 52(-2) a 48 (+2), pero en la Cámara Alta hay senadores como John McCain que detestan a Trump. La senadora republicana Susan Collins está considerada la más liberal de su partido. Ya tendríamos un 50-50 para frenar locuras. En este link apunta otros cuatro nombres. Las cosas no son como en España. En EEUU no hay disciplina de partido.

Como anuncia Michael Moore en el vídeo anterior, también habrá oposición en las calles, incluida una gran marcha el 20 de enero, el día de su toma de posesión. Dice Moore que van a someter a Trump a la misma política de acoso que la extrema derecha aplicó a Obama y Hillary Clinton. Esa oposición y la de los medios son las únicas reales. Lo demás es humo, de momento.

En el caso de que salga el peor Trump, en dos años habrá elecciones. Se renueva la Cámara de Representantes y otro tercio de Senado. No deberíamos confiar mucho en la opción de que los demócratas puedan controlar el Senado en 2018. De los 33 escaños en juego, ocho están hoy ocupados por republicanos. Los otros 25 son demócratas. De los ocho republicanos, solo dos están en riesgo. De los 25 demócratas hay 12 seguros, tres que podrían ser vulnerables según las circunstancias, siete posibles vulnerables y tres muy vulnerables. Es decir, Trump tendrá pista libre hasta 2020. El tiempo que tienen los demócratas para encontrar un candidat@, un discurso y los votantes. Mientras, cuerpo a tierra.

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