Nacido en los 50

Nacionalistas: ahora sí vale

El Gran Wyoming

El pacto de gobierno entre PSE y PNV trae a la memoria que Pedro Sánchez podría haber sido y no fue presidente del Gobierno por la intransigencia de un sector de su partido que luego le defenestró. El que ha pactado es el mismo PNV que le hubiera hecho presidente.

Hay que recordar que la ambigüedad de la pregunta del referéndum con el que se consultó a las bases del PSOE dejaba las manos libres a Pedro Sánchez. En ella se decía: “¿Respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista?". Nada más. Ahí cabía todo. Eran los tiempos en los que se planteaba el pacto con Ciudadanos, una propuesta que se mostró inviable porque esa, y no otra, era la opción que además de ser contra natura no sumaba, carecía de apoyos a izquierda y derecha. Los mandamases del partido se empeñaron en mantenerla erre que erre, para que no se enfadaran los que dirigen la formación en la sombra, que traían órdenes incuestionables de vaya usted a saber quién. Felipe González afirma no ser dios, pero el partido se rige por la norma del padrenuestro “Hágase tu voluntad”. Bastó que dijera que se sentía engañado porque Sánchez buscaba una alternativa de Gobierno al PP para que demolieran la casa. No apareció el ángel sujetando la mano de Abraham y el niño fue sacrificado por un capricho de la voluntad divina.

Una vez que ese paripé de Ciudadanos y PSOE llegó a un callejón sin salida, entre otras cosas por el empeño de Rivera en que había que incluir al PP en el pacto, demostrando que no tenía interés en que saliera adelante, sólo quedaba una alianza del PSOE con Podemos y PNV. Lo de no consentir la abstención de los independentistas para llegar al Gobierno lo dejaban caer como si fuese innecesario, como si hubiera otra opción. Cerrando esa puerta incomprensible, sólo quedaba una salida: que gobernara el PP (lo de las terceras elecciones también quedaba descartado). Iban bloqueando caminos en la rotonda hasta dejar sólo la vía de convertir en presidente a Rajoy que, sentado en su sillón, les dejaba hacer complaciente mientras se fumaba un puro. Es como si Ferraz se hubiera convertido en Telepresidente y desde sus estancias de la Moncloa don Mariano estuviera esperando plácidamente a que llegara el motorista con el pedido. Lo que en lenguaje coloquial se llama “llevárselo muerto”.

Aquellos “grandes hombres” que transformaron España en los ochenta, que nunca han consentido una revisión o crítica de la Transición, clamaban a coro con sus herederos regionales un gobierno del PP por la vía del veto a cualquier otra alternativa. Lo proponían sin proponerlo, eso se lo dejaban a sus colaboradores mediáticos afines, que sorprendieron a propios y extraños con el cambio de rumbo editorial que colocaba la proa informativa en dirección al PP, echando por tierra, con un estilo irreconocible que pisoteaba su manual, decenios de prestigio de la cabecera de El País.

Los intereses que se jugaron en las catacumbas, los réditos obtenidos de esta siniestra operación nunca nos los van a contar. Aquellos que en su día reivindicaban el “derecho de autodeterminación de los pueblos” ahora, por una cuestión de principios inamovible, estaban dispuestos a renunciar al Gobierno y entregárselo a estos maleantes, presuntos, potenciales y convictos, de todo hay, con tal de no aceptar la abstención de los independentistas. Mientras, los ciudadanos hubiéramos deseado que en esos principios irrenunciables se incluyeran otras cuestiones de ética elemental o de defensa de los intereses y necesidades de la ciudadanía, que va a soportar contra su deseo expresado mayoritariamente en las urnas cuatro años más de demolición y expolio.

De pronto, el PP, ese partido que les había llamado de todo, dejaba de ser ofensivo, peligroso y delincuente. Eran los rojos los que les hacían llorar en la soledad de la noche. También es cierto que el PP les había absuelto de su colaboración con el terrorismo. Los del PSOE ya no eran seres insensibles al derramamiento de sangre de las víctimas, sangre pisoteada por Zapatero, que se encontraban más cerca de ETA que de ellas, como nos contaba el moderado Rajoy en el Congreso, cuando llamar proterrorista al presidente del Gobierno en sede parlamentaria no constituía una ofensa del calibre de la intervención cuasi jocosa en la exposición, aunque seria en el contenido, de Rufián. Acción que llevó a los medios de comunicación de la derecha a salir de forma unánime en defensa, pásmense, del PSOE. ¡Cómo han cambiado los tiempos! La caverna mediática soliviantada porque se arremete contra el PSOE. Algo están haciendo mal. Claro que el fin no era protegerles sino dejar claro que a estos advenedizos que no son de la cuerda del “Grupo Constitucionalista”, fuera del cual nada de lo que se diga tiene sentido, no pueden ni deben decir lo que quieren decir en nombre de sus votantes, porque una cosa es la libertad y otra muy distinta el libertinaje, como muy bien nos recordaba constantemente aquel dictador que ahora nos enteramos, según las declaraciones de altos responsables del centro español, que sólo vino a poner orden y evitar males mayores.

El Gobierno del PP, por pasiva, se convertía en un mal menor. ¿Para quién? ¿Con respecto a quién? Es absolutamente contradictorio demonizar la abstención de los independentistas desde la ética política cuando esa maniobra te lleva al Gobierno, y luego utilizar, precisamente, la abstención como estrategia para que gobierne el PP. Resumiendo: “A mí no me vale esa artimaña porque soy íntegro, pero la voy a utilizar para que gobierne el partido mas corrupto y antisistema de la historia de la democracia occidental”.

No hay que resignarse, nos quieren doblegar desde la reiteración, desde la persistencia en la delincuencia organizada. Del mismo modo que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, la imposición de la amoralidad y el latrocinio desde las instituciones, la perseverante acción corrupta de los que nos gobiernan, convierte en cotidiano lo inaceptable y nos obliga a vivir en un ecosistema donde la basura se convierte en imperceptible. 

La aparición de miles de nuevos enfermos de alergia tiene que ver con esta situación en la que la gente decente sufre el ataque de invisibles antígenos desconocidos que resultan inidentificables para nuestro sistema inmunitario porque nuestro organismo no se adapta con tanta rapidez a este sindiós amoral que debemos mantener con nuestros salarios.

La presencia de Rita Barberá aplaudiendo entre los suyos el discurso del Rey es el paradigma de lo que nos espera. Es recochineo. Solo le faltaba un puro para parecer que estaban en la barrera de los toros.

Ahora el PNV y el PSE pactan en el País Vasco y no pasa nada. Como tampoco hubo problema a la hora de formar alianzas en ayuntamientos y comunidades autónomas hasta que alguien, ¿quién?, mandó parar. Al parecer la cosa se les iba de las manos y los buenos deseos y los compromisos adquiridos se comenzaron a disolver.

Susana Díaz marca el camino en su alianza con Ciudadanos proclamando que es posible, según dice, un mundo sin Podemos. Al expresar esa obviedad en forma de deseo-consigna nos condena al infierno de los neoliberales sine diesine die. Afirma que ha arrinconado a la derecha gobernando con su apoyo. ¿?. Toda una paradoja que descifrarán los historiadores del futuro, ahora es imposible entender tamaño enigma. A no ser que lo afirme desde el cinismo y todo se reduzca al secreto que ha descubierto acerca de la permanencia eterna en el poder a cambio de estar a bien con los que siempre lo han tenido. Someterse a su voluntad. Hacer de mensajera entre la voluntad popular y los poderes fácticos desposeyendo al ciudadano de su fuerza para transformar esta realidad tan injusta. La riada de la indignación queda atenuada en el embalse de los pactos donde los votantes pierden su capacidad de decidir y quedan en manos del mejor postor, que siempre acaba siendo el peor.

Ahora que todo está atado y bien atado, de nuevo los nacionalistas dejan de ser ese monstruo de tres cabezas y se convierten en gente sensata con la que se puede hablar, negociar e incluso gobernar.

Pedro Sánchez debe estar llorando como Boabdil al ver este pacto con el PNV. Pudo ser el presidente de el Gobierno y ahora ni siquiera los suyos, los críticos, están con él del todo. Ya surgen disidentes que creen que la regeneración del partido pasa por que él de un paso atrás. El tiempo es fundamental ahora que no tiene ni acta de diputado y los días pasan desdibujando su figura de víctima apuñalada por la espalda en una maniobra dilatoria orquestada por la gestora que sabe bien que esto, esta traición a su esencia, “también pasará”.

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