Muros sin Fronteras

Más paciencia que un griego

Grecia ha conseguido una prórroga de cuatro meses hasta finales de junio. Es el tiempo de que dispone el Gobierno de Syriza para convencer al Eurogrupo y a sus acreedores de que hay alternativas al ajuste, al menos al ajuste más extremo. La terapia de choque aplicada desde el primer rescate no ha logrado sus objetivos, y menos aún la del segundo rescate. Estos son algunos datos reunidos por Associated Press.

Con el 50,6% de paro juvenil es imposible hablar de un futuro, pedir más paciencia o tener esperanza. Si Mariano Rajoy hace malabares con sus cifras para vender una realidad que no existe fuera del coche oficial, en Grecia no hay ni estadísticas que sirvan para vender humo. Hasta el PIB del cuarto trimestre de 2014 cayó un 0,2%. Es una economía en coma profundo. Estrangular a un moribundo no parecer la mejor solución para lograr una curación. Grecia debe 315.000 millones de euros. Esta cifra suponía el 134% del PIB en 2010; ahora es el 176%.

No sé en qué punto de este drama, el de la crisis de 2008 provocada por unos banqueros insaciables, irresponsables y sin control político y que ha costado millones de puestos de trabajo en todo el mundo, perdimos el control del relato. Me refiero a los periodistas, sobre todo en España. Se han reemplazado los análisis de la realidad por una toma de partido, un virus al que no soy inmune.

Los medios conservadores presentan un acuerdo que ha alejado el fantasma de una catástrofe monetaria como una claudicación de los izquierdistas de Syriza, que durante la campaña electoral prometieron la luna y ahora se topan con la realidad. Los que son afines a Alexis Tsipras y lo que representa, sostienen que Syriza ha logrado una victoria táctica sobre los estrictos ministros de Economía del centro y norte de Europa. La realidad, como casi siempre, está en los grises.

Syriza ha cedido, y mucho, se ha olvidado de sus líneas rojas, dulcificó su lenguaje, aparcó la propuesta de la quita sobre una parte importante de su deuda. Tales han sido las concesiones que Manolis Glezos, eurodiputado de la formación y héroe de la resistencia contra los nazis, ha levantado su voz contra los negociadores de Tsipras. No es el único descontento. Syriza es una coalición de izquierda en la que conviven grupos muy diversos, desde socialdemócratas espantados por la deriva liberal del PASOK a anticapitalistas que exigen la salida de la OTAN. El poder debería dulcificar las diferencias.

El Eurogrupo también ha cedido: concedió una prórroga para evitar la asfixia de Grecia, su bancarrota, a cambio de unos compromisos de reformas. Syriza debe mantener las privatizaciones pactadas y le compran como propuesta la reforma fiscal. En el ambiente está la idea de que en Grecia nadie paga impuestos, algo que no es de todo cierto. Los que no pagan son los ricos.

Los jefes del euro se dan un plazo de cuatro meses para revisar los planes, la estrategia general, no solo la de Grecia. Todo lo que sea ganar tiempo es bueno para Atenas porque la música, como decía el gran personaje de Jeremy Irons en la película Margin Call ha empezado a cambiar: de la austeridad sin discusión posible a una tímida apuesta por el crecimiento. Lo importante es conocer el compás.

Los dos países más duros con Grecia han sido Portugal y España. En el primer caso es comprensible, ellos también fueron rescatados y han padecido unos ajustes similares aunque con mejor resultado, al parecer; resultado macroeconómico se entiende porque la población está exhausta, como en Grecia. En el segundo la actitud del Gobierno tiene un objetivo político doméstico: desprestigiar a Podemos. Rajoy y sus estrategas están convencidos de que un éxito de Syriza en el Gobierno daría alas a la formación de Pablo Iglesias y compañía en noviembre. De momento, la prórroga se extiende más allá de las elecciones andaluzas y de las autonómicas y locales de mayo. La baza queda aplazada.

El dibujo de cierre de esta columna fue publicado el miércoles por Ekathimerini. Es mejor expresión de la realidad. Como asegura Tsipras en el primer vídeo, ahora toca lidiar con la parte más dura. Los votantes de Syriza no lo hicieron con el programa en la mano; les basta con que cumplan una parte mínima de lo prometido. Lo que está en juego es la dignidad, algo que no cotiza en los mercados.

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