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Sánchez medita su dimisión y abre un debate sobre la campaña de acoso político, mediático y judicial

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Peor imposible

O mañana detienen a Tomás Gómez por su implicación en algún escándalo de corrupción, o Pedro Sánchez ha cometido un serio error político.

Es conveniente centrar primero el debate: no se discute si Gómez es un mal candidato o si el PSOE está hundido en Madrid. Se pueden suscribir esas dos afirmaciones y considerar al mismo tiempo que la actuación de la dirección federal del partido no ha sido correcta. Hay una cuestión de formas, otra sobre los tiempos y una tercera sobre el fondo.

Las formas

El secretario de Organización del PSOE, César Luena, planteó como principal motivo para destituir a Tomás Gómez dos supuestos casos de corrupción: el sobrecoste en el tranvía de Parla y la implicación de cargos socialistas de dicha localidad madrileña en la operación Púnicaoperación Púnica (entre ellos José María Fraile, sucesor de Gómez al frente de la Alcaldía de Parla).

Dado que Tomás Gómez no está imputado en ninguno de los dos casos, el planteamiento realizado por Sánchez y Luena obliga necesariamente al líder de los socialistas madrileños a rebelarse contra su decisión. En caso contrario, Gómez estaría aceptando implícitamente que su comportamiento ha sido irregular.

Como efecto colateral, los socialistas han facilitado munición dialéctica al PP: si en Madrid fulminan a un dirigente que no está imputado en ningún caso de corrupción, ¿por qué no actúa de igual manera en Andalucía, pese al escándalo de los ERE y de los cursos de formación?

Los tiempos

Cuando saltó la operación Púnica, el 27 de octubre de 2014, la dirección del PSOE tenía dos opciones: respaldar a Gomez o exigirle su dimisión (al entender que existía una responsabilidad política in eligendo al ser él quien apostó por Fraile en Parla). Pedro Sánchez y su equipo decidieron respaldar a Gómez, que ya había sido proclamado candidato del partido a la Presidencia de la Comunidad a principios de dicho mes de octubre. 

Así que la pregunta clave es la siguiente: ¿cuáles son los nuevos datos que tiene la dirección del PSOE sobre Tomás Gómez para fulminarle ahora después de haberle respaldado hasta ahora como candidato? Dado que el desfase prespuestario del tranvía de Parla se conoce desde hace años y la implicación de José María Fraile en la Púnica es una noticia de hace tres meses y medio, el arma humeante para cargarse al líder del PSM no pueden ser tres artículos seguidos en El País explicando que Gómez estaba cantando villancicos cuando se aprobaron las ampliaciones presupuestarias del tranvía en el Ayuntamiento de Parla.

Si Sánchez y Luena no tienen nuevos datos que impliquen a Gómez, desconocidos hasta ahora, la gestión de los tiempos por parte de la dirección del PSOE ha sido una catástrofe. Pero es aún peor lo que desvela sobre el fondo de la decisión adoptada.

El fondo

Seamos claros: lo grave aquí es que la dirección del PSOE ha decidido pasarse por el forro el resultado de las primarias. 

Sánchez y Luena permitieron que Madrid organizase unas primarias cerradas –muy mal ahí Gómez por cierto–, el líder de los socialistas madrileños consiguió 7.000 avales –casi la mitad de los poco más de 15.000 militantes a los que ha quedado reducido el PSM–, y ninguno de sus competidores logró reunir el 10% de los avales necesarios para forzar una votación entre los afiliados. Con estos datos en la mano, el partido proclamó candidato a Tomás Gómez el 3 de octubre. 

A la vista de la decisión adoptada este miércoles, el equipo de Pedro Sánchez ha conseguido un verdadero milagro: hacer que el dedo de Mariano parezca un método democrático de elegir candidatos. En el PP todos esperan a que Rajoy se pronuncie y luego acatan sumisamente. Pero montar unas primarias, dejar que las bases hablen y cepillarse luego a la persona elegida por los afiliados es una innovación política notable.

Los fieles a Pedro Sánchez destacan que ha sido un "gesto de autoridad" que le refuerza como secretario general. Pero, ¿a qué precio? Es pronto para determinarlo con exactitud. El discurso sobre la democracia interna ha sufrido ya un roto importante. Y falta por saber si el "gesto de autoridad" tendrá un coste electoral, primero para Susana Díaz y después para los candidatos en las elecciones locales y autonómicas de mayo, ya que es sabido que los votantes suelen castigar la división interna en los partidos. El PSOE andaluz quería una campaña sin "ruido" externo; Sánchez ha decidido que lo mejor era empezar con una gran traca.

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