Qué ven mis ojos

España es más lista que quienes la engañan

                                                                                                                                                                                                                                                                          "Lo primero que debe recordar quien gana es para qué quería la victoria".                                                                                                                                                                                                                                                                          

Dentro de unas elecciones siempre hay otras, y dentro de una derrota o una victoria, también. En las que se celebraron este domingo, al menos los candidatos del ganador y el derrotado, PSOE y PP, se enfrentaban a propios y ajenos, así que en las calles de Ferraz y de Génova también habrá quienes no estén, de puertas para dentro, tan felices o deprimidos como podría pensarse. En la sede del socialismo porque el barón y cuenta nueva ya no tiene vuelta de hoja; y en la de la derechita cobarde, como la llama la derechona machota, porque en las aguas de la vieja guardia, los tiburones ya piensan que se han equivocado de delfín. Y sobre todo, que se han equivocado de discurso.

El PP de Pablo Casado apostó por ser cabeza de ratón y ha caído por un abismo al seguir al flautista de Hamelin que le marcaba el paso, porque su música legionaria ya no gusta a muchos, aunque aún le guste a demasiados, en un país donde, básicamente, impera la moderación. La consecuencia es que el PP se ha autodestruido en Cataluña, en el País Vasco, en Andalucía, en Baleares y hasta en Madrid... El invento hipócrita del centro-ultraderecha no ha funcionado. Casado y su mentor, Aznar, han hecho un estropicio, le han pinchado las ruedas a su propio coche y los demás les han adelantado por la derecha y por la izquierda. Porque, aunque Ciudadanos siga detrás, les ha adelantado.

El partido de Albert Rivera, experto vendedor de humo, ha mejorado sus resultados, y le ha ganado a Unidas Podemos el tercer lugar de nuestra representación política, aunque no ha conseguido lo que, según él y los suyos, era su principal objetivo: echar al presidente Sánchez de la Moncloa y mandarlo a la oposición. Quizá los naranjas estén pensando, mientras posan para las fotografías, que con otra estrategia habrían de verdad superado al PP, que está a tiro de piedra, pero delante. A los dos les ha pasado lo mismo, en cualquier caso, y es que su mensaje del 155 y cadena perpetua no ha funcionado. Al contrario, lo ha hecho saltar todo en mil pedazos: Cayetana Álvarez de Toledo ha hecho el ridículo en Cataluña y ERC le debe bastantes de los impresionantes quince diputados conseguidos. Mariano Rajoy era una fábrica de independentistas y Pablo Casado el tobogán del nacionalismo que dice combatir.

Al tercero en discordia de la plaza de Colón, por su parte, se le ha ido la fuerza por la boca, y aunque un solo diputado de la ultraderecha en el Congreso ya sería una mala noticia, los veinticuatro que han sacado están tan lejos de los sesenta a los que aspiraban y de los cuarenta que muchos se temían, que han pasado de dar miedo a dar risa. En cualquier caso, sus resultados son veinticuatro pasos atrás de nuestra democracia. Habrá que desandarlos, y en ese camino será muy importante lo que haga el Partido Popular, con o sin Casado, que como es tan aficionado a pedir responsabilidades, podría asumir la única que puede en esta debacle: irse.

Unidas Podemos ha sido otro damnificado, sin duda, y por mucho que se le quieran poner paños calientes al fracaso. Ha bajado casi treinta escaños y ha perdido el tercer puesto ante Ciudadanos. El discurso de Iglesias tal vez merecía más, pero los conflictos internos son agujeros en un barco que sufre un motín cada quince días. La buena noticia para ellos es que, a la vista de cómo ha quedado el partido, con estos escaños podrían ser menos importantes pero más influyentes; la mala es que no depende de ellos, sino del PSOE, que de momento, ya ha anunciado que intentará gobernar en solitario.

Los socialistas han logrado un gran triunfo. Y si sus promesas de campaña son ciertas, aunque no dependa de sí mismo, depende de la izquierda, algo importante cuando hablamos de hacer políticas sociales. Y en el terreno personal, Pedro Sánchez ha logrado una victoria inapelable contra la derecha y, en clave doméstica, contra el aparato, ya completamente desarbolado. Y por añadidura, ha ganado por goleada en el Senado, algo que no ocurría desde hace mucho tiempo y que le facilitará aprobar sus Presupuestos Generales, y negociar con el independentismo lo que se pueda negociar dentro de la Constitución, ya que tienen el control de la cámara territorial.

El aplauso es para las y los votantes, que de vez en cuando recuerdan que, a fin de cuentas, los gobiernos los deciden ellos. Otra cosa es que luego vengan los poderes en la sombra a mover sus hilos. Los fantasmas no nos han asustado, ahora mismo deben de estar planchando las sábanas y guardándolas en un cajón, hasta que vuelvan a hacerles falta. Su Ku Klux Klan de andar por casa ha sido un mal disfraz y no ha resultado elegido el mejor del baile. España es más lista que los que quieren engañarla.

Más sobre este tema
stats