Qué ven mis ojos

Hay que echar a los forofos del foro

Benjamín Prado nueva.

“El dinero no puede comprarlo todo, pero sí a casi todos”.

De “foro” a “forofo” parece no haber mucha distancia y, sin embargo, una cosa es justo lo contrario de la otra. La primera nombra el espacio del debate, el razonamiento y la argumentación sostenida por de la inteligencia y la oratoria; el segundo es quien no necesita más que una bandera que seguir, está dentro de ese grupo de personas que, según decía Antonio Machado, no usan la cabeza para pensar, sino para embestir, y jamás admitirá ninguna teoría ajena, dado que su único mandamiento hace imposible cualquier otro: al enemigo, ni agua. Así es difícil que se recuerde lo que significa Parlamento: un lugar donde se va a hablar, a exponer y convencer, no a gritarse y montar jarana. Qué poco se parece a lo que es, ¿no creen?

Por desgracia, la política ha hecho ese viaje, en forma de desbandada, desde el pensamiento al enfrentamiento y del discurso a la proclama, dando nueve de cada diez veces un espectáculo que transforma las cámaras representativas en una mezcla de circo y cuadrilátero de lucha grecorromana. El público aplaude, vota y al hacerlo le da carta de naturaleza a gente y programas que deberían hacer que se sonrojase cualquiera que tuviese un verdadero sentido de la democracia. Es un proceso idéntico al de la telebasura: cuanto más vergonzoso sea el producto, más audiencia consigue y, a partir de ahí, cada parte le echa la culpa a la otra, unos se justifican en que ven lo que hay y los otros en que emiten lo que tiene éxito. El resultado es el mismo.

Pero estamos en verano, la época en que una mayoría de personas, y más si tienen la suerte de haber nacido en España, es decir, en un paraíso natural, no sólo es que cambie de lugar para irse de vacaciones, sino que trata, ante todo, de ser otra cosa, aparcar las tensiones y bajarle la presión a sus vidas, que siempre son duras y que en estos últimos tiempos han estado llenas de dramas, peligros e incertidumbre extraordinarios: vamos a salir de esta, la tasa de vacunación lo confirma, pero hemos sufrido y visto sufrir mucho y a muchos. Necesitamos descansar, porque la vuelta en septiembre va a ser apasionante, pero también estará llena de curvas y rampas.

En este momento, sin embargo, conviene apagar la llama, relajarse y cobrar fuerzas de cara al futuro, porque al regreso habrá que plantarle cara al abuso intolerable de las compañías energéticas que nos saquean mientras nuestros cargos electos miran para otro lado. Este verano el recibo ha subido hasta las nubes y se han mantenido invariables las opiniones de quienes lo justifican por el proceso de volver boca abajo la pura y simple lógica: si en cualquier otro producto el incremento de su consumo lo hace beneficioso, aquí nos quieren colar, ellos y sus correveidiles, la tesis estrambótica de que como ponemos más aire acondicionado o más calefacción, eso hace que tengan que trabajar más las compañías y la electricidad se encarece. Hay que exigir la creación de una empresa nacional que ponga en su sitio a los buitres que cobran lo que cobran y se reparten los millones que se reparten a cambio de un producto de primera necesidad.

También habrá que ver hasta qué punto algunos tratarán de convertir los ERTE en ERE y si se les va a permitir, como se hace con la banca, que recibe ayudas, compra entidades en problemas a precio de todo a cien y a continuación despide a miles de empleados y cierra sucursales que dejarán sin atención a numerosos ciudadanos. Ya sabemos que la idea del neoliberalismo que arrasa el mundo es que las pérdidas son públicas y las debe sufragar el Estado, y los beneficios son de la élite que manda desde la sombra, o últimamente, a cara descubierta y a plena luz del día, como los atracadores envalentonados. A algunos no los persiguen porque el dinero no puedo comprarlo todo, pero sí a casi todas y todos.

Todo eso está a la vuelta de la esquina que ahora es mejor no doblar, porque necesitaremos estar recuperados cuando empiece el nuevo curso, ahora que la normalidad se acerca y las facturas de toda clase están a punto de llover del cielo y del infierno. La mejor estrategia es la misma de siempre: no seguir a charlatanes, tahúres, ultraderechistas y cínicos, porque quien lo haga acabará al borde del precipicio. Nuestra única oportunidad será también la habitual: ser muchos para defender lo de todos, nuestros derechos, porque si no exigimos lo que nos pertenece, lo que sale de nuestro esfuerzo y nuestras nóminas, nos lo quitarán.

Que la próxima ola sea sólo de agua, de esas que nos hacen felices y nos defienden del calor. Hay que echar a los forofos del foro y, a partir de ahí, con lo que somos capaces de hacer y con las ayudas que llegarán de Europa, levantar nuestro país, algo que es más fácil cuando te libras del lastre de las y los vividores que han venido a romper todo lo que tanto nos costó construir.

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