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Hay quien prefiere no salir de la pandemia a salir mejores

Toda cortina de humo le viene bien a quien tiene algo que tapar

Los mentirosos pueden engañar a cualquiera, menos a sí mismos: ellas y ellos saben perfectamente que sus supercherías lo son porque están en la cocina del embuste, en los laboratorios de la falsedad, y su único fin es la manipulación, el fraude. Quienes hoy tratan de presentar las declaraciones del ministro Garzón sobre las macrogranjas como un ataque al mundo rural saben que propagan una falacia: lo que ha dicho es la pura verdad, la ganadería intensiva es un crimen, en ella se maltrata de manera vergonzosa a los animales, con ella se envenena la naturaleza, se contaminan los ríos y acuíferos, se transforman los campos en vertederos, se extiende el empleo de mala calidad, cuando no ilegal, y se agranda el territorio de la España vaciada: quién se va a ir a vivir a una montaña de abono, junto a un agua envenenada. Frente a esa catástrofe para todos que es un buen negocio para unos pocos, la ganadería extensiva es respetuosa con vacas, cerdos, gallinas y demás, es buena desde el punto de vista ecológico y también para quienes se dedican a ella de manera casi artesanal. Sólo hay que ver cómo viven al aire libre unas reses y cómo lo hacen en esas fábricas inconmovibles de carne, leche o huevos, encerrados en jaulas, sometidos a la tortura de producir hasta morir. Que el candidato del Partido Popular a la presidencia de Castilla y León se lance al cuello del titular de Consumo, se entiende: toda cortina de humo le viene bien a quien tiene algo que tapar. Y se entiende peor la actitud del presidente del Gobierno y de sus ministros socialistas, que es difícil imaginar que fuese igual si hubiese dicho lo mismo uno de los miembros del ejecutivo pertenecientes al PSOE.

Claro que en el mundo de la política sobran intereses y faltan razones, la militancia es obediencia y hemos llegado a un discurso de uniforme que lo iguala todo, que no tolera disidentes ni opiniones alternativas, tal vez porque si unos y otros dijeran lo que ven en lugar de lo que quieren que veamos, puede que se les derrumbase el tenderete. Unos son cínicos hasta decir basta y otros los cubren. Y cuando alguien dice lo que es cierto, tal y como ocurre en este caso específico con el líder de Izquierda Unida, lo dejan solo.

Quienes hoy tratan de presentar las declaraciones del ministro Garzón sobre las macrogranjas como un ataque al mundo rural saben que propagan una falacia: lo que ha dicho es la pura verdad, la ganadería intensiva es un crimen

¿Damos algunos ejemplos de hipocresía? “Tolerancia cero con quienes se empadronan de forma irregular sólo para tener acceso a las ayudas sociales”, dijo en su día Javier Maroto, del PP, y a continuación se empadronó en Segovia para ser senador tras perder su escaño por Álava. Sí, el mismo antiguo alcalde que hoy llama al Gobierno “amigo de etarras” por pactar con el mismo Bildu con el que pactaba él cuando lo necesitaba para conservar su vara de mando, argumentando que en esa formación había “mucha gente que lucha por la paz” y pidiendo que cundiese el ejemplo.

Su jefe, Pablo Casado, dijo en 2019: “No es tolerable una policía lingüística en nuestros colegios, sería una práctica totalitaria hecha con el fin de espiar a nuestros hijos y ver en qué idioma hablan". Hoy propone “la creación de un cuerpo de inspectores que vigilen el uso del castellano en los colegios de Cataluña.”

Emiliano García Page, saltamos al PSOE, va por los pueblos de Castilla la Mancha rechazando las macrogranjas y quedando como un señor con los vecinos, y a continuación critica en las redes al propio Garzón por rechazarlas. Los barones y el aparato del partido, por lo que se ve y lo que se intuye, siguen llevando mal la coalición con Unidas Podemos. Y tal vez la formación de la calle de Ferraz en su conjunto: qué rápido echaron del Congreso al diputado Alberto Rodríguez, condenado por una patada que nadie le ha visto dar y por el testimonio de un policía que no ha demostrado haberla recibido, y qué poco protestan porque en el mismo hemiciclo siga el ultraderechista Espinosa, condenado en firme por el Tribunal Supremo, y uno los dos ejemplos porque en ambos recurren a la misma explicación: el matiz, en un caso amparados en la, según ellos, inoportunidad de las declaraciones de Garzón, y en el otro en las diferencias técnicas de las dos decisiones judiciales. El resultado es el mismo: uno fue expulsado del Parlamento por algo que no se probó y otro sigue dentro a pesar de que su delito no tiene duda: no pagó ni a la empresa constructora que reformó su casa ni a los trabajadores, eso es lo que han dicho y han comprobado los jueces.

¿Y qué decir de Isabel Díaz Ayuso, que va a Nueva York a dar lecciones de cómo se gestiona una pandemia y se dirige una gran ciudad? Todo el mundo sabe la historia de su “protocolo de la vergüenza” y del resultado fatal que tuvo para los ancianos de las residencias geriátricas de Madrid. Las cifras de los organismos europeos que comprueban los incrementos de la tasa de mortalidad en las regiones del continente sitúan la Comunidad que ella preside como la peor de todas, con una subida de decesos del cuarenta y cuatro por ciento. En el resto de España, la media es del dieciocho. Son números, pero también hacen aullar a los defensores de lo indefendible.

¿O quizá fue Ayuso a contarle a su colega norteamericano la historia de la Cañada Real y sus familias sin luz, quién sabe si porque de ese frío y esa oscuridad pueda salir un buen negocio inmobiliario en el futuro? ¿O le recomendaría, dado que en la Gran Manzana también hay pobres, que los llamara "mantenidos subvencionados”, como definió ella a las personas que hacen cola frente a los comedores caritativos para conseguir comida, porque eso le daría un puñado de votos radicales? Seguro, en cualquier caso, que no llevó al cuello su última medalla, que es la de “Corazón de Piedra 2021", otorgada por la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales.

Siempre hubo quienes preferían no salir de la pandemia a salir mejores, igual porque si eso pasa se les vendría abajo todo el tinglado. Viven de eso. Viven de que vivamos peor de lo que es justo. No se fíen de ellos.

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