A debatir

Respuestas al debate sobre Pedro Sánchez

La semana pasada, antes de la celebración de las elecciones catalanas, planteé un debate sobre el liderazgo de Pedro Sánchez en estos primeros seis meses al frente del PSOE. La cuestión central fue la de si Sánchez ha jugado bien sus cartas en la crisis catalana. A la vista de los resultados electorales del PSC, la estrategia discreta de Sánchez, consistente en no hablar apenas de Cataluña, apoyar al PP ante la crisis de Estado y promover una salida a medio plazo basada en una reforma constitucional, no ha dado los resultados esperados. Muchos pensaban que el PSC podría capitalizar el voto catalanista moderado que busca alianzas transversales con las que desactivar el conflicto identitario. Sin embargo, aunque por primera vez desde 1999 el PSC aumenta su apoyo electoral, la ganancia se ha quedado en tan solo un nuevo diputado. Cabe pensar, de cualquier modo, que en un contexto tan adverso como el catalán, con niveles de polarización elevadísimos, la opción intermedia del PSC no ha quedado tan mal.

Debo confesar que me han sorprendido las respuestas de los participantes, pues casi todos ellos han expresado opiniones muy críticas con Sánchez. El actual secretario general despertaba cierto entusiasmo y bastantes esperanzas hasta hace bien poco. El dominio de las opiniones negativas en el debate de infoLibre podría estar relacionado con la baja presencia en Internet de los votantes y simpatizantes del PSOE, más “analógicos” que “digitales”. Al dejar casi todo el espacio a las personas más a la izquierda, el debate queda muy sesgado. Las encuestas en España, de hecho, no ofrecen una imagen tan crítica de Sánchez y el PSOE.

Ahora bien, más allá de la distribución de las respuestas, lo que me interesa es destacar cómo un líder y un partido pueden quedar rehenes de su pasado. La estrategia de Sánchez ante la crisis catalana obtiene valoraciones muy distintas en función de cómo se perciba el pasado reciente del partido socialista. Así, quienes no juzgan con demasiada severidad al PSOE, tienden a pensar que Sánchez ha hecho lo que ha podido en un contexto tan desfavorable como el de la crisis catalana. No tenía muchas opciones ante una opinión pública muy hostil hacia los independentistas catalanes, por lo que colocarse a la cola del PP de Rajoy era la alternativa menos mala.  Entre estos lectores con una predisposición favorable a Sánchez, la crítica más importante que expresan es que este no hiciera valer en mayor medida su apoyo al Gobierno, exigiendo a cambio del mismo concesiones de mayor calado, por ejemplo obligando al PP a establecer una negociación con las autoridades catalanas antes de aprobar medidas excepcionales.

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Quienes tienen una opinión más crítica sobre la trayectoria del PSOE han interpretado la postura de Sánchez como un ejemplo más dentro de una larga lista de incumplimientos, bandazos o “traiciones” de los dirigentes socialistas. En este caso, el líder que se ganó a las bases insistiendo en el rechazo a la abstención del PSOE que desbloqueó la investidura de Rajoy, en la recuperación de un ideal de izquierdas (“somos la izquierda” era su eslogan) y en el reconocimiento de la nación catalana, habría acabado aparcando sus convicciones originales para ganar estatura presidencial y pacificar un partido muy revuelto internamente. Este abandono de los principios no sería sino el último episodio de una larga trayectoria en la que los líderes del PSOE acaban desviándose significativamente de lo que sus propios votantes demandan.

El patrón, para estos participantes más críticos, se repite una y otra vez: se produce un remplazo en el liderazgo, el nuevo líder promete recuperar la ilusión haciendo las políticas que las bases quieren, pero luego llega el momento de la verdad y el líder se ve obligado, por cuestiones de Estado, por la presión internacional, por la presión de los poderes económicos o por la oposición interna dentro del partido, a desdecirse de sus compromisos iniciales. Con menos palabras, este es el problema de credibilidad que, según he señalado en artículos a lo largo de estos años, atenaza a los partidos socialdemócratas europeos en general y al PSOE en particular.

Quizá Sánchez, dada la correlación de fuerzas, no tenía más remedio que seguir al PP en la crisis catalana, pero al hacerlo así, ha reactivado la desconfianza de muchos ciudadanos de izquierda que piensan que el PSOE acaba incumpliendo sus promesas. El gran activo de Sánchez tras su victoria en las elecciones internas del partido socialista era su audacia, habiéndose enfrentado no sólo con el aparato y la vieja guardia del PSOE, sino también con los medios tradicionales (muy especialmente El País). La crisis catalana puede poner en peligro la reputación que tan trabajosamente había construido Sánchez como candidato renovador del PSOE.

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