Nacido en los 50

Saboteando lo público

Los presidentes de Madrid y Valencia, Ignacio González y Alberto Fabra.

El Gran Wyoming

A veces la Justicia lleva la contraria al Gobierno y éste toma represalias contra los ciudadanos. A eso lo llaman respeto a las decisiones judiciales y acatamiento de las sentencias.

Como ya hiciera Ignacio González, cuando amenazó con el cierre de Telemadrid si los jueces le echaban para atrás sus planes de reconversión, los valencianos han sido víctimas precoces de esta gestión despótica que trata los servicios públicos como si fueran charcuterías heredadas de la familia. Si me tocan las narices, lo cierro. Nada importa su posible utilidad como servicio a los ciudadanos. Amenazan con eliminar los servicios si se detectan irregularidades en la gestión o en los despidos que puedan ser solucionadas con la estricta aplicación de la ley.

En ese caso, el gestor neoliberal y enemigo de la “intervención del Estado” en la regulación de la vida de los ciudadanos y en el “mercado libre”, exhibe el mango de la sartén y utiliza la extorsión y el chantaje en lugar de la negociación. La excusa para el cierre nos hace llorar de emoción: “No se puede mantener esta televisión deficitaria si hay que hacer recortes en los servicios públicos”. Lo mismo que ha dicho Fabra en Valencia. ¿Son enemigos de los recortes en los servicios públicos? ¿Quién les escribe las coartadas? ¿Por qué nos tratan con ese desprecio?

Esta falta de vergüenza manifiesta en sus intervenciones públicas cuestiona constantemente la inteligencia de los españoles, a los que hablan como si fueran recién llegados de galaxias lejanas, sin tener en consideración sus obligaciones y responsabilidades en la gestión y la ruina de lo administrado. Donde se descubren, día tras día, todo tipo de fechorías, enchufismos y desfalcos, siempre con resultado de enriquecimiento ilícito de amigos y empresas afines, en las que, muchas veces, recaban cuando dejan la administración. Esta falta de vergüenza, decía, sumada a la arrogancia en la exposición de argumentos impresentables, llega a hacer insoportable la vida en un país que está sufriendo tanto mientras los causantes del quebranto se regodean en la impunidad y el cinismo.

Si los señores González y Fabra tienen tan claro que la gestión ha sido nefasta, y el despilfarro y el latrocinio a través de contratos de publicidad y derivación del presupuesto a empresas externas una constante, ¿cuándo van a tener un ataque de honradez y reconocer delante de los micrófonos la obviedad de que ha sido “su” gestión la que ha vaciado las arcas de sus respectivas comunidades?  ¿Cuándo admitirán que ha sido “su” imposición en la contratación para sus televisiones autonómicas de tantos inútiles ajenos a la profesión, que ejercían como comisarios políticos característicos de regímenes totalitarios, cobrando sueldos espectaculares, la que ha convertido esos medios de comunicación en órganos de agitación y propaganda al servicio de sus presidencias y no de los ciudadanos?

Los fondos, como los servicios públicos, y alguien tiene que decir lo evidente, no son suyos. Ante la situación apocalíptica que describen los responsables de esas televisiones, que llevan gestionando tantos años, si tuvieran un mínimo de sentido de la honradez se marcharían pidiendo perdón por haber dilapidado nuestros impuestos y por convertir esos medios de comunicación en el paradigma de la institucionalización de la mentira y la manipulación como herramientas políticas para conseguir fines espurios.

Dejen de culpar a los sindicatos de la situación, son ustedes, y sólo ustedes los responsables. ¿Quieren aumentar la audiencia de la cadena? Permitan que los profesionales de la información trabajen con libertad. Sí, señores presidentes: con libertad, sin coacciones, sin comisarios que fiscalicen y supervisen su trabajo, sin el filtro que les obligue a contar la actualidad pendientes de su continuidad laboral porque la verdad se cuele en un descuido.

Señor González: ¿Quiere aumentar la audiencia para reducir el déficit? Permita que los profesionales de “su” cadena hagan un monográfico sobre la historia de su ático en Marbella. La historia del enigmático propietario establecido en un paraíso fiscal que lo puso en sus manos. De por qué pagaba 2.000 euros de alquiler por una segunda vivienda a una empresa sin actividad, cuando el precio de mercado era de 6.000 y su salario de 4.500 netos.

Del misterioso robo del informe que sobre el tema elaboró el comisario Agapito Hermes de Dios, que fue sancionado, trasladado y degradado tras investigar este caso, investigación que fue calificada por el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz como “ilegal” y alentada por el “Ejecutivo socialista” que ya no estaba en el poder.

De la mágica aparición de las escrituras de propiedad del ático a su nombre, horas antes de declarar ante la Justicia, después de amenazar durante meses con querellarse contra todo aquél que osara afirmar que era de su propiedad. De cuál es la razón por la que el Sindicato Unificado de Policía cree que ese ático puede ser el pago de su mediación en un pelotazo urbanístico en Arganda. De por qué un testigo del caso Gürtel le relaciona con la gestión a favor de Martinsa en la compra de esas parcelas de Arganda cuya venta produjo unos beneficios astronómicos. De la casualidad de su viaje a Colombia con un consejero de esa constructora.

Sí, ese programa bien anunciado tendría mucha audiencia, pero nunca se va a producir porque esto no es el Reino Unido y esa televisión no es la BBC. Allí, los políticos con responsabilidades de Gobierno nunca llegan a acumular tal cantidad de presunciones. Se van, antes de que los echen, por cuestiones nimias, ante la sospecha de haber faltado a la verdad. En esos países que tanto nos ponen ustedes de ejemplo para aplicar recortes, los gobernantes no acumulan decenas de mentiras, que los medios de comunicación llaman aquí “contradicciones”, en su historial: simplemente, al que falta a la verdad, le niegan la entrada en el Parlamento.

No son los sindicatos los que han dilapidado el dinero de esas televisiones. Son ustedes los que las cogieron con una media de audiencia del 14% y las han llevado hasta el 4% al tiempo que multiplicaban la contratación de directivos haciéndolas inviables, deficitarias. Ustedes son los presuntos y los inútiles, asuman sus responsabilidades.

El desprestigio que han adquirido esas cadenas es la consecuencia de su gestión. Esas televisiones son su obra, el resultado de su forma de gobernar, de su falta de respeto a las reglas del juego y la ciudadanía, su ya, por desgracia, típica forma de degradar la calidad del Sistema Democrático. La imagen de manipulación que transmiten es sólo el reflejo de su propia imagen: esas televisiones son el espejo en el que se miran. Los sindicatos, los trabajadores y los jueces que les llevan la contraria no fabrican esa imagen monstruosa que dicen ver: ustedes son así.

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