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Ayuso y la amnistía climática con los de siempre

Isabel Díaz Ayuso representa a esa versión de la política que prefiere no ver. Más que por negarse a reconocer el cambio climático o el impacto de la guerra en Ucrania, es que no les conviene. Más allá de la estrategia contra su partido y la dirección nacional, el ayusismo conecta con el negacionismo liberal porque salir del inmovilismo implica trabajar a futuro. Exigir a las grandes industrias y corporaciones con sede en Madrid que aceleren su transformación energética. Supone recursos, tomar decisiones y enfrentarse a problemas complejos que condicionan el futuro de la gente. Por eso la reforma de la Puerta del Sol madrileña será una explanada de cemento y los pataleos en redes son un mensaje al capital acumulado en la comunidad para ofrecerles otro paraíso. De la fiscalidad cero a la posibilidad de evadir las normas de eficiencia energética. En pocas horas el ejecutivo madrileño ha tenido que reconocer que las leyes se cumplen, pero el mensaje liberal ya está lanzado.

No es nuevo. En la pandemia protegió a los bares pero no al sistema sanitario, en la crisis energética prefiere la luz de los escaparates al calentamiento global. La independencia del gas ruso, el contexto de escasez europeo y la reordenación geopolítica tras la invasión de Ucrania son conceptos demasiado complejos para la ‘agenda Ayuso’. Es más fácil decir que “Pedro Sánchez impone normas como en los regímenes totalitarios”, a asumir que el ahorro energético es para romper lazos con el régimen autocrático de Putin. Ganar en libertad, en este caso real, de autonomía frente al chantaje. Europa, a excepción de Hungría, lo ha entendido, Ayuso no. 

En la pandemia protegió a los bares pero no al sistema sanitario, en la crisis energética prefiere la luz de los escaparates al calentamiento global

El Gobierno de Madrid es la política a corto plazo apoyada por una dirección del PP que se niega a posicionarse en casi nada pendiente de las encuestas. Un PP que prefiere dar la razón a su líder madrileña que a Ursula Von Der Leyen. Todo sumido en la contradicción permanente. Mientras en Castilla y León el PP y VOX preparan recortar la ley de Igualdad, ahora salen con que la luz de los escaparates protege a las mujeres. O protestan con poner los termostatos a 27 grados cuando tienen colegios públicos y centros de salud sin aire acondicionado. 

Decodificamos a Ayuso con facilidad porque incluso el Trumpismo tiene más matices. Sin embargo, como en todo populismo en tiempos turbulentos, hay un peligro, una grieta, que puede conectar con una población exhausta y cansada. A medida que llegue el otoño y el invierno, es fácil que proliferen discursos que cuestionen las sanciones a Rusia y la estrategia de independencia energética. Los últimos tres años no han sido buenos, el futuro será más inestable y las previsiones económicas serán peores. Del gris al gris oscuro. Hay desgaste social. Los ciudadanos llevan varias crisis con la sensación de estar pagando todas las facturas. Primero con el frenazo del empleo durante el Covid, la inflación disparada, el encarecimiento de las materias primas, los alimentos y el coste energético. 

Tras la invasión de Rusia, sumado a este verano de récord en incendios, sequías y muertes, nada volverá a ser como antes. De la eficiencia energética depende nuestra vida. Y esto ya es literal. El primer decreto de medidas urgentes de ahorro y eficiencia energética tiene como objetivo reducir el consumo un 7%. Y también debería servir como bastión pedagógico para el futuro inmediato. Para concienciar mejor que sancionar, más con los ciudadanos.

Todos somos responsables de cuidar el entorno, hacer gestos y colaborar con la misión europea. Sin embargo, las medidas de ahorro energético, además de apelar a esos gestos que podemos hacer todos, acostumbrarnos a convivir en espacios comunes más fríos o calurosos, necesitan mirar hacia arriba. Los grandes cambios para reducir la emergencia climática pasa por las energéticas y petroleras, entre otras. Por señalar a las corporaciones de combustibles fósiles e impulsar regulaciones gubernamentales en ese sentido,  entre otras muchas políticas.

El decreto de eficiencia energética es una agenda para ahorrar, un compromiso con la UE y una norma de país. Un mínimo para abordar de manera colectiva el reto de la guerra y del clima. Pero para que los discursos ayusistas se queden en la broma de Twitter, las corporaciones que llevan años incumpliendo el acuerdo de Kyoto, el de París deben ser las siguientes. 

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