Telepolítica
El solucionismo político
Hay temporadas en las que hasta los más optimistas decaemos un poco. En mitad de esta etapa de enorme desgaste emocional que toca vivir, sorprende nuestra incapacidad para aprender las lecciones que el destino nos ha ido marcando a fuego en este último año. En un manifiesto acto de inocencia, creía que si algo iba a imponerse en la sociedad española es la capital importancia que tiene contar con un modelo de impuestos que proteja y potencie nuestros servicios públicos esenciales. Sin embargo, se siguen escuchando alteradas voces que lo discuten.
Ellos se encargan
Durante las últimas décadas, daba la sensación de que el ciudadano bastante tenía con ocuparse de sus asuntos personales. Mientras tanto, el Estado se debía encargar de que todo funcionase. En cuanto un problema trascendía de nuestra capacidad de actuación se daba por hecho que la Administración pública era la responsable directa de resolverlo. Existía una especie de solucionismo político que llevaba a pensar que de los asuntos serios e importantes ya se encargaba no se sabía muy bien quién de hacerles frente. Al final, vivíamos con evidente irresponsabilidad en la creencia de que las grandes dificultades de un país acababan por solucionarse sin nuestra acción directa. Y si algo iba mal, la culpa era siempre del Gobierno de turno, de los políticos.
Este extendido razonamiento se mueve en una calle de única dirección, sin posibilidad de vuelta atrás. En el momento en el que introducimos una culpabilidad directa en los responsables políticos, acabamos por caer en nuestra propia trampa. La politización de la organización de la vida pública nos ayuda a inhibirnos de cualquier compromiso. La culpa siempre acaba por ser de los políticos del bando contrario al nuestro. En esta fase, entramos en el delirio colectivo. Cada día estamos juzgando a nuestros gobernantes, sean municipales, autonómicos, estatales o europeos, según nuestra particular ideología. Si es de los nuestros nos parece bien, si es del bando contrario se equivoca.
La sanidad como servicio público
El problema real surge cuando discutimos sobre la base de nuestro modelo de vida. El coronavirus nos ha enseñado que sin unos servicios públicos de salud fuertes, protegidos y preparados, la vida de todos corre serio peligro. Por tanto, da igual que durante años se haya podido creer que la privatización de la sanidad era garantía de eficacia. No era cierto. Hemos visto quebrarse en España nuestro sistema sanitario debido a la pandemia y a los recortes que ha sufrido durante años. La consecuencia lógica era haber aprendido. Las grandes soluciones no vienen solas. En una democracia, aparecen sólo si existe un compromiso colectivo por hacer frente a las amenazas que nos acechan, reconociendo la eficacia de uno u otro camino, independientemente del bando político que abriera esa opción.
En psicología social está más que demostrada la distorsión que provoca el denominado razonamiento motivado. En la práctica, consiste en que perdemos más tiempo en buscar argumentos para apoyar aquello en lo que creemos que en analizar los pros y contras de un conflicto. Lo vemos con nitidez en el debate político. Será noticia el día que alguien dé la razón a un oponente. Somos capaces de devanarnos los sesos buscando cualquier justificación antes que reconocer que nuestro prejuicio estaba equivocado.
El solucionismo tecnológico
Hace unos años, tuvo una importante difusión un libro del escritor e intelectual de origen bielorruso Evgeny Morozov, un nombre destacado en el mundo del estudio del impacto social de la tecnología. Se titulaba Para solucionar todo, pulse aquí (To save everything, click here, 2013). En la portada, aparecía un subtítulo que exponía la tesis fundamental del ensayo: El sinsentido del solucionismo tecnológico (The fully of the technological solucionism). Se refiere a que el boom digital en el que estamos inmersos corre el peligro de acabar por extender la idea de que, en el futuro inmediato, la mayor parte de los problemas van a ser resueltos por máquinas, sin necesidad de que nos impliquemos más de la cuenta y sin asumir las consecuencias que ello implica. Morozov mantiene “una perspectiva cínica, banal y racional de que el dinero es lo que rige el mundo. Y eso explica el modo en que se conciben los servicios”. El objetivo final de las empresas tecnológicas no es darnos soluciones, es sencillamente ganar dinero.
Deberíamos evitar caer en la devota creencia de que el solucionismo político existe. Si dejamos que los conflictos se diriman en el territorio de la confrontación ideológica, hoy rebautizada como polarización, nos veremos arrastrados a tener que respaldar a quienes coinciden con nuestra ideología en lugar de apoyar lo justo, lo correcto y lo eficaz. Defender los servicios públicos esenciales financiados a través de los impuestos no es una opción ideológica. Es la mejor de las soluciones que nadie haya podido inventar en la historia de la humanidad. Si algún youtuber desnortado no lo entiende, hace bien en marcharse.