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¡Insostenible!

La economía 4.0 y la sostenibilidad de las pensiones públicas

Julián Maganto

Hace unos días asistí a dos actos interesantes, uno relacionado con mi pasado profesional y otro con mi presente como jubilado.

El primero, denominado Jornada Smart Ports 2018: los puertos del futuro, era un encuentro patrocinado por empresas tecnológicas con apoyo institucional. El mensaje fue el esperado: en el marco de la globalización y el desarrollo tecnológico que caracterizan el escenario actual, se está produciendo la 4ª revolución industrial (Industria inteligente o Industria 4.0) en la que las fábricas consiguen una mayor adaptabilidad de los procesos productivos y una más eficiente asignación de los recursos con el incremento exponencial de la robótica y de la digitalización y la coordinación cooperativa en todas las unidades productivas. La extensión de estas premisas al sector servicios define un nuevo escenario (Economía 4.0) y los puertos españoles no pueden quedarse al margen si quieren seguir siendo competitivos.

Todo el discurso giró sobre la imprescindible e inevitable evolución desde los actuales puertos electrónicos a los puertos conectados, colaborativos, en los que la información debe ser compartida en tiempo real por todos los agentes integrantes de la cadena logística no ya intermodal, sino comodal. El puerto inteligente es el presente necesario y no solo el futuro deseable.

Al día siguiente, en la resaca del éxito en todo el Estado de la manifestación en defensa de las pensiones públicas, estuve presente en el debate ¿Es sostenible el sistema público de pensiones? organizado por el blog ¡Insostenible! del diario infoLibre y la Asociación Manuela Malasaña y con la participación de miembros de la sociedad civil y organizaciones sindicales. En las distintas intervenciones se analizó la situación del sistema público de pensiones, las causas del déficit actual y los motivos del mismo; se consideró también el escenario futuro del sistema público de pensiones, que resulta muy negativo si se sigue con las políticas del gobierno del PP; apuntándose también propuestas de actuación concretas para garantizar su sostenibilidad en el eje económico, en el de justicia social y en el de su gobernanza que implica la derogación de las dos últimas reformas. Durante el debate, se expusieron además otros problemas colaterales del actual sistema relación con la brecha salarial entre hombres y mujeres, la precariedad laboral, los parados mayores de 50 años y de de larga duración y otros aspectos que tienen incidencia sobre las pensiones.

La conclusión final fue que las pensiones son un derecho y que el sistema público de pensiones es claramente sostenible si se aplican las políticas adecuadas.

Reflexionando sobre lo escuchado en ambos eventos, aparentemente muy diferentes, encuentro entre ellos una importante relación. Es evidente que todos los avances económicos en la historia de la humanidad, desde el uso del arado hasta la actual aplicación intensiva de las TIC, se han apoyado en cambios tecnológicos. La denominada pomposamente Economía 4.0 representa un paso más respecto al modelo presente, generalizando la integración de la información compartida en tiempo real por todos los agentes integrantes de la cadena de valor, así como la robotización de la mayor parte de los procesos productivos y de muchos de los servicios conexos. Es indudable que esto disminuirá los costes de producción y favorecerá los intercambios comerciales, incrementando la riqueza mundial.

Esa es la cara amable de la Economía 4.0. Pero al no hablar del criterio de reparto de esa riqueza, ni de los daños colaterales que han ido históricamente unidos a las denominadas revoluciones industriales, ni de las formas de evitarlos o al menos paliarlos; resulta que la aplicación masiva de robots en todas las actividades económicas, aunque creará nuevas profesiones, significará a nivel mundial la expulsión de muchas personas del mercado laboral, en muchos casos de forma definitiva.

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En el caso de España, esa previsible pérdida neta de puestos de trabajo, unida a la cada vez mayor precarización del empleo y los salarios, tendría un efecto muy negativo en la ya difícil situación del sistema público de pensiones que se expuso acertadamente en el debate anteriormente citado.

Mi conclusión de lo expuesto en los dos actos referidos muestra que hay dos mundos futuros paralelos: el del desarrollismo económico, que resulta ser poco compatible con el de los derechos de las personas; y otro mundo posible que hemos de construir mediante la acción política democrática, a favor de la mayoría social, en el que se embriden los avances tecnológicos con regulaciones que hagan sostenible un sistema de protección de los derechos sociales. El primero cada vez más orwelliano y el segundo una lucha continua y decidida en la búsqueda de una alternativa que ponga la tecnología al servicio de la gente. ¡Susto o muerte es el dilema! ______________Julián Maganto es economista e ingeniero civil.

Julián Maganto

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