En Egipto se han celebrado dos COP27

Emilio Menéndez del Valle

Ignoro si se tratará de la maldición del faraón, pero en Sharm el Seij han tenido lugar dos COP27. Ambas pasarán a la historia. Una, como aquella en que se logró —tras décadas de intentarlo— ponerse de acuerdo sobre un mecanismo de financiación para hacer frente a las pérdidas y daños sufridos por los países vulnerables como consecuencia del calentamiento global. La otra se recordará como aquella en que el egoísmo e intereses de los petro-Estados impidió eliminar (o al menos reducir sustancialmente) la causa de ese calentamiento que conduce (¿inexorablemente?) a la destrucción del planeta y de todos los seres, humanos y de otras especies, que lo habitamos: los combustibles fósiles.

Una de esas dos COP, la del mecanismo financiero, ha permitido al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, decir que “se ha dado un paso importante hacia la justicia” (justicia climática, añadiría yo). Sin embargo, el fracaso de la otra COP ha obligado a Guterres —una vez más— a advertir que “nuestro planeta está en la UVI” porque los Gobiernos rechazaron —una vez más— emprender las acciones adecuadas para detener las emisiones de gas invernadero procedentes de los combustibles fósiles.

El cinismo y la hipocresía han llevado a Riad a afirmar sin avergonzarse que la COP27 debería centrarse en las emisiones, no en el origen de las mismas

En la apertura de la COP27, el pasado seis de noviembre, Guterres advirtió que lo que iban a discutir los delegados era “cooperar o perecer: se trata de un pacto de solidaridad climática o de un pacto de suicidio colectivo”. Una de las dos COP se ha decantado por la primera opción: la adopción del mecanismo financiero para compensar las pérdidas y daños sufridos por los países vulnerables, que son los menos causantes del calentamiento global. Opino, empero, que es pronto para cantar victoria pues en la conferencia únicamente se adoptaron las líneas generales del mecanismo y la creación de un comité de 24 países que a lo largo de 2023 deberán discutir qué formato concreto debe adoptar el Fondo de solidaridad, qué Estados deben contribuir (¿China, Arabia Saudí?), qué países se beneficiarán y cuáles serán los objetivos a perseguir. No sorprende que a pesar de este logro de una de las dos COP, se extienda un cierto pesimismo entre los más vulnerables, dado que el compromiso adoptado hace años para que los Estados ricos (y mayores responsables de la agresión al planeta) aporten cien mil millones de dólares anuales para ayudar a los países en desarrollo no se ha llevado a cabo. En este sentido, es oportuno mencionar que China y Arabia Saudí, entre otros, deberían ser incluidos en la categoría de grandes emisores y aportar al Fondo de solidaridad, dado su gran crecimiento económico en las últimas tres décadas, a lo que se resisten de una manera contumaz. China y algún otro Estado, oportunistas y cínicos, se niegan a renunciar a su actual clasificación de “países en vías de desarrollo”. El cinismo y la hipocresía han llevado a Riad a afirmar sin avergonzarse que la COP27 debería centrarse en las emisiones, no en el origen de las mismas.

Más de ochenta Estados insistieron en la COP27 en que era fundamental acelerar la desaparición del uso de los combustibles fósiles. Inútilmente. Es un sarcasmo que el presidente de la conferencia, el egipcio Sameh Choukri, ministro de Asuntos Exteriores del sátrapa Al Sisi, declarara al clausurar la cumbre que “hemos cumplido nuestra misión”. Al parecer, un masoquismo incomprensible para una mente racional se ha apoderado de determinados Gobiernos que sin apenas miramientos propician la extinción del planeta Tierra, de la madre Tierra. ¿Vamos hacia el suicidio colectivo augurado por António Guterres? ¿Acaso un psiquiatra climático podría mediar ante los irresponsables Gobiernos para intentar contener la carrera hacia el abismo?

Laurence Tubiana, profesora del Instituto de Estudios Políticos de París, titular de la cátedra de Desarrollo Sostenible y embajadora de Francia en la COP21, principal artífice del supuestamente trascendental Acuerdo de París, se manifestó así en la clausura de las dos COP27: “La presidencia egipcia ha producido un texto que claramente proteje a los petro-Estados del gas y el petróleo y a las industrias de los combustibles fósiles. Esto no puede continuar en la COP28, a celebrar en los Emiratos Árabes Unidos en 2023”. Habría que preguntar a la profesora Tubiana cómo se consigue tan ímproba misión. Mal augurio es que a partir de noviembre de 2022 se hayan celebrado dos eventos de carácter universal en sendos países, Egipto y Catar, conculcadores de los derechos humanos, y que la siguiente COP vaya a tener lugar en un hermano conculcador.

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Emilio Menéndez del Valle es embajador de España.

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