Plaza Pública

Elecciones en Ecuador: polarización, miedo y la esperanza de Andrés Arauz

Isa Ferrero

Son momentos muy tensos en la política ecuatoriana. No queda nada para que se resuelva el desenlace de las elecciones. Según se mire, el resultado de la primera vuelta dejó una gran victoria de las distintas opciones de izquierdas y una derrota del modelo neoliberal implementado durante estos últimos cuatro años por Lenín Moreno, aunque esto no haya evitado que pase a la segunda vuelta el empresario Guillermo Lasso, un candidato que no esconde sus planes para seguir con una senda que se ha mostrado especialmente ineficaz durante los últimos tiempos.

Arauz venció con amplio margen a Lasso y al candidato indígena, Yaku Pérez, pero de igual manera es constatable que el correísmo ha perdido parte de la fuerza y apoyo del pasado. Unos síntomas que ya fueron palpables con Lenín Moreno al ganar de una forma pírrica en el 2017. Esto es principalmente el motivo por el que todavía existen dudas sobre la victoria de Andrés Arauz en la segunda vuelta. Es el favorito, aunque algunas encuestas discuten esta ventaja.

Para los intereses electorales de Andrés Arauz fue una buena noticia que Yaku Pérez no pasara a la segunda vuelta tal como apuntaban los sondeos. Era la otra alternativa por la izquierda, aunque ha sido fuertemente cuestionada por el correísmo. Es verdad que existen varios aspectos que hacen dudar del compromiso de Pérez por un gobierno progresista. El más significativo fue que en el año 2017 mostró su apoyo a Lasso frente a Moreno alegando que “es preferible un banquero que una dictadura”. Cuatro años después, tras quedarse a unas décimas de pasar a una segunda vuelta, Pérez no ha vuelto a pedir el voto por Lasso, pero sí ha pedido el voto nulo, ya que considera que hubo fraude electoral en la primera vuelta de las elecciones. Este fraude no parece estar avalado por los organismos internacionales como es el caso del Instituto Casla al afirmar que “las irregularidades percibidas por la delegación han sido marginales con respecto a toda la logística y organización desplegada para este día”.

Para explicar los hechos, normalmente suele ser más conveniente seguir la navaja de Ockham que conspiraciones enrevesadas montadas por la CIA. Ockham decía que “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Aquí la explicación más sencilla es que Pérez se veía con grandes posibilidades para derrotar a Arauz. Esto se debe a que el correísmo genera un rechazo no solo en la derecha, sino también en la izquierda, por buenas razones. La creciente polarización de Ecuador nos obliga a hacer un repaso cuidadoso de los hechos.

Un hecho perfectamente constatable es que Lenín Moreno fue posiblemente el más impopular desde la vuelta a la democracia de Ecuador en el año 79 con apenas un 8%. Esta impopularidad explica también las movilizaciones masivas después del “paquetazo”, que incluía una subida del precio del diésel. El propósito era presentar un plan económico para contentar al Fondo Monetario Internacional (FMI). Razones no le han faltado al pueblo ecuatoriano para protestar. La pésima gestión del Coronavirus nos dejó imágenes terribles de cientos de cadáveres en la ciudad de Guayaquil, resumidas con crudeza por Mafe Moscoso Rosero: “Los cadáveres se han convertido en cuerpos inertes sin espacio para ser depositados, debido a la ineficiencia del Estado y la estructura colonial que pone en jerarquía a los cuerpos, incluso cuando han dejado de respirar”.

Hemos contactado también con Rosalía Vázquez Moreno de Cuenca (provincia de Azuay, Ecuador) para hablar de la situación política y de la fuerte polarización que vive el país. Preguntándole por esto último, su respuesta es que las imágenes tan traumáticas tienen un origen en “el papel que tuvo la mala administración del Partido Social Cristiano en la ciudad de Guayaquil” y cómo eso ha influido en “una de las ciudades más desiguales del país”.

El síntoma más visible de su impopularidad ha sido, sin duda, las manifestaciones multitudinarias desencadenadas por la decisión de Moreno de virar del todo hacia el neoliberalismo y aceptar la receta neoliberal del Fondo Monetario Internacional. El mundo vio por momentos cómo el neoliberalismo volvió a generar un levantamiento que inspiró en seguida a otros movimientos de protesta en todo el mundo y que tuvo ciertamente bastante éxito debido a las movilizaciones del pueblo indígena. En consonancia con lo que suelen hacer los gobiernos cuando ven amenazado su poder, Lenín Moreno denunció “una conspiración urdida con la ayuda de Venezuela” para que el expresidente Correa volviera al poder. Algo del todo falaz ya solo porque buena parte del movimiento indígena no simpatiza nada con Correa.

Durante los años de Moreno, Ecuador volvió a vivir la pesadilla por la que Latinoamérica ha pasado durante décadas. Una pesadilla que tiene una gran explicación en cómo los organismos internacionales, al servicio de las élites, son los principales generadores de crisis en todo el mundo. Ecuador ha sido a menudo víctima de la influencia tóxica de las políticas neoliberales. La vuelta al FMI por parte de Moreno es bastante significativa ya que Correa rompió relaciones con el organismo. Este nuevo acuerdo seguramente se traduzca en otra nueva hipoteca que va a condicionar el futuro de la población. De todas formas, Rosalía Vázquez pone un gran pero a uno de los logros de Rafael Correa. Ella nos dice que, a pesar de romper relaciones con el FMI, se establecieron relaciones de dependencia con empresas mineras chinas que explican también la indignación y las protestas de los “grupos ambientalistas e indígenas que protegen las fuentes de agua”. En este sentido, quizá valga la pena derribar este mito: es verdad que consiguieron salirse parcialmente de las manos de los Estados Unidos, pero hipotecaron su futuro a un desarrollo que ha sido bastante irrespetuoso con el medio ambiente.

Hay que recordar algo elemental sobre la comunidad internacional y organismos como el FMI. El modelo económico actual sigue perpetuando un sistema injusto para los países más pobres que tienen menor capacidad de respuesta a situaciones de crisis política y económica. La alta financiarización de la economía evidencia esta vulnerabilidad de la que sacan partido las élites. Ellas siguen entorpeciendo el progreso y agudizando la pobreza. Existen fuertes raíces coloniales que lo explican, al igual que ha sucedido con Oriente Medio. Un buen ejemplo reciente nos lo da la primavera árabe, cuando décadas de subordinación a las grandes superpotencias, las políticas neoliberales y las consecuencias de la crisis climática están detrás de las protestas que brotaron cuando Mohamed Bouazizi se prendió fuego el 17 de diciembre de 2010. Las consecuencias de este acto las sabemos: la irrupción de protestas que amenazaban a atroces dictaduras apoyadas desde siempre por Occidente que, como decía el legendario periodista Robert Fisk, solo pedían “dignidad” y “justicia”.

A veces en la historia hay grandes paralelismos. Uno de los más significativos se encuentra precisamente en Yemen, país que vive la peor catástrofe humanitaria del mundo. Recordemos los hechos: después de que el expresidente Saleh saliera del poder y la Comunidad Internacional “acordara” un gobierno de transición presidido por Hadi (2012), a Yemen se le impuso llevar a cabo políticas neoliberales y subir el precio del combustible. La subida del carburante fue una de las condiciones que puso el FMI para entregar el dinero necesario que rescatara la economía yemenita. A pesar de que Hadi estaba apoyado internacionalmente, esta subida sirvió para generar una fuerte ola de indignación y facilitó a los hutíes que dieran un golpe de Estado. Curiosamente, un año antes de las protestas en Ecuador, en Francia se produjo una ola de indignación enorme, conocida por los chalecos amarillos, tras una subida del carburante. Los intentos de Macron de camuflar políticas neoliberales con un discurso progresista y reformista fueron rechazados de nuevo por la sociedad francesa.

Debemos tener en cuenta que el enésimo asfixiamiento de los países más ricos a Ecuador no habría sucedido si Rafael Correa no hubiese cometido el error de poner en el poder a Lenín Moreno. Sin embargo, conviene hacer varias precisiones tal como nos indica Rosalía Vázquez. Primero, que Rafael Correa intentó “cambiar la constitución para quedarse más periodos”. El pretexto dado por Correa era que venían “tiempos duros” y estaba “en marcha una revolución conservadora”. Segundo, es que Correa además de cometer el fallo de muchos líderes progresistas en Latinoamérica de depender de una economía esencialmente capitalista y extractivista, se benefició de un precio del petróleo muy alto. Cuando ocurre la revolución del fracking durante la administración Obama, la respuesta de las monarquías del Golfo fue subir la producción de petróleo para evitar que Estados Unidos viese aumentada su producción y redujese su dependencia energética.

El resultado fue un aumento de la oferta de petróleo y por consiguiente una caída espectacular del barril de petróleo. Esto tuvo efectos devastadores para muchos países como es el claro ejemplo de Venezuela. En el caso de Ecuador ocurre algo parecido. La economía ecuatoriana da señales de crisis y estancamiento y ese es el país que recoge Lenín Moreno. Sin embargo, conviene matizar que la economía que le dejó Correa a Moreno no tiene punto de comparación con la patata caliente de Chávez a Maduro, por mucho que podamos reconocer lo que siempre se dice con razón: Maduro no es Chávez.

Todavía no está claro qué motivó esta decisión, pero lo que sí que está son sus consecuencias traumáticas. Los progresos económicos en la lucha contra la pobreza fueron revertidos por Moreno, que giró hacia los intereses occidentales. También se mostró en multitud de planos. El más visible para todos los activistas que luchamos contra el imperialismo estadounidense lo tuvimos con Julian Assange. Preso político que cometió el grave error de revelar los crímenes de Estados Unidos durante la invasión ilegal de Irak del año 2003.

Por otra parte, aunque la victoria no haya sido lo suficientemente grande y haya sectores abiertamente anticorreístas, es imposible explicar la victoria de Arauz en la primera vuelta si no es por el éxito que tuvo el gobierno de Rafael Correa en su lucha contra la pobreza, especialmente durante los primeros años de su presidencia. Aproximadamente, “entre el año 2007 y 2014 la pobreza se redujo del 37 al 22 por ciento”. Para mucha gente, estos logros siguen pesando mucho más que la corrupción y las medidas represivas contra las organizaciones ecologistas o por las medidas conservadoras mediante las cuales el gobierno ha mirado de espaldas al movimiento feminista. Esto es muy importante de recordar. Rafael Correa despreció una de las grandes reivindicaciones del movimiento feminista: la despenalización del aborto. Una cuestión que Arauz parece estar más dispuesto a plantear, pero no a impulsar como se deduce de la reciente entrevista de María Sol Borja.

Es justo reconocer cierto mérito del correísmo, pero también hacer la autocrítica necesaria para no cometer viejos errores del pasado. Tal como dijo en una interesante entrevista Yanis Varoufakis (también sacada de contexto) en el medio El Español, la izquierda debe tener cuidado de cualquier deriva autoritaria. La capacidad de autocrítica es fundamental para la supervivencia de un movimiento de izquierdas.

Este error es también muy importante, dado que en Ecuador aproximadamente el 7% de la población es indígena y una política insana que no respete estos derechos supone en repetidas ocasiones conculcar los derechos de pueblos enteros. Esta crítica no solo debe extenderse a los restantes gobiernos progresistas en Latinoamérica, sino que también debe hacerse a ciertos políticos de izquierdas en España. Especialmente un error que suelen cometer algunos líderes de Unidas Podemos e incluso también el Partido Socialista, que es entrar al trapo en las provocaciones de los medios. En vez de defenderse de la campaña de acoso político que sufren por cloacas mediáticas, cometen la equivocación de pasar al ataque. Esto es un gran error, porque están en una posición de poder distinta al resto de los ciudadanos. Por mucho que Pablo Iglesias pueda tener razón, es una estrategia poco ética y estratégicamente suicida. La función de crítica y control a los medios tiene que venir siempre desde abajo, nunca desde arriba.

Sucumbir ante la lógica depredadora del sistema económico y de responder con represión a sus demandas, explican cómo es posible que Yaku Pérez haya conseguido cerca del 20% de los votos cuando hace unos años apenas tenía apoyo popular. En este sentido, cabe destacar que Correa cruzó varias líneas rojas al señalar a organizaciones sociales o medios de comunicación que fueran críticos con el gobierno. Esto es especialmente dañino porque ha acrecentado la paranoia dentro del correísmo y ha originado explicaciones a veces bastante simplistas. En la línea de lo que dijo Jesús González Pazos, era mucho más fácil analizar el panorama político en Ecuador presentando al candidato Yaku Pérez como “un ambientalista quinta columna de la CIA”. Precisamente, hay que aceptar ciertas críticas y construir y proponer soluciones al control por parte de la oligarquía de medios de comunicación que perfilan el consenso aceptable que debe tener la población para no desafiar el statu quo.

Una de las cosas más dolorosas fue ver la difusión de discursos contra organizaciones en defensa de los derechos humanos. Señalar a personas e instituciones que dicen cosas con las que no estás de acuerdo, es más típico de gobiernos autoritarios que de gobernantes de izquierdas. En el caso de Correa fue muy representativo el ejemplo de Human Right Watch. Por mucho que sea una organización conservadora (más que Amnistía Internacional), es cruzar una línea roja.

También es verdad que Yaku Pérez no se ha ganado adecuadamente la confianza dentro del electorado de izquierdas. Ha hecho bastantes méritos para ello. Es verdad que tiene razón al rechazar el desastre económico que ha traído el chavismo a Venezuela, pero no es muy ético por su parte apoyar el golpe de la derecha en Bolivia, aunque eso no quite que el gobierno de Evo Morales cometiera un error parecido al de Correa e intentara alargar su estancia en el poder. Esta medida antidemocrática de Morales no justifica en ningún caso el golpe de Estado perpetrado en Bolivia por una derecha reaccionaria.

Por otra parte, bien es cierto que al candidato Andrés Arauz se le han puesto las cosas bastante difíciles y se ha intentado entorpecer su candidatura. El correísmo ve una persecución política. De hecho, el presidente Rafael Correa no pudo presentarse a las elecciones debido a que enfrenta cargos por corrupción. Mientras un sector de la población ve a alguien corrupto, otros ven a un exiliado que no puede salir de Bruselas. En cualquier caso, parece justo afirmar que la posible corrupción de Correa no justifica estos impedimentos. El llamamiento de la Internacional Progresista sobre que la democracia en Ecuador ha sido atacada debe ser tomado en consideración.

Por otro lado, convendría que los simpatizantes del correísmo rebajaran el tono. Para ello, el propio Correa debe rebajarlo igualmente. Escuchar argumentos cuestionando si Yaku Pérez es o no indígena causa cierto bochorno. Es perceptible que hay escasas intenciones por parte de Correa de hacer autocrítica, aunque es cierto que Arauz no muestra tanta soberbia. No sabemos aún si es sincero o forma parte de su estrategia electoral, pero sí que parece dispuesto a seguir una política no tan intervencionista del Estado en las libertades individuales y los derechos civiles de los ecuatorianos.

Este domingo los ecuatorianos decidirán si el nuevo presidente es Arauz o es Lasso. Será una muy mala noticia que Lasso alcance el poder para el futuro de las fuerzas progresistas. Ante un escenario de fuerte crisis económica y de grandes problemas sociales, lo último que necesita el país es un programa neoliberal. De igual forma, si consigue ganar Arauz, deben verse rápido cambios con respecto a lo que ha sido el correísmo. Si Arauz cumple la promesa de inaugurar “una nueva etapa” será una excelente noticia no solo para Ecuador, sino para el movimiento progresista en todo el mundo. También para su credibilidad. De igual forma, significará una derrota de la contrarrevolución conservadora que está viviendo el mundo. En Latinoamérica tiene mucha importancia. Poco a poco se van viendo señales de que la derecha está perdiendo el poder. Existen grandes esperanzas, pero hay que ser cautelosos. Si la izquierda alcanza de nuevo el poder y se inaugura una nueva etapa progresista, nunca más debe olvidar a los movimientos ciudadanos tan vitales como el feminismo, el ecologismo, y, por supuesto, las clases más desfavorecidas.

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Isa Ferrero es activista de derechos humanos especializado en la crisis humanitaria que se vive en Yemen y autor del libro 'Negociar con asesinos. Guerra y crisis en Yemen'

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