Plaza Pública

Los lenguajes de la violencia: de post-verdades y retóricas del miedo

Miguel Rivas Venegas

El lenguaje es la más peligrosa de las armas. Las palabras del filósofo Jean Pierre Faye, estudioso en profundidad de los lenguajes totalitarios, parecen cobrar hoy más sentido que nunca. La crisis de los partidos tradicionales y el nacimiento de nuevos populismos han provocado la vuelta de unas retóricas del miedo en las que sólo cambia la forma en la que nos referimos a ellas. En los discursos de Trump, de la Alternativ für Deutschland (AfD) alemana o de la ultraderecha racista austriaca (FPÖ) resuenan los ecos de aquellos “lenguajes de la violencia” que dominaron la escena política en los años 30 y 40.

Post-truth, Post-facual politics o Posverdad. La Fundeu y el diccionario Oxford parecen no ponerse de acuerdo sobre el nombre que corresponde dar a un modelo de comunicación política que avanza con pasos de gigante.

Una palabra nueva para un malabarismo muy viejo. Ya en 1933 hablaría el periodista César González Ruano en términos elogiosos de aquellas retóricas “de más cielo que jornal” que caracterizaron la comunicación política de la Alemania nacionalsocialista. Lo importante de aquel movimiento político –dirá Ruano- son sus esencias poéticas. “La oposición de la Estética a la Estadística”. La promesa de renacimiento –aquel cielo– por encima de cualquier planteamiento realista.

Sin saberlo, el periodista madrileño nos estaba hablando –eso sí, sin mayor espíritu de crítica– de esa idea tan nueva y tan manoseada de la Posverdad. Aquellas retóricas, aquellos renacimientos nacionales de cartón piedra que prometerían los totalitarismos europeos y que tomarían forma con sus retóricas particulares, no quedan tan lejos de algunos movimientos políticos de ultraderecha –entre ellos el fenómeno Trump– que parecen consolidarse de un tiempo a esta parte.

Las cosmovisiones autoritarias y xenófobas que articulan el lenguaje de estos movimientos–desde el Trumpismo a la alemana Alternativ für Deutschland, la ultraderecha racista austriaca (FPÖ) o el Frente Nacional de Le Pen- forman bloques carentes de poros, desprecian el debate, imposibilitan el acuerdo y adquieren carácter de dogma de fe. Poseen las mismas características que el senador republicano y experto en lenguaje Ichiye Hayakawa identificaría en 1929  como propio del lenguaje publicitario: lo último que desea el vendedor –como el propagandista o el agitador político- es cualquier acto de thoughtful purchasing o reflexión en el receptor.

Verdades acorazadas: hacia la cosmovisión autoritaria

Si el lenguaje de la comunicación política suele ofrecer al ciudadano contenidos relativamente cerrados, las retóricas autoritarias irán un paso más adelante. La concatenación tediosa de slogans (recuérdese, literalmente “grito de guerra”), el culto a la personalidad carismática del líder y la reificación y demonización del contrario substituirán a cualquier otra forma de comunicación, generando un “ellos” artificial y un “nosotros” aún más impostado. El pasado –no importa si real o mitológico- se antoja siempre mejor, y se convierte en objetivo de un futuro igualmente imaginado.

La alemana Alternativ für Deutschland vuelve a desempolvar eslóganes del pasado, escudándose en su carácter “luminoso, iluminador”. Pero no es la AfD el primer movimiento político alemán que ha jugueteado con la “iluminación de las masas”. De “iluminación” se encargaría literalmente el ministerio de Propaganda del Tercer Reich, que se jactaba de organizar “góspeles” más que mítines. Alexander Gauland, el político ultraderechista –publicista de profesión- de la Alternativ für Deutschland, que ha defendido estos eslóganes del pasado coreados por muchos de sus seguidores, sabe muy bien de qué habla. Conoce de sobra aquellos “arsenales léxicos” que precedieron a la persecución de los enemigos imaginados del nazismo. Las citas de grupos neonazis de las que se jacta (“Hoy somos tolerantes, mañana extranjeros en nuestra patria”) le parecen al señor Gauland “iluminadoras”.

De “hijos de la luz” y de la “degeneración y el hundimiento de la América blanca” habla también Richard Spencer, presidente de la organización suprematista National Policy Institute que recibió al presidente electo con gritos de “Heil Trump, Heil nuestro pueblo”. Su discurso sobre la “América corrompida, histérica, degenerada y corrupta” recuerda inevitablemente a aquellas retóricas de “Weltmacht oder Niedergang” (Dominio mundial o decadencia) que poblaron los discursos racistas de Hitler.

“Victoria o muerte”, clamaría el líder de la alt-right -derecha alternativa, según sus palabras-, a finales del año pasado. Spencer no se molesta en muchas ocasiones ni en traducir: “quizás preferimos decirlo en su original alemán: Lügenpresse” (prensa de la mentira) clamaba en un mitin del pasado diciembre de 2016. Sus partidarios reían. Sabían de qué hablaba. Brazos en alto. Saludos romanos. Y terminología importada directamente de Mein Kampf y de diarios anti-semitas como el nacionalsocialista Der Stürmer (1923-1944) que algunos grupos ultras estadounidenses se han tomado la molestia de traducir y reeditar.

La demonización de palabras como “tolerancia” y la resignificación de virtudes dudosas –sacrificio, obediencia, patriotismo- que acompañan a las cabriolas comunicativas de los políticos como Spencer o Gauland tienen también muy poco de nuevo. Los diarios del filólogo judeo-alemán Viktor Klemperer (1881-1960) están llenos de reflexiones sobre la manipulación flagrante de la lengua alemana –y con ella, de los valores- realizada por los voceros y propagandistas del nacionalsocialismo. Post-verdades de años 40.

Lenguajes de la violencia: “ellos” contra “nosotros”

Ayer como hoy, la publicidad y el lenguaje autoritario, como constatarían los filósofos Max Horkheimer y Theodor Adorno, no entiende de gamas de grises. La retórica del miedo planteará, por ello, dicotomías acorazadas y falsos sentimientos de urgencia articulados en torno a insistentes advertencias de “renacimiento o muerte” propias de estos movimientos políticos.

La crisis de los refugiados ha servido como pretexto para abrir de nuevo –jamás se cerró del todo- la caja donde se guarda aquel que sería denominado como “lenguaje de la violencia” por algunos lingüistas alemanes que se dedicaron a estudiar los cambios semánticos y las torsiones del lenguaje que se produjeron durante los años 30 y 40.

Lo mismo puede decirse de las retóricas del odio desplegadas por los políticos de la ultraderecha racista austriaca: El Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), con su secretario general Herbert Kickl a la cabeza, ha situado aquel “lenguaje de la violencia” en primera línea política. El congreso Verteidiger Europas (Defensor de Europa) celebrado el pasado 29 de octubre en la ciudad austriaca de Linz evidencia el compromiso de la FPÖ con aquellas políticas de Arcadias acorazadas del fascismo: frente al Asylchaos de “rojos y verdes” (el supuesto caos provocado por la aceptación de refugiados de guerra) pide el político ultra “libertad para los pueblos indígenas de Europa”. Futuro para “una Alemania de mil años” pedía Björn Höcke (AfD) en sus declaraciones al diario Frankfurter Allgemeine en octubre de 2015.

Inevitable pensar en aquel “Reich de los mil años” del que hablaría Hitler en su célebre intervención en el Reichstag el 28 de abril de 1939. El nuevo fascismo ya imagina sus enemigos contemporáneos. Junto a refugiados, inmigrantes y supuestas islamizaciones aparecen colectivos despreciados por los ultraderechistas: “Hay demasiada chusma marroquí en nuestra tierra”, clama el líder antimusulmán holandés Geert Wilders; Beatrix Storch de AfD Berlín dice oponerse al poder de los “lobbies de maricas”. También de la prensa, como siempre: contra la “Lügenpresse” (la prensa mentirosa, manipuladora) que denunciaba el suprematista Spencer cargaron también  Gauland y Björn Höcke (AfD) en sus mítines de Magdeburgo y Erfurt el 18 de noviembre, de 2015.

El lenguaje será fiel escudero de estos políticos: no es casual la elección de expresiones como “Massenzuwanderung” (inmigración masiva, deambulación masiva) en detrimento de otras -refugiados políticos, refugiados de guerra- que expresan más claramente la naturaleza de este drama.

Como aquel entonces, los agitadores de arcadias y tradiciones inventadas como Kickl no dudarán en generar artificiales dicotomías de “nosotros contra ellos” como las que defiende en el parlamento austriaco o en el pasado congreso de Linz. Beatrix von Storch va aún más lejos: “aquel que no se detenga en la frontera es un atacante (Angreifer) y ante los ataques debemos defendernos” –declaraba por escrito el 31 de enero de 2016. Ya no son refugiados. Tampoco son migrantes. El solicitante de asilo es convertido en atacante. El foráneo trae consigo “pesadillas para las mujeres rubias” según las declaraciones de Björn Höcke en el famoso programa de Günther Jauch en octubre de 2015. El que conozca las caricaturas racistas que poblaron la Alemania nazi advirtiendo sobre el “Rassenschande” (degeneración racial a través del contacto sexual con judíos) encontrará similitudes con este discurso de odio que convierte al musulmán en un psicópata sexual descontrolado.

De “resistencia del pueblo austriaco contra los dictados de Europa, la islamización del continente y la deambulación masiva” ha hablado en numerosas ocasiones el presidente de la FPÖ Heinz Christian Strache. Con promesas de “recuperar nuestro país” enciende a sus votantes el ultaderechista Wilders del holandés Partido para la Libertad.

La “islamización” parece haber sustituido al inverosímil riesgo de “negrización” (verniggerung) de Europa que agitaban los ultranacionalistas alemanes en los años 20. La mezcla de pueblos diferentes ya era catalogada en términos similares por los nacionalistas racistas de los años 30: de “Völkerchaos” (caos de pueblos) hablarían los nacionalsocialistas.

Otros, como el fascista vallisoletano y germanófilo Onésimo Redondo denunciaría la “africanización” de España a través del marxismo desde el tabloide que dirigía en los años 30. “Los rojos de hoy son los moros de ayer”, podía leerse en el diario carlista El Pensamiento Navarro en 1937. Lo de menos era si aquel enemigo tenía fundamento o no, o si verdaderamente se parecía en algo al enemigo de antes. Los falsos “San Jorges” necesitan también falsos dragones para poder derrotarlos.

Palabras armadas, “paraísos difíciles”

No existen las Arcadias sin sus Infiernos. Tampoco los supuestos héroes sin sus villanos: las imágenes de los votantes de Trump poco antes del cierre de campaña esgrimiendo fotografías de Clinton sobre las que habían dibujado una diana demuestran el éxito de los violentos “arsenales léxicos” del millonario sobre parte del electorado americano. Trump lanzaba promesas de cárcel y revancha en sus debates televisados en octubre. Un mes más tarde, era elegido presidente.

Aquellos arsenales de palabras están en realidad muy cerca de otros tipos de armas. Frauke Petry, secretaria general de AfD abandonaría el terreno del “lenguaje de la violencia” en diciembre de 2015 para adentrarse en otros más peligrosos: las fronteras de Alemania –declararía  Petry al periódico Manheimer Morgen- deberán defenderse de la “inmigración masiva” con las armas en la mano. “También contra mujeres y niños, si fuera necesario” apuntillaba von Storch en enero de 2016. El caballero teutón, supuesto defensor de occidente que inundaba las propagandas nacionalistas de aquellos no tan lejanos años 30, parece tomar forma en las palabras de la secretaria general de AfD y sus copartidarios.

Hacia un cambio en la civilización

La toma del lenguaje por el asalto, y con ella la manipulación de las conciencias y de las emociones ha precedido siempre a otros asaltos más visibles. Las promesas de renacer palingenésico, la superación de afrentas nacionales que a veces nunca existieron, la recuperación de “valores” y “tradiciones inventadas” de las que hablaría Hobsbawn serán comunes a todos estos movimientos de corte nacionalista y ultraderechista.

La deriva autoritaria de EEUU, Austria, Alemania y tantos otros promete muchos cielos y algunos jornales. Lo que aún no saben sus votantes es que si lo irracional vence a la razón y estos personajes- aquellos monstruos de claroscuro de los que hablaba Gramsci- llegan al poder, no obtendrán ningún jornal. Pero tampoco ningún cielo. _______________________

  * Miguel Rivas Venegas es investigador en el Departamento de Historia y Teoría del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid y colaborador del centro de estudios políticos Rosa Luxemburgo de BerlínMiguel Rivas Venegas

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