Occidente ya no es el centro del mundo

Emilio Menéndez del Valle

El final de la guerra fría como consecuencia de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas inauguró una época optimista para las relaciones internacionales y el derecho internacional, pero algo más de una década más tarde un ambiente de desconfianza y progresivo deterioro se hizo presente. Hoy, coincidiendo con la guerra de Ucrania, pero manifestándose ya con anterioridad, una nueva configuración del poder y de los intereses globales está tomando forma. 

La destrucción por el terrorismo de las neoyorquinas Torres Gemelas en septiembre de 2001 fue utilizada por Washington para llevar a cabo una guerra “preventiva” en Oriente Medio, lo que cambió la consideración de EEUU y sus aliados ante el mundo, especialmente en el Tercero. La invasión de Iraq ordenada por George Bush dividió al Occidente nacido en 1945. Surgió “otro”, distinto Occidente. 

Un par de décadas después, y precisamente como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, es posible afirmar que Occidente ya no es lo que era. Ya no es el centro del mundo. La guerra supone no sólo un punto de inflexión en las relaciones de Occidente con Rusia y China, sino también con el Tercer Mundo (o con el Sur Global, si se prefiere la terminología a la moda), donde vive (dato significativo) la mayoría de los habitantes del planeta y donde se halla gran parte de los recursos naturales. 

Es ilustrativo recordar la posición de ese Sur Global en la votación que en octubre de 2022 llevó a cabo la Asamblea General de Naciones Unidas que condenó la agresión de Moscú. La resolución obtuvo 143 síes, 5 noes (la propia Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Siria y Nicaragua) y 35 abstenciones. De estas, 19 corresponden a Estados africanos, mientras que Senegal, Costa de Marfil, Kenya y Ghana (todos visitados por el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba) condenaron a Moscú. China e India se abstuvieron. Nótese que quienes se negaron a condenar a Rusia representan casi el 50% de la población mundial. India y China suponen el 30%  de esa población.

En 2010, el entonces presidente del Banco Mundial, Bob Zoellick, un tanto grandilocuentemente, afirmó que “2009 ha visto el final de lo que era conocido como Tercer Mundo”, esto es, esa parte de la humanidad, separada y distinta, que es pobre (o miserable), dependiente en gran medida de la ayuda internacional, algo que no parecía importarle en demasía al señor Zoellick. Esa sección de la humanidad que “ya no existe” actúa internacionalmente cada vez de manera más organizada. La guerra de Ucrania puede suponer no ya una grave alteración de las relaciones entre Occidente y Rusia y China, sino también con el Sur Global, con una cada vez mejor presencia de este en el panorama mundial. Así, un nuevo Movimiento No Alineado se está configurando, no de idéntica naturaleza que el de los años sesenta del pasado siglo, menos institucionalizado, menos ideológico y basado más en los intereses nacionales, pero con la convicción de que la acción común beneficiará dichos intereses

Los BRICS están considerando el lanzamiento de una nueva moneda de reserva global (una cesta de las monedas de los Estados integrantes) que, de concretarse, podría suponer una amenaza a la dominación del dólar

Este nuevo Movimiento tiene en los BRICS un importante aliado. La tradicional alianza integrada por Brasil, Rusia, India, China, Suráfrica puede suponer un reto aun más serio para Occidente si se realiza la integración solicitada por Argentina e Irán. Siendo estos dos regímenes tan dispares, ven en los BRICS una oportunidad de alianza alternativa a la globalización comandada por el mundo occidental. Los BRICS están considerando el lanzamiento de una nueva moneda de reserva global (una cesta de las monedas de los Estados integrantes) que, de concretarse, podría suponer una amenaza a la dominación del dólar. La actual alianza constituye el 31,5% del PIB mundial, que se elevaría al 33% con la inclusión de los dos aspirantes. Téngase también en cuenta que las reservas mundiales en dólares han pasado de ser el 70% de las totales en 1999 al 59% a junio de 2022. A este respecto, está por ver la actitud de la India, que acaba de asumir la presidencia del G20 durante todo 2023, con el propósito de “reformular la globalización y lograr un cambio fundamental de mentalidad con el que beneficiar al conjunto de la humanidad”, en palabras del primer ministro y hombre fuerte, Narendra Modi, cuya política interior no tiende precisamente a beneficiar a la humanidad musulmana (más de 200 millones de habitantes entre los más de 1.400 millones que han hecho de la India el país más poblado del planeta, ligeramente por encima de China).

En definitiva, se dan dos muy diferentes posiciones del Sur y del Norte globales en las relaciones internacionales y, consecuentemente, con respecto a la invasión rusa de Ucrania. El Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge ha hecho público en octubre de 2022 un ingente estudio titulado Un mundo dividido: Rusia, China y Occidente en el que se evidencian las cambiantes actitudes en la opinión pública a raíz de la guerra. El estudio se ha realizado en 75 países con muy variado tipo de sistemas que incluyen democracias diversas y economías emergentes del Sur Global. La división es meridiana. Por un lado, la gran mayoría de los encuestados en las democracias, perfectas o imperfectas, tiende a apoyar la actitud occidental de condena de Rusia. Por otro, en gran parte de Eurasia y en el norte y oeste de África, las sociedades se muestran tendentes a apoyar a Rusia y China. Y no solo a raíz de la guerra, puesto que esta tendencia ha venido manifestándose durante la última década. 

La conclusión del estudio es que este abismo no puede ser reducido a intereses económicos o conveniencias geopolíticas, sino que es consecuencia de una clara división política e ideológica: las sociedades se alinean con China/Rusia o con Occidente a causa de las instituciones que poseen o los valores en que se fundan. El profesor Jideofor Adibe, de la nigeriana Universidad de Keffi, proporciona en paralelo una conclusión interesante: el precipicio al que se asoman Occidente y el Sur Global por la guerra de Ucrania, aunque con origen anterior a la misma, podría conducir a un orden mundial en base a una nueva Guerra Fría. Pero, a diferencia de la clásica, este orden no implicaría confrontación ideológica (capitalismo/democracias vs. comunismo) sino un choque entre quienes apoyan la actual configuración global de poder diseñada por Occidente y quienes se oponen a ella, liderados por China, Rusia y otros.

Aun no siendo ya el centro del mundo, ¿qué puede hacer Occidente para evitar o al menos atenuar la confrontación con el Sur Global? En el ámbito económico poner coto a la depredación que desde la descolonización ha convertido la globalización en saqueo institucionalizado. En lo político, dar satisfacción a algunas demandas del Sur Global y de algunos de sus aliados en BRICS para obtener un mayor poder decisorio en las actuales estructuras y organizaciones internacionales. Por ahora no parece que Occidente se muestre sensible a estas sugerencias. Un par de casos a título de ejemplo. En 2009, los Estados occidentales, liderados por Estados Unidos y el Reino Unido, impidieron que la Asamblea General de la ONU tuviera papel protagonista en el debate sobre la gran crisis de 2008 y su impacto. Prefirieron que ese papel lo protagonizaran instituciones internacionales dominadas por Occidente, atentas a bloquear medidas que perjudicaran sus intereses. De similar manera, en 2012, Occidente hizo todo lo posible para evitar que la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), con preponderancia del Sur Global, profundizara en el análisis de la crisis financiera mundial. En la sesión final en Doha, el representante norteamericano no tuvo reparo alguno en manifestar que no deseaba que la UNCTAD compitiera con el FMI y el Banco Mundial: “No queremos que la UNCTAD trate estos temas porque no tiene competencia para hacerlo. Son competencia del FMI y del G20”. Dado que este año India preside el G20 tal vez puede contribuir a enmendar la plana.

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Emilio Menéndez del Valle es embajador de España.

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