La otra pandemia de la pobreza y la desigualdad

Gaspar Llamazares

La prestigiosa ONG Intermón-Oxfam acaba de publicar un informe que muestra el brutal empobrecimiento de la gran mayoría de la humanidad como consecuencia de la pandemia, y por contra el enriquecimiento de la minoría privilegiada del uno por ciento de los superricos, que, en línea con el año anterior, han duplicado en los casi dos años de pandemia el ya exagerado volumen de su riqueza.

El informe afirma que “La desigualdad económica se ha ampliado aún más como consecuencia del covid-19, provocando un enorme aumento en la brecha entre los superricos y el resto de la humanidad”. Así resume Íñigo Macías, responsable de investigación de I.Oxfam, su reciente informe denominado '' Las desigualdades matan'' sobre desigualdad global. Otro responsable del informe ha afirmado que "la lucha contra las desigualdades evitaría la muerte de 21.000 personas al día, o dicho de otra manera, de una persona cada cuatro segundos”. Finalmente Joan Cortada ha concluido que “Nunca ha resultado más urgente poner fin a unas desigualdades tan violentas y obscenas, rompiendo con la acumulación de poder y de riqueza extrema de las élites”.

De nuevo la socialización de las pérdidas por parte de los gobiernos de los países más desarrollados, con medidas del tipo de los ERTEs en España, puestas en marcha para evitar el colapso de la economía y el empleo, corre el riesgo de acabar de nuevo multiplicando los beneficios privados de unos pocos, si no se ponen en marcha con urgencia políticas fiscales progresivas frente a la acumulación obscena de riqueza y si no se comparten esos recursos con los países más empobrecidos.

Previamente fue Cáritas española quien, en su informe anual, había alertado en el mismo sentido sobre el incremento de la pobreza severa en nuestro país como consecuencia de la pandemia. El informe afirmaba que, por primera vez desde 2007, las personas en exclusión severa superan los 6 millones, convirtiéndose en “uno de los grandes damnificados por el covid-19, con un aumento de casi 2 millones de personas con respecto del año 2018”. Ahora, mediante una encuesta reciente, confirma el "shock sin precedentes" de la pandemia en el incremento de la pobreza, la desigualdad de género y la brecha digital. Todo ello en definitiva nos muestra la insuficiencia de las medidas fiscales, laborales, de fortalecimiento de la sanidad, de los servicios públicos y de protección social, así como de lucha contra la pobreza infantil, energética y habitacional puestas en marcha hasta ahora por el Gobierno de coalición de izquierdas. Algo que se percibe también en las encuestas de opinión pública en las que se confirma la preocupación por la pobreza a la vez que la crítica por la insuficiencia de las medidas puestas en marcha para atajarla.

No es lo mismo vivir en el barrio de Salamanca o en el de Pedralbes que en los de Villaverde o Nou Barris, ni para contagiarse ni para sufrir la enfermedad.

Porque más que una pandemia lo que vivimos se trata en realidad de lo que se conoce como una sindemia: El producto de la sinergia entre la pandemia vírica, las patologías y factores de riesgo y los determinantes sociales, como son en particular la pobreza y la desigualdad, que han provocado la enfermedad más grave, sus secuelas y el mayor número de fallecimientos.

En resumen, no es cierto que todos seamos iguales ante la pandemia y era de prever que no todos saldríamos en las mismas condiciones ni al mismo tiempo, esto es lo que demuestran los datos de las mencionadas ONGs en relación a la pobreza. Por eso, la edad y las patologías crónico-degenerativas, junto a los factores de riesgo, y entre ellos la desigualdad, han determinado el curso más grave de la enfermedad y de la sobremortalidad.

Así, los datos de trasmisión, de afectación más grave y de mortalidad han evolucionado según clases, géneros, continentes, países y dentro de éstos por territorios y por barrios. No es lo mismo vivir en el barrio madrileño de Salamanca o en el barcelonés de Pedralbes que en los de Villaverde o Nou Barris, ni para contagiarse ni para sufrir la enfermedad. Tampoco es igual viajar todos los días en transporte colectivo y trabajar sin distancia de seguridad en el invernadero, el matadero, la factoría, el comercio o la hostelería... que tener la alternativa del teletrabajo desde una casa confortable. Ni es lo mismo tener que compaginar el trabajo informal o irregular con los cuidados, como les ocurre en particular a las mujeres inmigrantes. Ni el confinamiento y la cuarentena son iguales para los trabajos informales que para los regulares ni para los distintos niveles de renta. De igual modo, no tiene punto de comparación el acceso a la vacunación en Europa, donde la mayoría de los ciudadanos ya están vacunados con la pauta completa, que en el continente africano, donde todavía hoy siguen por debajo del quince por ciento de cobertura y donde algunos países en concreto ni siquiera llegan al uno por ciento.

La conclusión en España es que el llamado escudo social, con ser un esfuerzo importante, sin embargo no ha sido suficiente. Es cierto que los ERTEs han evitado la destrucción de millones de empleos y de empresas y que la revalorización del salario mínimo ha contribuido a reducir el llamado empleo pobre, como también lo hará en el próximo futuro la reforma laboral acordada. Aunque la economía irregular ha sido la más afectada y la población pobre en exclusión aumenta y se cronifica, y asimismo se ha quedado de nuevo al margen de medidas como el Ingreso Mínimo Vital, debido a su concepción restrictiva y a la lentitud de su gestión, todo a pesar de las últimas reformas para contribuir a superarlos.

El reto, en primer lugar, están las medidas para salir todos juntos de la pandemia, y en particular de los sectores más afectados, y al tiempo el seguimiento del llamado "síndrome postcovid", que como el resto de las enfermedades crónicas es de prever que afectará más a los de menor renta, con más riesgos y que tienen más enfermedades de base.

Pero también es urgente el refuerzo y el cambio en la concepción de las medidas sociales, al objeto de garantizar el acceso y la máxima cobertura social para evitar la pobreza y la exclusión de los que están en riesgo y de los que sufren el mayor nivel de pobreza, como también el fortalecimiento de la sanidad pública y de los servicios sociales que después de sucesivos recortes se han visto desbordados por la pandemia, afectando de manera especial a los sectores que viven en el límite y carecen de otras alternativas.

Para ello, el libro blanco de la reforma fiscal en marcha debe avanzar en la suficiencia y progresividad de nuestro débil e injusto sistema tributario, así como en la orientación de los fondos europeos de recuperación y resiliencia para garantizar la modernización y la sostenibilidad de nuestro modelo de desarrollo y al mismo tiempo la consolidación de nuestro modelo de bienestar.

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