Plaza Pública

Se parecen tanto a veces el odio y la justicia...

Concentración en repulsa por el asesinato de Samuel el pasado lunes.

No sé cuánto de lo de ahora se parece demasiado a lo de antes. Creo que no hay nada que salga de la nada. Siempre hubo algo que venía del pasado. El pasado nunca desaparece. Para lo bueno, a veces. También, demasiadas veces, para lo malo: “¿No será el recuerdo lo que duele?”, se preguntaba Luis Cernuda. El doloroso ayer que regresa en la forma de un daño incalculable.

El fascismo siempre tuvo una ventaja: el lenguaje. Hacer fácil lo difícil. En cuatro palabras dice lo que otros necesitamos un libro entero o una conferencia para decirlo. Lo dice huecamente, claro, sin sustancia interior, sin llegar al fondo de lo que se afirma o se niega. Suelta el fascista una canallada y luego hacen falta tres horas para desmontarla con argumentos sólidos, incontestables. El Gobierno mata, decían las derechas en los momentos crudos de la pandemia. O más aún: eran Pedro Sánchez y Pablo Iglesias como dos asesinos en serie, imperturbables ante la enfermedad y la muerte tan repetidas, tan crueles, tan presentes en las casas de un país que temblaba de los pies a la cabeza.

El fascismo miente con la frialdad de esos personajes que sacaba Jim Thompson en sus magníficas, durísimas novelas. El Gobierno mata: y se quedan tan anchos los fascistas. Ese mismo Gobierno era la mano oculta de ETA: también han dicho eso. A su manera han dicho esas y otras barbaridades sin que la boca se les llene de llagas, sin que la voz les tiemble porque mentir como mienten ellos no les provoca ninguna consecuencia. La Justicia –no toda la Justicia, pero demasiada Justicia– apoya esas mentiras como si fueran verdad. La Justicia –no toda la Justicia, pero demasiada Justicia– da por buenas esas mentiras dichas y escritas en una sola frase. Se sienten protegidos, casi alcanzando el don increíble de la impunidad.

Se hizo un lío Pablo Casado el otro día con las palabras. En cuanto el fascismo mete unas cuantas palabras más de la cuenta, se hace un lío. Ya saben a qué me refiero: la famosa frase sobre la ley y la democracia. No se atrevió (derechita cobarde, que diría el jefe) a decir claramente lo que quería decir: el golpe de Estado del 36 contra la República era legítimo. Los franquistas tenían razón entonces y la siguen teniendo ahora en las manos y la boca de sus herederos. Eso quería decir. Pero quiso hacer como que el máster que le regalaron no fue un regalo y se hizo un lío. Derechita cobarde, derechita torpe, derechita que pierde su diminutivo cuando la Justicia lo engrandece, cuando la Justicia legitima su desprecio a la verdad, a los derechos humanos, a esa Constitución que dicen defender como si la hubieran parido ellos, a las vidas que han decidido con absoluta libertad ser lo que son y no otra cosa diferente.

El desprecio a lo diferente. A lo que el fascismo señala como pieza a abatir. El cuerpo no es el cuerpo, es su cuerpo: el mío, el de ustedes, el de quien se viste y siente como le gusta: ese cuerpo no es nuestro, les pertenece a ellos. Todo les pertenece a ellos. Por eso viven como si estuviésemos en abril de 1939. Te señalan con el dedo: a por ése. A por ésa. Ahora le ha tocado el turno a Ricardo Rodrigo Amar, presidente de RBA y editor de la revista El Jueves. Lo han señalado por las viñetas satíricas que aluden a dirigentes de Vox. Me acuerdo de Charlie Hebdo, salvando las distancias que hagan falta. Y de la revista El Papus: también satírica, como El Jueves. El 20 de septiembre de 1977 llega un paquete a la redacción. El conserje, Juan Peñalver, lo abre. La explosión lo mata en el acto y hiere a la secretaria Rosa Lores. Habían señalado a El Papus los fascistas de entonces. Los recuerdos que duelen, como escribía Luis Cernuda. El pasado que duele cuando lo recordamos. Dice Vox que se querellará contra quienes difundan la idea de que sus discursos racistas, xenófobos, homófobos, pueden tener que ver con los delitos de odio que ahora mismo proliferan como setas en el otoño de las montañas cerca de mi pueblo.

El problema no es que Vox se querelle contra esas opiniones. El problema es que la Justicia, a lo mejor o con bastante seguridad, recibirá esa querella y la echará a andar como si el odio fuera un valor a defender y no lo contrario. El cartel de Vox: “un MENA: 4.700 euros al mes. TU ABUELA: 426 euros de pensión/mes”. Para el lenguaje facilón del fascismo un mena (menores extranjeros no acompañados) es un delincuente, un individuo que viene aquí sólo para robar. Y encima se lleva una pasta gansa del Estado. Igual que se llevan sus mayores migrantes todos los recursos sanitarios, unos recursos que deberían ser sólo para los españoles, pero no para todos los españoles, claro, sino para los españoles patriotas como ellos, y como esos del PP y Ciudadanos que callan (o se suman bastantes veces) a sus delirios racistas.

La madrugada es miedo para mucha gente. Mirar de reojo. Ver fantasmas, como cuando de críos nos asaltaban el sueño. Uno de esos fantasmas se hizo presente, lo llamó maricón y empezó a matar al joven Samuel Luiz en A Coruña. Luego se sumaron otros de su cuadrilla a la carnicería. Los de Vox defienden la rotundidad del macho, su fuerte envergadura, la fiereza que hace del amor un ridículo –también peligroso– campo de batalla. Maricones quienes no piensan como ellos, quienes se enamoran con un amor diferente al que ellos proclaman en sus consignas fachas, quienes deciden que es hermoso mirarte en el espejo y verte como te dé la gana. Los de Vox señalan, vienen señalando desde que estaban en el PP muchos de ellos, con el dedo acusador de sus proclamas, de su lenguaje fácil, de su odio a quien no cree como ellos en patrias de pacotilla, o en ninguna patria, como a mí me pasa. El joven Samuel Luiz ha sido asesinado porque el odio se está extendiendo cada día más y hacia más gente cada vez más vulnerable.

Saquen sus sucias manos de los libros de texto

Saquen sus sucias manos de los libros de texto

Me da igual que las derechas condenen o no condenen ese asesinato. Allá cada cual con su conciencia, con su oportunismo político. Lo que no me da igual es que la Justicia proteja con la coraza de la impunidad los desmanes de la extrema derecha. Esa Justicia seguro que tendrá sus argumentos. Y yo tengo el derecho –lo mismo que ustedes a eso mismo o lo contrario– a no estar de acuerdo con sus decisiones. El cartel de los menas y la abuela era de juzgado de guardia, por ejemplo. Y la Audiencia de Madrid lo ha dado por bueno. A ver qué pasa con el asesinato de Samuel Luiz. A ver qué pasa. A ver.

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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es Algo personal (Piel de Zapa, 2021)

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