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La quiebra palestina, UNRWA y una llamada de ayuda tras la nueva bofetada de Trump

Lola Bañón Castellón

Bajo la amenaza inminente de quedarse sin sustento, miles de médicos, maestros y trabajadores humanitarios de Palestina intentan seguir adelante. Un acto de voluntad del equipo humano de UNRWA, la agencia de Naciones Unidas, frente a un horizonte en el que podría estar a punto de producirse una quiebra vital masiva en los campos de refugiados palestinos.

El anuncio del presidente de los Estados Unidos de un drástico recorte a las ayudas que permiten la supervivencia de cinco millones de refugiados palestinos significa que de 360 millones de dólares comprometidos, los Estados Unidos sólo aportarán 80; menos de una quinta parte.

Toda decisión tomada sobre los refugiados es política y tiene calculados impactos en la estrategia y también en las expectativas de seres humanos que viven al límite. La decisión de la retirada de fondos ocurre semanas después del reconocimiento de los Estados Unidos de Jerusalén como capital de Israel. Es reciente también la cascada de reacciones de dirigentes palestinos negándose a continuar a negociar. Declaraciones en verdad retóricas, pues el llamado proceso de paz, en realidad hace muchos años murió. Incluso sin antes haber nacido.

Las consecuencias pueden afectar de forma inmediata la vida ya de por si miserable de los palestinos más vulnerables. El comisario general de UNRWA, Pierre Krähenbühl, ha reconocido que está en peligro el acceso a los servicios de salud básicos de los refugiados, incluidos los cuidados prenatales y asimismo la ayuda alimentaria de emergencia, especialmente importante en campos como los de Gaza. El recorte pone en peligro también el futuro de las 700 escuelas que sostiene UNRWA y con ello, la escolarización de más de medio millón de niños y niñas.

Es la peor crisis financiera de la historia de UNRWA, una agencia cuyos 33.000 trabajadores son en su inmensa mayoría refugiados palestinos, sueldos que la austeridad vital estira, pues cada uno de los empleados suele hacerse cargo de la manutención de varios parientes más allá de su núcleo familiar.

La inminencia del desastre ha hecho que Krähenbühl lance una llamada de emergencia a los países donantes y a las personas de buena voluntad para contribuir con los fondos que dejarán de aportar los Estados Unidos.

La decisión de Trump impacta contra la tradicional línea diplomática que los Estados Unidos mantenían con UNRWA. Hace menos de un mes miembros del Gobierno expresaban al Alto Comisionado su respeto por la solidez de la gestión de la agencia. Pero en todo caso, la bofetada proveniente del hasta ahora principal donante de los campos palestinos se veía venir: UNRWA ha sido en los últimos años objeto de campañas de desprestigio por parte de algunos dirigentes israelíes que consideran que la propia existencia de la agencia es la que sostiene la causa de los refugiados palestinos. Este pasado verano, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ya reclamó el cierre de UNRWA acusándola de perpetuar el problema de los refugiados, ya que esta condición se transmite de padres a hijos y de generación en generación mientras que el problema no esté resuelto. Pervive en definitiva la histórica reivindicación que generó los refugiados del 1948. Israel acusa a UNRWA escorando la auténtica causa de la situación: la negativa de atender el derecho al retorno. La resolución 194 de la Asamblea General de la Naciones Unidas reconoce este derecho. Si se hubiese aceptado hoy no habría refugiados palestinos y ellos y sus descendientes serían hoy sencillamente ciudadanos.

Trump puede decidir todo aquello que su poder y gloria le permita, pero el problema de los refugiados no acabará cortando su educación, su sanidad y su alimento.

En un contexto de humillación colectiva histórica, de ausencia de esperanza y de radicalización creciente en Oriente Próximo, es imperativo recordar que la asistencia los refugiados no es un mandato caritativo sino un derecho.

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Si falta la comida y cierran las escuelas, los campos de refugiados palestinos habitados en su inmensa mayoría por una población joven con incierto futuro pueden entrar en una dinámica incontrolable.

A cada estrambótico paso de Trump hay que subrayar que no es un loco. Cada uno de sus pasos es parte de una hoja de ruta encaminada a evaporar para siempre la reivindicación de la causa palestina.

Paradójicamente, hay un sueño en el imaginario de cada una de las personas que trabaja en UNRWA: que llegue un día en que la agencia no tenga ya razón de existir porque haya llegado el momento en que no haya un refugiado en el mundo. Pero ello solo ocurrirá con justicia. A pesar de los planes de la alta política que ignoran, como en este caso, la legislación internacional y la humanidad, un refugiado abandonado seguirá siendo un refugiado, alguien quien aún sin pan ni aire seguirá teniendo derechos y dignidad. _____________Lola Bañón Castellón es periodista y profesora de Periodismo en la Facultad de Filología y Comunicación de la Universidad de Valencia.

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