Sorolla, Gibraltar y macetas en los balcones

Alberto Ibáñez i Mezquita

Mientras el termómetro marcaba los 29 grados en muchas ciudades, València se helaba con brindis gris cemento de PP y PSOE por otro pelotazo que daña nuestra salud y economía.

Sorprendentemente (o no, sinceramente) el PP del señor González Pons, quien defendía en Europa frenar su ampliación para cuidar las playas del sur de la ciudad y no borrar la mágica luz de Sorolla, celebra su ampliación. Y como han defendido durante todo este tiempo, de forma urgente, sin esperar a las resoluciones judiciales ni otras garantías técnicas como una nueva declaración de impacto ambiental.

La función del parlamentarismo es convencer a quienes representan posiciones diferentes y debatir libremente, confrontando modelos de país. Por ello, no me refugiaré en argumentos técnicos ni de legislación consolidada.

En primer lugar, al grupo Popular, más allá de los argumentos europeístas de su cabeza de lista por València, le pregunto si tiene sentido para un grupo que presume de defender una sociedad liberal con la mínima intervención del Estado, invertir cientos de millones de dinero público para beneficiar a una empresa privada concreta. ¿Tiene sentido para un partido que basa su modelo económico en el turismo de sol y playa amenazar las playas? ¿Tiene sentido para un partido que dice defender a los agricultores poner en riesgo nuestros arrozales en La Albufera?

¿Tiene sentido que la vicepresidenta Ribera abra debates incómodos electoralmente como el decrecimiento, lidere posiciones valientes en la bochornosa cumbre de Dubái mientras en sus mismas filas haya quien comparta la cultura del pelotazo?

En segundo lugar, me gustaría dirigirme expresamente al grupo parlamentario ultra Vox: ¿Tiene sentido para un partido que dice hacer del derecho a la vida su máximo objetivo poner en riesgo la vida humana? No hay duda de que en Europa mueren prematuramente 300.000 personas a causa de la contaminación atmosférica. ¿Tiene sentido para un partido que hace de la soberanía nacional su bandera ampliar una infraestructura pública nacional para beneficiar a una multinacional extranjera? No debe ser un tema menor regalar un trozo de nuestro territorio, más grande que el Peñón de Gibraltar, a empresas extranjeras que ni sienten los colores, ni mucho menos, pagan aquí sus impuestos.

Y, finalmente, al grupo parlamentario Socialista. Quizá sea la parte más difícil, no solamente porque compartimos gobierno en el Estado y hemos convivido 8 años en la Generalitat, sino porque soy consciente de que no existe una posición unánime ni cómoda. Presidente, sea otra vez valiente, no busque contentar a quienes están haciendo todo lo posible para que usted no sea Presidente y escuche a sus socios, a los movimientos ecologistas, a los trabajadores del Puerto y, también, si me lo permite, a las ecologistas de su partido. ¿Tiene sentido que la vicepresidenta Ribera abra debates incómodos electoralmente como el decrecimiento, lidere posiciones valientes en la bochornosa cumbre de Dubái mientras en sus mismas filas haya quien comparta, o incluso lidere (depende de lo cercano que tenga al lobby), la cultura del pelotazo, la ampliación de infraestructuras incompatibles con la economía productiva y que dañan la salud de nuestras hijas? Y no nos insulten, hacer creer que la ampliación puede ser climáticamente neutra es como aquella presidenta que proponía resolver el cambio climático con macetas en los balcones.

En definitiva, no hay ningún informe económico (ni de volumen de negocio, ni de puestos de trabajo, ni mucho menos científico) que avale la aberrante ampliación del Puerto de València. Asumamos, asuman señorías del viejo bipartidismo y sus socios ultras, que aquel mundo de falsa prosperidad y grandes infraestructuras murió. Pero, sobre todo, disfrutemos de las bondades de ese otro mundo posible. Respiremos, votemos futuro y no empeoremos más el presente.

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Alberto Ibáñez i Mezquita es diputado de Compromís-Sumar.

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