Las vacaciones no están sobrevaloradas, el estilo de vida neoliberal sí

Alberto Ibáñez

Curiosamente, aquellos que tanto defienden la sagrada libertad se niegan a que podamos disfrutar de más tiempo libre boicoteando la reducción de la jornada laboral, reducción de la edad de jubilación, ampliación de permisos por crianza o, ahora, menospreciando, Feijóo como cuñado mayor, las vacaciones. En el fondo, no se niegan, lo que ocurre es que piensan que es un privilegio para unos pocos que hay que salvaguardar a costa de que la mayoría siga currando en la rueda de hámster capitalista, del trabajo a casa y de casa al trabajo. El tiempo es suyo, y la libertad también.

Desgraciadamente, a menudo se olvida que en un país altamente dependiente de un sector empobrecedor como el turístico, 4 de cada 10 personas que vive de alquiler, y más de un 35% de las niñas, no pueden disfrutar ni de una semana de vacaciones al año. Y no hace falta que sea con un barquito como hacía el líder popular con Marcial Dorado, sencillamente, no pueden parar de trabajar ni salir de su casa. Una casa seguramente poco preparada para el calor. Hoy, en València, existe una brecha de más de 20 puntos entre las casas trabajadoras y ricas que tienen aire acondicionado. Mucho más entre las que disponen de terraza o patio. Y ya no hablamos de piscina. O de una arboleda pública cerca. El código postal marca si puedes irte de vacaciones o no, pero también las condiciones en que sobrevives en casa.

Vivimos el verano con más muertes por calor de la historia. Pero, no hace falta recurrir a tal extremo, el calor supone cansancio, apatía, irritabilidad e incluso más violencia. 

Descansar bien, con casas adecuadas y tiempo de calidad, es un derecho. Lo más llamativo de cuando se implementó la experiencia piloto de la semana laboral de 4 días en València fue que un 64% reconocía haber dormido más y mejor. 

En una sociedad que vive agotada, sobremedicada y pegada tanto a suelos de precariedad, con salarios bajos y alquileres disparados, y seducida por los falsos techos de autorrealización personal, ridiculizar el descanso y las vacaciones es un atentado.

Las izquierdas debemos lanzar una propuesta política con justicia fiscal, vivienda pública y mejora de salarios que permita reducir drásticamente quienes no tienen vacaciones

La burla de Feijóo debe ser una oportunidad para las izquierdas, para salir de la esquinita del ‘no’ a todo gruñón donde los think tank conservadores intentan ubicarnos. Salir de la esquinita para levantar la bandera de la libertad, de los derechos y del buenvivir. Pero también la bandera de la familia. Más allá que en la valoración del curso político Feijóo defendió antes a un nasciturus del barrio de salamanca que a los más de 19.000 niños ya nacidos asesinados por Israel, que explique el menosprecio a las vacaciones a los padres y madres que llevamos semanas haciendo maravillas para ocuparnos de nuestras hijas, abusando de las abuelos y abuelos, y tirando (si la cartera lo permite) de escuela de verano, campamento o lo que surja. 

Las izquierdas debemos lanzar una propuesta política con justicia fiscal, vivienda pública y mejora de salarios que permita reducir drásticamente quienes no tienen vacaciones así como quienes tienen buenas vacaciones porque lo que tienen imposible es vivir independiente el resto del año; vivienda, vivienda y vivienda.

En definitiva, quizá para Feijóo tener tiempo para dormir más por la mañana, para ir a la playa, aprender a ir en bici, jugar con los amigos del pueblo, vivir un amor de verano, terminar un libro y empezar otro, charlar con los vecinos del apartamento, visitar un museo, ir al cine, reír con un gin tonic o jugar al rumikub en familia está sobrevalorado, para nosotros, en cambio, eso es la vida mientras no tenemos que estar en la rueda del hámster. 

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Alberto Ibáñez es diputado de Compromís en el Congreso.

Curiosamente, aquellos que tanto defienden la sagrada libertad se niegan a que podamos disfrutar de más tiempo libre boicoteando la reducción de la jornada laboral, reducción de la edad de jubilación, ampliación de permisos por crianza o, ahora, menospreciando, Feijóo como cuñado mayor, las vacaciones. En el fondo, no se niegan, lo que ocurre es que piensan que es un privilegio para unos pocos que hay que salvaguardar a costa de que la mayoría siga currando en la rueda de hámster capitalista, del trabajo a casa y de casa al trabajo. El tiempo es suyo, y la libertad también.

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