El Vïdeo de la Semana

¿Y mientras?

A menudo la insolidaridad frente a los inmigrantes se explica por quien la practica con el sensato argumento de que lo que hay que hacer no es acogerlos aquí sino contribuir al desarrollo de sus países de origen. De acuerdo, pero, ¿mientras? ¿Les cerramos la puerta?

Todos sabemos que es mandato legal que los poderes públicos potencien la educación y la cultura. Tenemos, por tanto, la obligación de exigirles que lo hagan. De acuerdo, pero, ¿mientras? ¿Dejamos que muera la cultura?

A nadie se le escapa que la investigación en España está bajo mínimos, pese a que es obligación de la iniciativa pública —desatendida e incluso despreciada en los últimos gobiernos— invertir en el desarrollo de proyectos e ideas que nos hagan crecer en todos los ámbitos. De acuerdo, pero, ¿mientras? ¿Permitimos que se nos marchen a investigar fuera?

El camino hacia un objetivo no se transita como si éste fuera una realidad, la confianza en un logro futuro no debería cegarnos el presente, porque entonces perdemos la perspectiva de dónde estamos, e incluso del propio viaje hacia ese logro.

Esto último, tan decididamente cursi, tan de primero de autoayuda cutre, se me antoja una anotación pertinente ante la insolvencia argumental mostrada por los que esta semana han rechazado la donación de 320 millones de Amancio Ortega para dotar de más medios técnicos a los departamentos de oncología de hospitales públicos de toda España. Limosna de millonarios, lo han llamado algunos diputados de Podemos que se han sumado a las críticas de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP).

No dudo del voluntarismo de esta asociación, aunque cabría pensar con la experiencia de los años que alguna vinculación con intereses políticos podría tener, pero a su contrastada poca eficacia en la mejora de lo que dice defender ha añadido esta semana una innecesaria polémica con un planteamiento difícil de entender, por no acudir a un calificativo mucho menos amable.

Oponerse a la donación con el argumento de que lo que hay que hacer es dar brío y eficacia a la sanidad pública es tan poco consistente como sugerir que no se ayude o se participe con las ONG en proyectos de desarrollo en países pobres porque lo que hay que hacer es acabar con la pobreza y la corrupción en esos países.

Rechazar la donación porque “no responde a las necesidades reales”, como sostiene la portavoz de la FADSP Luisa Lores, tampoco tiene consistencia, puesto que, como debería saber, las donaciones se reparten entre las comunidades autónomas previa consulta a sus consejerías de Sanidad sobre las necesidades de tecnología frente al cáncer en cada Hospital y tras una larga negociación entre la Fundación Amancio Ortega y los responsables sanitarios.

Y hablar de “infiltración” de la iniciativa privada en lo público, es tan débil y paranoico como calificar de intromisión dañina en las artes el mecenazgo de cualquier empresa o entidad.

La iniciativa privada está cubriendo necesidades que el Estado no puede o no quiere cubrir. Rechazar la iniciativa ciudadana, en cualquiera de sus manifestaciones, argumentando que es el poder político o la administración pública quien tiene que hacerlo es condenar a los afectados por su inacción.

Todos queremos políticas sociales que equilibren, gestión solidaria de nuestro dinero y nuestros tiempos, una administración que funcione con eficacia y dinamismo. Y que nos toque la primitiva.

Los problemas no se solucionan esperando que lo hagan los demás. Ni los investigadores, ni los pacientes, ni los desahuciados, están para aguardar pacientemente a que quien tenía que hacer las cosas bien en el ámbito público lo haga. Hay que exigírselo, sí, pero mientras tanto no dejar desamparados a quienes están sufriendo.

El argumentario utilizado para ese estúpido y miope rechazo de la donación de Ortega valdría perfectamente para oponerse a colaborar con las ONG o incluso para apoyar la política criminal de Europa con los refugiados.

Pertenezco a una organización, fundaciónsandraibarra.org, que lleva años apoyando la investigación y defendiendo la asistencia a los pacientes y supervivientes de cáncer en el ámbito público. Cada año organizamos una carrera solidaria que dota de medios a un hospital público en Asturias. Según la argumentación de la Federación que dice defender esa Sanidad y su corifeo de analistas despistados, nosotros seríamos una entidad que se estaría infiltrando desde el infierno de lo privado hasta el paraíso de lo público para así cargarnos la asistencia universal. Como cualquier otra organización privada que trabaje en la sanidad, o en la educación, o en cualquier territorio que debiera tener resuelto lo público. Y hasta el momento no conozco ninguna ONG que se financie con dinero privado que esté trabajando para cargarse lo público. Más bien para ayudar a la gente mientras se llega al objetivo que todos queremos. Ojalá no fuéramos necesarios. Ojalá no se necesitaran donaciones.

Que pregunten, que se informen, que abandonen su sectarismo, y quizá dejen de provocar debates de colegio que sólo perjudican a quienes, viviendo la enfermedad y tratando de encontrar caminos para curarla, no entienden que alguien pueda poner barreras a nuevos medios y más posibilidades, sólo porque no lo consideran correcto o no les gusta su origen.

Aunque estuviera de acuerdo, seguiría preguntándome, ¿y mientras?

Más sobre este tema
stats