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Memoria histórica

El ADN permite identificar a María Domínguez, la primera alcaldesa de España, que por fin descansará dignamente

Imagen con la que 'Crónica' ilustraba un reportaje de octubre de 1932.

Los restos exhumados el pasado 31 de enero en el cementerio de Fuendejalón (Zaragoza) son los de la primera alcaldesa de España en etapa democrática. A primera hora de este martes, el laboratorio Citogen confirmó a los descendientes de María Domínguez que las muestras de ADN facilitadas hace unas semanas coinciden plenamente con las de la mujer localizada. "No te puedes imaginar lo contentos que estamos", confiesa en conversación con infoLibre Juan José Espligares, quien junto con otro sobrino nieto de 88 años aportó las muestras necesarias para llevar a cabo la identificación. El biznieto de la mujer confiesa que hasta que han recibido la llamada los nervios estaban a flor de piel. A pesar de que en la fosa señalada se localizó una peineta similar a la que habitualmente portaba Domínguez, la duda de que no todos los restos fuesen de ella o de que los mismos se correspondiesen a otra mujer diferente llevaba rondando su cabeza desde hacía un mes.

Ahora, con la certeza de que los huesos localizados son los suyos, la primera alcaldesa en etapa democrática podrá descansar definitivamente en un lugar digno. La familia ha decidido que se quede en Fuendejalón, donde "tan bien la han tratado". El consistorio de la localidad confirma a este diario que ya tienen en mente acondicionar la zona del cementerio para poder montar allí algo adecuado para Domínguez, a quien se le va a conceder también el título de hija adoptiva de esta pequeña localidad ubicada a medio camino entre Zaragoza y Tudela.

La de Domínguez es una historia de tormento, supervivencia, lucha, compromiso y sacrificio. Nacida en el seno de una familia jornalera de Pozuelo de Aragón en 1882, la joven María apenas pudo acudir a la escuela. Todo lo que aprendió, fue por cuenta propia. “En cuanto pude, me pusieron a trabajar. Iba a espigar, a vendimiar, arrancar trigo y cebada, a recoger olivas. En los ratos libres deletreaba todos los impresos que caían en mis manos, romances de ciego, libros, cuentos de la escuela y cosas así”, explicaba en una entrevista concedida al diario Ahora. Con apenas dieciocho años, el terror se adueñó de su vida tras verse forzada a contraer matrimonio con Bonifacio Ba Cercé. Durante años, los insultos, las humillaciones y las palizas fueron constantes. Hasta que un día volvió a agarrar las riendas de su destino y puso tierra de por medio. “Huyó a Barcelona, donde se vio de nuevo perseguida por las autoridades tras una denuncia que interpuso aquel hombre, un auténtico borracho, que la maltrataba”, cuenta al otro lado del teléfono su sobrino-biznieto.

Poco después, y al tiempo que trataba de ganarse las habichuelas como costurera, empezó por su propia cuenta a estudiar Magisterio. En 1914, con la Primera Guerra Mundial dominando el contexto internacional, se presentó por primera vez al examen, pero no consiguió superar la prueba. Sin embargo, no cejó en su empeño de convertirse en maestra y, tres años más tarde, logró obtener el aprobado. Por aquel entonces, Domínguez empezó a publicar sus impresiones en diferentes periódicos nacionales, desde El País de Madrid hasta Vida Nueva de Zaragoza, pasando por el Ideal de Aragón. Por supuesto, en algunos casos, bajo pseudónimo. Textos en los que ya podía apreciarse un fuerte compromiso político que en la década de los veinte la situaría junto a su segundo marido, Arturo Romanos, en la creación de la sección local de la UGT. “No es justicia ni caridad dar una limosna para que vaya muriendo poco a poco la familia, sino buscar los medios para que no falte trabajo, para que pueda con dignidad y sin humillaciones, ganar el sustento preciso”, señalaba en uno de sus artículos recogidos en el diario Público a propósito de un sindicato católico.

“El mundo está dividido en castas y clases. Esta división injusta ha llenado de privilegios a los unos y ha desposeído de todo su derecho a los otros. No hay razón de derecho ni de justicia para que tal ocurra, y, sin embargo, esta desigualdad ha hecho que unos cuantos se erijan en señores, mientras que la otra parte (los más), sean desheredados; que mientras los señores huelgan plácidamente, los desheredados, los que nada poseen, trabajen, para que los señores coman de lo que producen los desheredados. Nuestra madre común, la tierra, niégase a dar fruto allí donde la holgazanería tiene su asiento, y muéstrase propicia a la fecundidad allí donde el hombre trabajador se esfuerza en hacerla producir. Parece, pues, natural, que el trabajador debiera tenerlo todo y el holgazán, el que nada produce, no debiera poseer nada. Sin embargo, sucede todo lo contrario”, apuntaba en su discurso La mujer y el socialismo, recogido en la obra Opiniones de Mujeres.

Su conciencia feminista también estuvo presente desde el comienzo en sus textos. “La mujer, en la nueva sociedad, gozará de todos los derechos, al igual que el hombre, y se verá en pie, la frente erguida y con dignidad. Su educación será completa, conforme a sus condiciones intelectuales; podrá escoger o rechazar a su albedrío aquello que le parezca bueno o malo, será activa, educada, llenando así el vacío que siente en su alma por la carencia de conocimientos que quiso y no pudo adquirir. También tendrá completa libertad para elegir a un compañero, y verificará su unión guiada por el amor, porque siendo libre, no tendrá que esperar a ser solicitada, sino que podrá, sin menoscabo de su dignidad, ser ella la que solicite al hombre. No será la esclava, porque podrá desligarse cuando el hombre la quiera rebajar a la condición de tal”, escribió en un discurso titulado “La mujer en el pasado, en el presente y en el porvenir”, pronunciado por invitación del Partido Republicano Radical Socialista en la localidad de Gallur, a la que se desplazó a vivir cuando contrajo matrimonio con su segundo marido. Un texto en el que defendía a capa y espada el divorcio.

En 1932, tras una crisis en el consistorio de la localidad mañana, el gobernador civil pone en marcha una gestora municipal con ella como presidenta. Es la primera alcaldesa de España en periodo democrático. Y, como tal, aparece en la primera plana de la revista Crónica a finales de octubre. “¿Considera usted apta a la mujer aragonesa para el mando de los pueblos?”, le pregunta el periodista. “¿Por qué no? La mujer puede tener autoridad. No es la mujer; no es la persona quien manda. Es la ley. Y la ley la sabe hacer respetar, desde luego, una mujer aragonesa”, responde ella con firmeza. Pocos meses después, tuvo que abandonar el cargo tras un cambio normativo que tocaba a las comisiones gestoras. El golpe de Estado de 1936 la obligó a buscar refugio de nuevo en Pozuelo de Aragón, su pueblo natal, donde se refugió en casa de su hermana. Esta vez, no pudo escapar. Las autoridades franquistas no tardaron en localizarla y trasladarla a la cárcel, donde permaneció hasta comienzos de septiembre de 1936, cuando fue llevada al cementerio de Fuendejalón, asesinada y arrojada a una fosa cuya tierra no ha vuelto a ser removida hasta ahora, ocho décadas más tarde. Tenía 54 años.

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