Diario de un indeciso

¿En comparación con quién?

Conversación de cafetería en el séptimo día de campaña: “¿Pero estamos peor o mejor que hace cuatro años? ¿Quién garantiza que podamos estar mejor dentro de otros cuatro años?” El interlocutor se encoge de hombros y responde a su vez (como si se dedicara a la política) con otra doble pregunta: “Pero mejor o peor, ¿quiénes? ¿Y en comparación con quién?”

Las máquinas de propaganda electoral intentan obviamente condicionar las respuestas, pero hay datos que no tienen vuelta de hoja ni de pantalla.

   - Las grandes empresas y bancos que forman el Ibex-35 ganaron ya el año pasado lo mismo que en 2011: 33.000 millones de euros en total; y en lo que va de 2015 han superado en un 17,3% el resultado anterior. Por tanto, las grandes compañías (como informa mi compañera Begoña P. Ramírez) superaron con rapidez el bache de 2012, marcado no sólo por las secuelas del estallido inmobiliario sino sobre todo por el hundimiento de Bankia, que perdió aquel año 19.000 millones. Después del rescate público de las cajas por casi 60.000 millones de euros (de los que el propio FROB ya da por perdido un 72%) la banca volvió de inmediato a la senda de los beneficios, de la que en ningún momento se han salido las eléctricas o las empresas tecnológicas.

   - Los consejeros de las grandes compañías se repartieron en 2014 unos emolumentos un 27,2% más altos que el año anterior, según la información facilitada a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) por las propias empresas.

   - Los salarios de los trabajadores españoles han sufrido desde 2012 una devaluación del 3,6%, según los datos oficiales de la Agencia Tributaria. Casi la mitad de los asalariados cobran menos de 972 euros al mes.

Como explicaba en estas mismas páginas Ignacio Sánchez-Cuenca, los signos de recuperación en la economía tienen una relación directa con las decisiones tomadas por el Banco Central Europeo, y no pueden ocultar la desigualdad que han provocado los drásticos recortes sociales ejecutados para reducir el déficit, mientras la deuda pública se ha disparado en 30 puntos, hasta el 100% del PIB.

Daniel Innerarity: "La indignación se quedó en un gesto improductivo"

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Es obvio, por mucho que se retuerzan las cifras de la economía, que en España hay menos empleos que en 2011, y que los puestos de trabajo creados son más precarios. Todo esto se pretende difuminar con el consabido “pudo ser mucho peor”, argumento vacío desde la racionalidad pero eficaz cuando lo “martillean” las grandes baterías mediáticas.

Lo incontestable es que una gran mayoría de españoles no está mejor que hace cuatro años. Y que una minoría privilegiada está incluso mejor que cuando estalló la crisis. No es demagogia, es un dato. Lo demagógico sería achacar en exclusiva la responsabilidad al Gobierno. Las imposiciones desde Berlín, Frankfurt y Bruselas tienen un peso extraordinario en el calvario aplicado a los países del sur. Por eso resulta tan sorprendente como decepcionante el limitado espacio que en esta campaña electoral ocupan contenidos clave para el futuro del bienestar de la mayoría. ¿Qué credibilidad tienen las promesas sobre bajadas de impuestos o subidas salariales si previamente no hemos escuchado un solo debate de fondo sobre la relación de España con las instituciones económicas a las que pertenece? ¿Cuál es el margen que cada partido considera que tiene ante Bruselas o el BCE para renegociar los objetivos de déficit? ¿Qué autonomía se compromete a defender cada candidato para garantizar un modelo de Estado del Bienestar o al menos para trazar unas líneas rojas o plantear una alternativa (y las hay) al discurso único neoliberal de estos “años bárbaros”, como los define Joaquín Estefanía en su último ensayo?

Dar respuestas solventes a preguntas complejas seguramente no garantiza una cosecha inmediata de votos. Tienen mayor impacto titulares más fugaces. Pero es que ahí radica una de las mayores debilidades de nuestra democracia. Como plantea Daniel Innerarity, la buena política "debe pensar con urgencia en las futuras generaciones, no en las siguientes elecciones”. Cosa que probablemente no ocurra mientras los ciudadanos (indecisos o muy seguros de su opción) no pensemos también, a la hora de votar, en esas siguientes generaciones y continuemos enredados en la tramposa ecuación de si estamos o no mejor que hace cuatro años. ¿Quiénes? ¿En comparación con quién?

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